8M: Chile en deuda en actitudes sexistas y labores de cuidado

Las “concepciones tradicionalistas” respecto del rol de la mujer han disminuido considerablemente en los últimos años. Sin embargo, Chile se posiciona con mayores niveles de actitudes sexistas respecto de sus pares de Latinoamérica. Además, las labores domésticas y de cuidado siguen recayendo principalmente en mujeres, según una investigación del Centro de Estudios Públicos (CEP).


Pese a los crecientes avances en la equidad de género, Chile encabeza los índices que miden actitudes sexistas respecto de sus pares de Latinoamérica y de la OCDE. Ya en 2020 la Encuesta Mundial de Valores puso en evidencia que los sesgos de género continúan operando -en mayor o menor medida- en diferentes países. Ejemplos hay muchos: ante la afirmación “la educación universitaria es más importante para un niño que para una niña”, un 34% de los hombres chilenos señala estar de acuerdo, mientras que la adhesión a esta premisa alcanza un 20% en hombres en el promedio latinoamericano, compuesto por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México y Perú. En cambio, la misma afirmación recibe el apoyo del 25% de las mujeres en Chile, versus el 16% de mujeres en el resto de la región.

En esta misma línea, un 43% de los consultados en Chile considera que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, mientras que el 22% de las consultadas adhiere a esta premisa. A nivel continental el promedio es de 23%.

Al mismo tiempo, según las últimas cifras del Banco Mundial, en todos los países encuestados, las mujeres dedican más tiempo a las labores de cuidado y del hogar en comparación con los hombres. En Chile, si bien mujeres y hombres dedican una considerable cantidad de tiempo a estas actividades -en comparación a países como Brasil (ver infografía)-, la brecha sigue siendo alta. Esto, porque en el caso de las mujeres ocupan 5,2 horas al trabajo doméstico y el cuidado de otros sin remuneración, mientras que en el caso de los hombres las horas se reducen a 2,4.

Los países con mayor desigualdad en cuanto a la distribución de las labores domésticas son Japón, Turquía, Ecuador, Corea del Sur, China y Sudáfrica. En el caso de los japoneses -quienes registran una mayor diferencia-, los hombres dedican apenas el 3% de su tiempo al trabajo doméstico, es decir, poco más de 40 minutos, mientras que las mujeres ocupan el triple de tiempo: 3,6 horas. En ningún país del estudio el tiempo que dedican los hombres a las labores de cuidado y del hogar supera las tres horas. En el caso de las mujeres, la media son cuatro horas.

Avances y retrocesos

Estos y otros datos fueron recogidos por el Centro de Estudios Públicos (CEP) en un libro que lleva por título Disparidad bajo la lupa: una radiografía de las brechas de género y que será publicado el miércoles, en el marco del 8M. En esta obra, más de 20 académicas, académicos e investigadoras del CEP analizan la situación de la mujer en Chile en distintas áreas: educación, salud, trabajo doméstico no remunerado, mercado laboral, pensiones, entre otras.

Precisamente en uno de los capítulos, las investigadoras Carmen Le Foulon y Ariadna Chuaqui analizaron cuatro encuestas realizadas por el propio CEP entre 2002 y 2022, con el propósito de determinar si han cambiado los estereotipos de género en la sociedad chilena.

Entre los principales resultados del análisis destaca que si bien en los últimos 20 años han disminuido las percepciones “más tradicionalistas” sobre el rol de la mujer, todavía se mantiene alta la percepción de que su inserción laboral podría perjudicar el bienestar de la familia y de los hijos menores.

Si en 2002 un 83% de los encuestados creía que era probable que un niño sufriera si la madre trabajaba -porcentaje que bajó a 65% en 2012-, en 2022 cayó a 51%. De acuerdo con la cientista política e investigadora asistente del CEP Ariadna Chuaqui, los estereotipos inciden sistemáticamente en múltiples espacios sociales, lo que, a su vez, genera tratos inadecuados e injustos hacia ciertos individuos.

“Las personas que se desvían de su rol esperado a su grupo (femenino o masculino) suscitan reacciones negativas e incluso pueden ser castigadas con violencia, mientras que aquellas que muestran comportamientos que refuerzan el statu quo, provocan respuestas positivas”, dice Chuaqui.

Las autoras también reflexionan sobre los roles de género en la política, a propósito de las creencias estereotipadas, que son más pronunciadas en los hombres. “Hay estudios que evidencian que ciertos estereotipos asociados a las mujeres podrían beneficiarlas, porque se cree que tienen menos tendencia a la corrupción, mientras que otros las perjudican, pues se cree que los hombres tienen más competencia en el manejo económico”, afirman en el libro.

