Adiós a Jorge Edwards, el incómodo escritor de la memoria

Jorge-Edwards

Premio Nacional y Cervantes de Literatura, el escritor y diplomático murió ayer en Madrid, a los 91 años. Último representante de la Generación del 50 y sobreviviente del boom latinoamericano, Edwards desarrolló una obra narrativa apegada a la historia y la memoria. Se distinguió por su valentía intelectual al publicar Persona non grata, un polémico testimonio sobre su experiencia en Cuba. Autor de novelas, crónicas y ensayos, dejó un memorable perfil de Neruda en Adiós, poeta.


“Escríbelo, pero no lo publiques todavía”, le dijo Pablo Neruda. Estaban en París, en 1971. El poeta era el embajador del gobierno de Salvador Allende y Jorge Edwards llegó como secretario después de su frustrada misión en La Habana. En época de entusiasmo revolucionario, el escritor y diplomático chileno había recibido la misión de abrir la primera embajada chilena en la Cuba de Fidel Castro. Pero tres meses más tarde, Edwards salió declarado persona non grata por el régimen, debido a su solidaridad con los escritores perseguidos. Con ese título escribió una memoria polémica y valiente, que salió a la calle hace 50 años, dividió a sus amigos y lo alejó definitivamente de la izquierda latinoamericana. El escritor añadió un epílogo, dedicado al golpe de Estado en Chile, de modo que el libro fue atacado también desde la derecha.

“Me hicieron toda suerte de graves advertencias en los días de su salida, me auguraron desgracias que caerían sobre mi casa y hasta sobre mi sombra, y ahora llego a la conclusión de que nunca me he arrepentido ni me arrepentiré de haberlo escrito”, anotó en 2012, en el prólogo de una nueva edición.

Pablo Neruda, Salvador Allende, Fidel Castro, Augusto Pinochet, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar: la trayectoria literaria de Jorge Edwards atraviesa la segunda mitad del siglo XX, del que fue un testigo atento y sagaz, y se cruza con su historia literaria y política. Nacido en Santiago en 1931, Edwards falleció ayer en Madrid a los 91 años.

Autor de una obra en narrativa, crónica y ensayo que dialoga con la memoria y la historia, recibió el Premio Nacional de Literatura en 1994 y el Cervantes, el más importante de la lengua, en 1999. Con Edwards desaparece el último de los autores de la Generación del 50, la cumbre narrativa de la literatura chilena, que también integraron José Donoso y Enrique Lafourcade. Y se va, a su vez, el penúltimo sobreviviente del boom latinoamericano, el grupo integrado por Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Cortázar y Vargas Llosa, que revolucionó e internacionalizó la literatura del continente.

Gabriel García Márquez, Jorge Edwards, Mario Vargas Llosa y José Donoso, en 1974.

Sobrino del cronista Joaquín Edwards Bello, el escritor estudió en el Colegio San Ignacio del centro de Santiago, donde despertó su interés por la lectura y la escritura. Siguió derecho en la Universidad de Chile y más tarde se integró al servicio diplomático. Cumplió funciones en París, Lima y Cuba, y tras el retorno a la democracia, fue embajador en la Unesco. En medio de sus tareas diplomáticas, o después de ellas, cumplía su cita con la literatura.

“Hice muchas cosas, pero siempre la tarea principal, de noche, de madrugada, en espacios de tiempo robado, al margen de documentos oficiales, fue la de escribir ficciones, o la de introducir en la multiplicidad de los sucesos, en el enigma del pasado, en los recovecos de la memoria, una coherencia, una estructura narrativa que siempre, en definitiva, era imaginación, arte de la palabra”, dijo en su discurso de aceptación del Premio Cervantes.

