Columna de Claudio Vergara: Conciertos en Chile, caminar sobre una cuerda floja



Por Claudio Vergara, editor de Culto

¿Por qué ir a conciertos en Chile se ha convertido en la marcha sobre una cuerda floja? En un lado, músicos de primera categoría despachando shows memorables y convirtiendo desde hace años al país en una escala obligada de las grandes giras globales. Por el otro, una experiencia muy poco confortable donde la paciencia se pone a prueba entre malos accesos, sitios faltos de estacionamientos, baños en pésimas condiciones, largas filas para conseguir alimentos, espacios sin sombra en días veraniegos, vías de salida estrechas que rasguñan el peligro y falta de locomoción colectiva cuando todo ha concluido.

Es cierto que los dos ejemplos más recientes están condicionados por una coyuntura de emergencia. Ambos debieron mudarse de su recinto original y a contrarreloj se levantaron en reductos fuera de los planes iniciales. No les quedó demasiada alternativa. Lollapalooza cumplió en el Parque Bicentenario de Cerrillos, pero penaron la falta de áreas verdes y de zonas para zafar del calor, así como las salidas fueron un caos entre vías angostas que no se condecían con su convocatoria multitudinaria, provocando que mucha gente saltara por arriba de rejas para llegar a la calle.

El Club Hípico para Metallica se convirtió en un polvorín donde campeaba la desinformación en los ingresos, detonando atochamientos que remataron en forcejeos con los guardias y estampidas de personas entrando sin que ni siquera se les mirara el ticket; adentro, espectadores -a los que también les cabe una gran cuota de responsabilidad- encaramándose arriba de basureros, rejas, baños químicos y hasta camiones para poder ver algo del escenario, no sólo obstaculizando la vista del resto, sino que, mucho peor, generando una situación de sumo riesgo.

En ambos casos, el límite entre lo incómodo y lo peligroso parece haberse diluido.

El festival Ritual, realizado hace una semana en el estadio Santa Laura y consagrado al pop independiente y la música urbana, también arrojó problemas de organización.

El retorno de los conciertos tras el paréntesis pandémico ha sido frenético y para la segunda parte del año se esperan siete eventos en el Estadio Nacional, con el récord de tres fechas de Coldplay o la consagración de un suceso tan actual como Bad Bunny. Para noviembre será el debut del festival Primavera Sound también en Cerrillos, con uno de los mejores listados de artistas que ha pasado por nuestra cartelera. La buena salud de la escena local es indiscutida.

Pero también el renacer de la música en vivo ha destapado la ausencia de lugares idóneos y una gran deuda por parte de las productoras en torno a lo que sucede más allá del escenario. Comprar una entrada (nada baratas, por lo demás) debería garantizar una experiencia integral que no sólo se reduzca a lo que vemos bajo los focos.

Porque nadie desea ir a un espectáculo que semeje caminar sobre una cuerda floja, ese tránsito donde hay goce y sorpresa, pero también temor e incertidumbre.

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