Columna de Carlos Moreno: Santiago y su desconexión con la naturaleza

Santiago, en una imagen del 22 de Junio. Foto: Sebastián Beltrán Gaete / AgenciaUno


Por Carlos Moreno, urbanista francocolombiano. Creador del concepto de la Ciudad de 15 Minutos.

He pasado una semana en Santiago de Chile, dedicada a reflexionar, intercambiar y evocar la importancia de desarrollar una política urbana diseñada con el criterio fundamental de proporcionar una alta calidad de vida social a sus habitantes. En una ciudad de 6 millones de habitantes y sometida a una intensa contaminación que es prácticamente constante, debido en gran medida al uso masivo de vehículos particulares, me gustaría compartir algunos puntos claves.

Santiago de Chile, al igual que muchas otras ciudades de América Latina, ha experimentado un importante desarrollo urbano caracterizado por la zonificación, la segmentación y la pérdida de contacto con la naturaleza y la biodiversidad. El crecimiento constructivo ha sido notablemente desequilibrado, generando una geografía de la desigualdad que se hace evidente a simple vista. Más allá de las consideraciones inmobiliarias, se encuentra una profunda disparidad en la accesibilidad a servicios y equipamientos, lo que resulta en niveles de vida con grandes diferencias extremas.

A pesar de contar con el cuarto parque urbano más grande del mundo, la desconexión con la naturaleza es una realidad en Santiago. Aunque posee el edificio más alto de América Latina, en la actualidad se encuentra bastante vacío. Sin embargo, Santiago cuenta con un ecosistema y recursos humanos formidables para repensar la ciudad y llevarla hacia el urbanismo del siglo XXI.

En resumen, se pueden evocar tres contrastes significativos: en primer lugar, la impresionante fragmentación político-territorial con 52 comunas que coexisten y representan un obstáculo considerable para una política moderna sistémica y transversal. En segundo lugar, un Estado centralizador que a través de sus ministerios tiene compartimentos estancos y dificulta la expresión de una ambición territorial a la escala de la metrópolis. Por último, una autoridad regional dinámica, pero en busca de prerrogativas, encajonada entre las comunas dispersas y el Estado centralizador y administrativo.

El desafío es triple: reducir la huella de carbono para lograr un Santiago habitable, lograr una economía territorialmente más equilibrada para hacerlo viable y promover una mayor equidad en sus diferentes áreas de vida para que sea equitativo.

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