Adam Kahane, especialista en procesos de paz: “Es posible trabajar con gente con la que no estás de acuerdo”

Aunque no se considera como un “mediador”, Sudáfrica y Colombia le han agradecido públicamente su labor como facilitador en sus respectivos acuerdos de paz. Por esto, Kahane es reconocido como uno de los más prestigiosos facilitadores en grandes conflictos. En esta entrevista con La Tercera aborda también el proceso constituyente: “Es muy importante partir con la idea de que vamos a tener que vivir juntos, vamos a tener que compartir este territorio”.


Adam Kahane ha sido reconocido como uno de los más prestigiosos facilitadores de procesos de paz, y ha trabajado en más de 50 países, incluidos Colombia y Sudáfrica. De hecho, Nelson Mandela elogió uno de sus libros y el expresidente colombiano Juan Manuel Santos le agradeció públicamente en la ceremonia en que le entregaron el Nobel de la Paz. Kahane acaba de ser premiado en Davos por su trabajo y estará en Chile la próxima semana hablando sobre “Colaboración Radical” en el seminario de la Semana de la Construcción, así como también sobre los resultados del proceso de diálogo desarrollado en conjunto con Tenemos que Hablar de Chile (de las universidades de Chile y Católica). Además, entregará el documento “Chile 2030: escenarios de futuro” a personalidades del mundo político, social, empresarial y académico.

Vía Zoom, conversa con La Tercera sobre cómo siempre es posible lograr la colaboración, aun en medio del conflicto y la desconfianza.

Después de todos estos años que usted lleva trabajando como mediador en grandes conflictos, ¿qué es lo más importante para empezar estos procesos?

No me considero un mediador, al menos en el sentido técnico de la palabra: alguien que propone una solución. Me llamo a mí mismo un facilitador. Y para mí, eso significa alguien que ayuda a las personas a resolver las cosas por sí mismas. Entonces, técnicamente, hay una distinción y estoy tratando, de alguna manera, de darle un significado diferente a la palabra facilitación: ayudar a las personas a trabajar juntas para efectuar el cambio. Supongo que lo más importante que he aprendido es que es posible colaborar. Eso no significa que sea fácil, predecible, garantizado o sencillo, pero es posible. Y, en particular, que es posible trabajar con gente con la que no estás de acuerdo.

¿Cómo aprendió esto?

Esta formulación en particular la aprendí de Juan Manuel Santos, con quien trabajé hace mucho tiempo -en 1996, mucho antes de que fuera Presidente- en este proyecto llamado Destino Colombia. Y cuando recibió el Premio Nobel de la Paz en 2016, ya era Presidente, y el sitio web presidencial calificó a Destino Colombia como un evento significativo en el camino hacia la paz. Yo estaba muy feliz por eso, pero francamente, un poco desconcertado porque sabía que había habido procesos mucho más grandes en Colombia... Y le pregunté. Él dijo: “Porque ahí aprendí que, contrariamente a toda mi formación política y cultural, es posible trabajar con personas con las que no estás de acuerdo y nunca lo estarás”. La razón por la que me pareció tan interesante es porque la mayoría de las personas que hacen este trabajo piensan: “Bueno, no estamos de acuerdo, pero nos juntaremos, tendremos una reunión, tomaremos una copa y descubriremos que todo fue un terrible malentendido”. Y Santos estaba diciendo algo mucho más desafiante: es posible trabajar con personas con las que no estás de acuerdo, y con las que nunca estarás de acuerdo.

Suena muy bien, pero ¿qué hay que hacer para lograrlo?

Lo primero que tienes que cambiar es la idea de que puedes ganar unilateralmente. Si pienso que no puedo trabajar con esta persona o este grupo, y (que) puedo derrotarlos o destruirlos, ¿por qué debería molestarme en trabajar con ellos? En muchas de estas situaciones las personas colaboran como una segunda mejor alternativa: preferirían prevalecer unilateralmente, pero ya han descubierto que no pueden. Y es en ese punto que la gente está dispuesta a considerar: “Bien, tal vez tendré que tratar de encontrar una forma de avanzar con la otra parte”. Siempre me ha resultado muy interesante que cuando usamos la palabra coexistencia, que es una palabra muy seca, significa simplemente que existo al lado de otro. Pero en español se dice convivencia, que tiene una connotación diferente, entiendo que así se llama vivir en pareja. Y sabemos que vivir juntos en pareja no es solo compartir la casa. Estás comprometido. Hay tiempos difíciles, buenos, aburridos, emocionantes. Así que siempre he encontrado que convivencia tiene un significado diferente e importante.

¿Cómo fomentar la convivencia en lugar de la mera coexistencia?

