Columna de Evguenia Fediakova: Gorbachov, dos palabras que cambiaron al mundo

Foto: AP


Por Evguenia Fediakova, investigadora de IDEA USACH y coordinadora del área de Estudios Internacionales

Dos palabras, perestroika y glásnost -que el mundo aprendió entre 1985-1991-, fueron pronunciadas por el primer y único Presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, fallecido este 30 de agosto, en el penúltimo Congreso del PCUS en 1986. Con estas dos palabras el líder comunista cambió el rumbo de la historia, transformó el orden internacional e intentó transformar a la URSS en una potencia europea, insertada cultural y políticamente en Occidente.

Gorbachov era un líder político admirado y aplaudido en el extranjero, pero incomprendido y despreciado en su propio país. Por cierto, cometió muchos errores, que lo alejaron de los reformadores más radicales. Pero es imposible sobreestimar su rol en la democratización de los países de Europa de Este, desconocer su propuesta del “nuevo pensamiento político” que percibía a Europa como “casa común”, que permitió derrumbar el Muro de Berlín, que hizo caer el “telón de acero” y puso fin a la Guerra Fría sin derramamiento de sangre.

La perestroika y glásnost trajeron a la sociedad soviética lo fundamental: la libertad. Libertad de opinar, leer, escribir, viajar, crear y participar. La libertad de no tener miedo y no estar de acuerdo.

Dos palabras de Gorbachov cambiaron para siempre la vida de varias generaciones de intelectuales, artistas, escritores rusos que hoy son ciudadanos de todo el planeta. Recordemos lo que hizo Mijail Gorbachov para la Unión Soviética y el mundo: intentó “humanizar el rostro” del socialismo, rechazó y condenó al totalitarismo estalinista y creó la esperanza de que el acercamiento entre Este y Oeste permitiría a la humanidad a vivir en paz.

Como dijo su amigo y también premio Nobel de la Paz, Dmitry Muratov, “no olvidemos que Gorbachov quería a su mujer más que a su trabajo, ponía los derechos humanos por encima del Estado, y más valoraba el cielo pacífico que el poder personal”. Gracias, Mijail Sergueievich!

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