Edwards comenzó su trayectoria literaria en 1952, con El patio, un libro de cuentos que le llevó a Pablo Neruda. “Es bueno el libro”, le dijo el poeta días después. “Pero todos los primeros libros son buenos”, agregó. Neruda le dijo algo más, que acaso resultó profético: “Mira, Jorge, en Chile es muy difícil ser escritor y llamarse Edwards… Este apellido es símbolo de dinero, de poder, te van a molestar mucho si te dedicas a la literatura”.

Pero Edwards persistió y los caminos de la literatura y la historia lo vincularon con el poeta: es más, el secretario de la embajada colaboró en la campaña para la obtención del Nobel.

“Yo tuve una admiración muy profunda por Neruda. Y llegamos a ser amigos. Y después de su muerte Matilde me dijo ‘tú eres la persona que mejor conoció a Pablo’”, recordó en una entrevista con La Tercera.

En cierto modo, Edwards se volvió un biógrafo involuntario de Neruda, al que le dedicó la estupenda memoria Adiós, poeta y la novela Oh, Maligna, inspirada en su romance con Josie Bliss.

Jorge Edwards: “¿Mataron a Neruda? No me lo puedo creer… O tal vez fue así”
El escritor Jorge Edwards.

En la embajada de París, Edwards fue testigo del avance del cáncer de próstata del poeta. Acaso por eso reaccionó con escepticismo a la teoría de que pudo ser envenenado, como le dijo al periodista español Juan Cruz, en su última entrevista, publicada en La Tercera.

“¿Mataron a Neruda? No me lo puedo creer… demasiado grande, demasiado vital, demasiado fuerte hasta en los últimos días de su vida. No, no puede ser… O tal vez fue así”, expresó hace un mes.

Entre Castro y Pinochet

-Seremos malos para producir, pero para pelear sí que somos buenos.

Fidel Castro le dijo esa frase en su primera conversación en La Habana, en 1970. Simpática en el momento, a la larga resultó reveladora para Edwards: de cierto modo le anunciaba un programa y una visión de sociedad.

El poeta Heberto Padilla, que fue acusado de delitos contrarrevolucionarios y obligado a pedir perdón públicamente, le dio un consejo al poco de llegar a Cuba: “No hables nada. No confíes en nadie. Ni siquiera en mí. Pueden sacarme la información en cualquier momento”.

En la isla Edwards observó la falta de libertades, la vigilancia y la censura, y se acercó precisamente a escritores que eran incómodos para el régimen. Finalmente, fue declarado persona non grata y dejó La Habana en marzo de 1971.

Edwards trabajó en su memoria en Chile y en París. Tras el Golpe quedó cesante y en el exilio. El libro, con un epílogo sobre los hechos posteriores al 11 de septiembre, lo alejó de la derecha y lo indispuso con la comunidad de exiliados y con la izquierda latinoamericana.

“Julio Cortázar se alejó y lo sentí porque lo admiraba mucho”, dijo en una conversación con este diario.

Para entonces Edwards se había integrado al boom latinoamericano. Mario Vargas Llosa, quien también acabó alejado de la revolución, lo conoció en 1967: “Nos hicimos muy amigos. Jorge Edwards era un joven tímido, educadísimo y tan futre, un pije como dicen los chilenos, que daba la impresión de conservar el saco y la corbata hasta en el excusado y en la cama. Había que intimar mucho con él para tirarle la lengua y descubrir lo mucho que había leído, su buen humor, la sutileza de su inteligencia y su inconmensurable pasión literaria”, dijo durante el homenaje por sus 80 años.

El Nobel peruano aludió a otro aspecto de la personalidad de Edwards, gran conversador y bohemio: “Sin embargo de pronto, en el lugar menos aparente, y dos whiskys mediante, se trepaba a una mesa e interpretaba una danza hindú de su invención, elaboradísima y frenética en la que movía a la vez orejas, ojos, nariz, manos, pies y estoy seguro qué otras cosas más. Después no se acordaba de nada”.

Instalado en Calafell, cerca de Barcelona, Edwards escribió Los convidados de piedra (1978), una crítica visión de la élite chilena que molestó en sectores de la clase alta criolla. “A mí me daban palos desde los pinochetistas hasta los castristas”, recordó.