En un sentido práctico, creando un espacio donde es posible reunirse y hablar, y tratar de hacer cosas juntos. Pequeñas cosas al principio y cosas más grandes después. Y a través de ese proceso puedes descubrir que no es que no confiabas en ellos, no te gustaban, no estabas de acuerdo con ellos, y que ahora es todo lo contrario. Pero descubres esto: no estamos de acuerdo en esto, pero estamos de acuerdo en esto otro. No confiamos el uno en el otro acerca de esto, pero podemos confiar el uno en el otro acerca de esto otro. Así que ese es el proceso en el que he estado trabajando durante 30 años: crear ese espacio. Y uso la palabra espacio porque diferentes espacios tienen diferentes características. Un estudio de televisión es una cosa diferente de una Cámara del Congreso, o una sala de juntas es una cosa diferente de una sala de estar. Y se requiere un tipo particular de espacio para este diálogo.

Foto: AP

Usted trabajó en el proceso transicional sudafricano. ¿Qué aprendió allí?

Fui a Sudáfrica por primera vez en 1991, un año después de que Mandela saliera de prisión. Y trabajé con muchos de sus colegas en el Congreso Nacional Africano, y él trabajó con, o usó, los escenarios que nuestro equipo, llamado Mont Fleur Scenario Team, preparó. Y él amablemente respaldó mi primer libro, pero nunca lo conocí personalmente. Dicho esto, por supuesto, soy un gran admirador de él. Por cierto, hay muchas personas que ahora, 30 años después, tienen quejas sobre el acuerdo, incluido el acuerdo constitucional. Volviendo a lo que decía, creo que ambas partes se dieron cuenta de que no podían ganar unilateralmente. El CNA sabía que no lograría derrocar militarmente al régimen. Y el régimen se dio cuenta de que no podía subyugar indefinidamente a la mayoría de la población. Entonces, en ese sentido, se cumplió la condición básica para la colaboración, y hubo negociaciones sobre las elecciones y luego sobre la Constitución.

Mandela fue clave para el éxito de este proceso. ¿Qué hizo la diferencia?

Creo que una de las cosas que encuentro más interesantes de Mandela es que fue alguien que entendió que es posible luchar y colaborar al mismo tiempo. Que siempre necesitas tomar una decisión sobre cuándo intentas prevalecer sobre tu oponente y cuándo trabajas junto con tu oponente; que estas no son opciones mutuamente excluyentes... Sobre esta idea de que estas dos opciones de luchar y colaborar no son mutuamente excluyentes, el ejemplo más dramático lo escuché de Santos en octubre pasado y me dijo algo que yo no sabía sobre el acuerdo colombiano. Que el acuerdo con las Farc es que siguieran lo que se llamó la “Doctrina Rabin”, atribuida al político israelí Isaac Rabin.

¿Qué significa?

Es que negociarían por la paz como si no hubiera guerra, y continuarían la guerra como si no hubiera negociación por la paz… Entonces esa idea de que cuando colaboras renuncias a cualquier tipo de lucha es completamente incorrecta. Hay que entenderlas como estrategias interdependientes, no como estrategias mutuamente excluyentes.

Usted estará visitando Chile y las encuestas de hoy muestran polarización frente al plebiscito de septiembre. ¿Cómo encontrar el sentido de lo común?

Bueno, no soy un experto en la situación chilena, y mi participación con Tenemos que Hablar de Chile ha sido para brindar asesoramiento metodológico, no comentarios sustantivos. Para mí, la respuesta vuelve a esta cuestión de la convivencia. La idea de que el 60% de la gente vencerá al otro 40%, o al revés, para mí no es tan simple. No es como decir: “Votaremos, ganaremos, tú perderás, y luego será como nosotros queremos que sea, en lugar de como tú lo quieres”. Es muy importante partir con la idea de que vamos a tener que vivir juntos, vamos a tener que compartir este territorio. Tomar la perspectiva de “vamos a vivir juntos para siempre, así que veamos cómo hacer que funcione”, es distinto a decir “voy a ganar y luego nunca tendré que tratar con estas personas de nuevo”.

Juan Manuel Santos

En uno de sus libros, usted justamente alerta sobre una tendencia peligrosa que denomina “enemyfing” (enmistanciar)...

Esta es una pregunta muy importante, y es la que pensé antes de esta conversación, porque sé que esta palabra polarización se usa mucho en el contexto chileno actual. En esa parte del libro me refiero a la siguiente secuencia sobre lo que se podría decir de otra persona: miramos las cosas de otra manera. Podrías ir más allá y decir: están equivocados. Podrías ir más allá y decir: están locos. Y podrías ir más lejos aún: son malvados. Si llego a esa etapa, ¿cómo podría trabajar con ellos? Es como trabajar con el diablo. Y cuando escribí Colaborando con el enemigo, publiqué cada capítulo en línea porque quería comentarios. Y uno de mis primos, cada vez que publicaba, decía: “¿Seguramente no estás sugiriendo que colaboremos con Hitler?”. Y esta idea de que toda conversación va inmediatamente al extremo de Hitler es un error terrible, un error común, pero terrible. Hay una broma en internet: ¿Cuántos tuits tiene una controversia, antes de que alguien mencione a Hitler? Es como si cada conversación dentro de tres horas fuera a Hitler. Entonces, para mí, se trata de cómo des-escalar.

¿Cómo se puede desescalar?

