Columna de Maureen Neckelmann: La sanadora de Rosario, lo que el progreso no explica

Leda Bergonzi 'La Sanadora de Rosario'. Foto: REUTERS/Francisco Paredes Sierra.


Por Maureen Neckelmann, académica Sociología Universidad Católica. Investigadora Centro de estudios de la religión UC

Ha llamado la atención de la opinión pública la masiva concurrencia de fieles ante la visita de la argentina Leda Bergonzi, más conocida como la sanadora de Rosario. Más allá de las controversias que ha producido su figura y particularmente sus dichos sobre el origen del cáncer, me interesa fijar la atención en la conciencia religiosa de las miles de personas que se congregan para recibir su sanación.

Este es un claro ejemplo de que el progreso es también una creencia, que supone que en una sociedad donde avanza la ciencia y tecnología, se superarán aquellas ideas o prácticas consideradas como supersticiosas o pre-racionales.

No es extraño por esto que las elites interpreten, desde sus creencias, este fenómeno desde la carencia, ya sea de nivel educativo o de provisión de salud pública. Sin embargo, la realidad parece contradecir este supuesto: la conciencia religiosa popular no se reemplaza por creencias racionales y seculares en la medida en que avanza la modernización. No estamos frente a una actitud arcaica, sino a una disposición permanente de nuestra cultura popular: la creencia en que el sufrimiento físico y espiritual puede ser aliviado por la mediación de santos, vírgenes, o en este caso, personas dotadas de cualidades extraordinarias.

Se trata de la versión popular de otras creencias más propias de las elites seculares, como la medicina alternativa o las terapias espirituales. La diferencia es que en el caso de la sanadora lo que importa no es el contenido de su discurso, sino que su presencia, cercanía, la imposición de sus manos. El discurso, por ejemplo sus explicaciones sobre el origen del cáncer, le interesa más bien a sus críticos, pero poco tiene que ver con la eficacia simbólica de la sanación que ofrece. Probablemente la apertura de la iglesia a acoger a la sanadora tiene que ver con el reconocimiento del valor de esta conciencia religiosa popular, especialmente en un contexto donde la religión institucional está en profunda crisis.

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