Tras regresar a Chile en 1978, participó en el Comité de Elecciones Libres y se sumó a la campaña del No. Por entonces escribió Adiós, poeta, su memoria sobre Neruda, un libro escrito desde la amistad que humanizó la figura del vate.

En 1994, cenaba en París con Raúl Ruiz y su esposa, Valeria Sarmiento, cuando se enteró que era el nuevo Premio Nacional de Literatura. Cinco años después, jugaba tenis cuando le dieron la noticia que era el primer autor chileno distinguido con el Cervantes.

Admirador de la literatura francesa, de Rimbaud, Proust y Montaigne, a quien le dedicó un libro; amigo de Nicanor Parra y de Enrique Lihn, protagonista de su novela La casa de Dostoievsky, Edwards sostuvo también un diálogo ficticio con su tío Joaquín en la novela El inútil de la familia.

Jorge Edwards junto a Mario Vargas Llosa.

Polemista, tuvo controversias con Luis Sepúlveda y Ariel Dorfman en 1998 por el caso Pinochet (Edwards defendía el derecho de juzgarlo en Chile). Apoyó a Sebastián Piñera en su campaña presidencial de 2010, en cuyo gobierno regresó a la embajada en París, y dos años después publicó la memoria Los círculos morados, donde reveló que había sufrido abusos de un cura en el colegio.

Testigo del siglo, desde su departamento en Santa Lucía observó también el estallido social de 2019. Entonces habló a favor del diálogo democrático: “Hay que retomar la política de los acuerdos”, dijo.

Edwards abrazó la literatura como un compromiso, con los ojos abiertos, y se mantuvo apegada a ella, como dijo al recibir el Premio Cervantes: “Seguiré en la ruta durante todo el tiempo que pueda quedarme, puesto que se trata, como ya lo he dicho, de un destino”.

Pesar en el medio literario

Carlos Franz, escritor: “Es probable que Jorge Edwards sea recordado por Persona non grata, su valiente denuncia del régimen cubano en 1973. Esto lo enemistó con la mayor parte de la izquierda intelectual de entonces, mientras al mismo tiempo era expulsado de la diplomacia chilena por Pinochet y quedaba en el exilio. Pero ese recuerdo de su coraje político no debería opacar sus excelentes obras de ficción, como El inútil de la familia y La casa de Dostoievsky, entre otras”.

Roberto Merino, escritor: “Una pena su muerte. Al menos a mí, los libros de Jorge Edwards me han ido acompañando desde hace cuarenta años, desde que leí El patio, que reduce la retórica al máximo para hacer visible lo que los niños callan. Hay un libro fundamental para indagar ciertos fenómenos endémicos nuestros, Los convidados de piedra.

Escribió en los últimos años dos tomos de sus memorias, que tienen un sesgo ensayístico. Los círculos morados es quizás el que más se ajusta a este modelo. No es insignificante el hecho de que también haya escrito sobre Montaigne”.

Matías Rivas, poeta y editor: “Admiro los libros de crónicas de Jorge Edwards y sus cuentos, en especial el libro El patio. Creo que fue un escritor valiente, cuyas memorias son de real valor literario pues encierran un mundo, una cultura en extinción”.

Roberto Ampuero, escritor y ex ministro de Cultura: “Gran pérdida para la literatura iberoamericana. También abrió -junto a Mario Vargas Llosa- una vía de coraje y decencia al distanciarse pública y claramente de las dictaduras de izquierda que han obnubilado y -por desgracia- siguen obnubilando a intelectuales de izquierda en Occidente”.

Tres libros

Persona Non Grata

La crónica de su experiencia en Cuba como encargado de Negocios del gobierno de la UP.

Adiós, poeta

Sus memorias sobre su amistad con Pablo Neruda.

El inútil de la familia.

La biografía novelada de su tío Joaquín Edwards Bello.

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