En los talleres, lo más sencillo que hacemos es lo más popular. Yo les digo a las personas: miren alrededor de la habitación, encuentren a la persona más diferente a ustedes y salgan a caminar juntos. Y los resultados de este ejercicio son asombrosos. Al principio pensé que había una razón mecánica. Cuando estoy caminando con alguien, no estoy en mi teléfono, no tengo papeles, estamos mirando en la misma dirección, estamos lidiando con el mundo juntos, en movimiento. Pero hay otra razón, y cito esto en mi libro reciente a Lucila Servitje, que es una teóloga mexicana. Ella dice: cuando estás caminando con alguien, primero eres un ser humano. Y en segundo lugar, estás decidiendo lo que piensas sobre esto. Primero, soy aceptado como un ser humano, un prójimo, y luego, tal vez porque soy aceptado como un prójimo, pensaré algo nuevo o decidiré hacer algo diferente. Me dijo: es lo contrario de la confesión católica, donde primero admites que estás equivocado y luego eres aceptado en la comunión. Y así, la forma de revertir el enemifing es reconocer que tal vez no me guste esta persona, tal vez no esté de acuerdo con él en nada, puede ser mi oponente, incluso mi enemigo. Pero es un ser humano. No es una rata. No es una no-persona.

Voces que se pueden expresar

Tenemos que hablar de Chile mostró que la gente quería diálogos y acuerdos amplios en la Convención. Pero las encuestas muestran que no se percibe así el proceso, sino como uno confrontacional. Algunos convencionales incluso se han insultado públicamente.

Antes que nada (tenemos que) reconocer que esto no es simplemente un diálogo, es una negociación sobre asuntos muy importantes. Y, por lo tanto, habrá desacuerdos o enojos... Eso no me sorprende, o por sí solo, no me preocupa. La cosa es que, como dije al principio, no espero que si estamos colaborando, eso signifique que no estamos peleando, o que no estemos enojados, o molestos el uno con el otro. Por eso hice este punto de que mi mayor aprendizaje es que coexisten. El segundo punto es que, también aquí, creo que el espacio importa. El tipo de conversación que tienes en una sala, o en un café, es diferente a la que tienes en el Congreso. Son solo diferentes reglas, diferentes formas de interactuar... Entonces, para mí, la cuestión de si son amables entre ellos, si están de acuerdo o si se insultan en los medios, no es lo que importa. Lo que importa es, ¿pueden hacer este trabajo? ¿Pueden encontrar una Constitución que sea mejor que la Constitución actual? Y que la población pueda decir: “Mira, esto no es lo que yo quería, no estoy de acuerdo con (todo) esto, pero vamos a tener que vivir juntos, y esto es mejor que lo que tenemos ahora, entonces voy a votar que sí”.

¿Cómo se trabaja juntos y se sale del “enemyfing”, cuando hay personas allí que pertenecen a grupos que han sido discriminados, y hay rabia y resentimiento?

Primero, hay que reconocer que hay diferencias, en cualquier grupo. En un grupo diverso habrá mayores diferencias, y ellas pueden ser una solución o un problema.. El problema es cuando estas conducen a la fragmentación, la polarización o la demonización. Segundo: lo que dije antes de la convivencia, suponer que vamos a vivir juntos en el mismo territorio. Y tengo una observación que hacer aquí: por lo general, el problema no es con las personas que fueron oprimidas, sino con los opresores. Por una razón muy simple: la gente de abajo siempre entendió exactamente lo que estaba pasando. Es la gente de arriba la que no lo entiende. ¡Porque una de las características de estar en la cima es que puedes ignorar a todos los demás! Entonces, la gente que realmente tiene una crisis en estos grupos, “no entendía lo que estaba pasando en mi propio país”, son las élites. Al menos, así fue en otro proyecto en que participé, llamado México Posible.

Pueden ponerse a la defensiva por lo mismo…

Sí, a la defensiva, porque no entienden. Se sienten superiores. Lo diré de otra manera: el hecho de que los oprimidos expresen su ira es una señal de progreso. El hecho de que los asambleístas indígenas en Chile, por ejemplo, estén diciendo “no estoy de acuerdo contigo, eres un traidor”, puede ser visto como una señal de progreso. Tienen una voz y la están usando.

Finalmente: ¿cuánto ha cambiado usted haciendo este trabajo?

Tengo mi propia personalidad, soy el hijo varón mayor de una familia acomodada del norte, entonces soy competitivo y arrogante, privilegiado, y eso lo veo en mí mismo. E incluso en algunos aspectos, al menos cuando empecé, no tenía mucha inteligencia emocional. Se puede decir que son desventajas, pero en cierto modo fue una ventaja. Soy muy neutral y muy tranquilo todo el tiempo, y soy inteligente, entiendo de lo que habla la gente. Y, por supuesto, este trabajo me ha conmovido mucho. Todas mis grandes experiencias han sido momentos de comunión. Me siento más vivo y yo mismo cuando estoy en grupos, facilitando. Entonces, de alguna manera, ser facilitador me permitió descubrir una mejor versión de mí mismo.

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