Respecto a la distribución de las labores de cuidado, estas son analizadas a profundidad en otro capítulo, escrito por Sylvia Eyzaguirre, Javiera Gazmuri y Clemente Larraín.

Ese análisis concluye que las madres o madrastras son quienes dedican más tiempo (2,2 horas más que los hombres) en el cuidado de niños menores de cuatro años. Esta situación tampoco cambia al estar la mujer trabajando de manera remunerada, puesto que incluso dedican más tiempo que quienes están desempleadas.

De acuerdo con Eyzaguirre, investigadora del CEP, la desigual distribución en este tipo de labores es una de las principales causas de otras brechas de género. Por lo tanto, plantea, “introducir cambios en esta dimensión resulta fundamental para reducir las brechas de género en otros ámbitos”.

Labores de cuidado

Las investigadoras también registraron los cambios en la composición del hogar, la distribución de género en las tareas domésticas, así como las labores de cuidado hacia adultos mayores, personas con dependencia, niños, niñas y adolescentes (NNA).

El libro del CEP confirma que las madres tienden a vivir más con sus hijos que los padres. De la misma manera, cuando los NNA viven con ambos padres, son las mujeres quienes dedican más tiempo a las labores de cuidado. Incluso, al analizar este fenómeno por deciles, se registró que el nivel de ingresos no incide de manera significativa y que, por lo tanto, la situación se repite en la mayoría de los hogares del país.

A su vez, según las estimaciones del Banco Central de 2020, el trabajo doméstico y los cuidados no remunerados representaron el 26% del Producto Interno Bruto (PIB) de ese año, por encima de los servicios financieros, correspondientes a un 20%, y de la minería, equivalente a un 13,5%.

Asimismo, según datos de la encuesta Casen de 2017 recogidos por el estudio del CEP, las mujeres predominan como cuidadoras de personas dependientes, especialmente aquellas que cuidan a su padre o madre o hermana/o.

Según las estimaciones del Banco Central de 2020, el trabajo doméstico y los cuidados no remunerados representaron el 26% del Producto Interno Bruto (PIB)

Hasta ahora, no hay información sobre las cuidadoras de adultos mayores. No obstante, en su última cuenta pública, el Presidente Gabriel Boric anunció la implementación del Sistema Nacional de Cuidados, un programa destinado a “relevar el rol de las personas cuidadoras en la sociedad”.

Como primera medida, el año pasado se inició el Registro Nacional de Personas Cuidadoras. Además, luego de ingresar información que acredite el cuidado de personas dependientes en el Registro Social de Hogares, se podrá optar a una Credencial de Personas Cuidadoras. En su primera etapa, esta credencial permite una atención preferente en servicios de salud, sucursales de Chile Atiende y del BancoEstado, entre otras instituciones.

Según Francisca Jünemann, abogada y presidenta de la fundación Chile Mujeres, el Sistema Nacional de Cuidados “es una buena idea, pero hay que tener cuidado con que se transforme en un instrumento de informalidad laboral y que enquiste aún más el rol de cuidado en la mujer”.

En palabras de la abogada, los beneficios del Sistema Nacional de Cuidados “deberían ser entregados en mayor medida a personas que tengan, además del trabajo de cuidado informal no remunerado, un trabajo formal remunerado, ambos de forma parcial”. Esto, con el propósito de estimular que personas de una misma familia compartan los deberes de cuidado no remunerado y, a la vez, accedan a trabajos remunerados. “De lo contrario, serán las mujeres quienes queden cautivas en ese rol dentro de sus familias, con beneficios sociales, pero sin la posibilidad de compartir los roles de cuidado”, explica Jünemann.

Según el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, más de 642 mil personas se encuentran en alguno de los programas que los reconocen como personas en situación de dependencia o discapacidad. Además, de acuerdo a datos de la Encuesta de Bienestar Social de la misma cartera, “el 85% de quienes destinan ocho o más horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado son mujeres”.

Para Eyzaguirre, en los últimos años ha habido un avance en entender que estos trabajos aportan a la sociedad y permiten que otras personas al interior del hogar puedan trabajar de forma remunerada. En ese sentido, destaca las iniciativas de crear un sistema de remuneración por los cuidados que realizan las mujeres.

“Es importante entender que la forma en que se distribuyen estas tareas no solamente responde a la actual normativa y a las políticas o ausencias de políticas en estas tareas y dimensiones, sino que también a la forma que comprendemos la maternidad y la paternidad al interior de la familia”, enfatiza Eyzaguirre.

En esa misma línea explica que aun cuando se implementen políticas que ayuden a cambiar la distribución de los roles de género al interior del hogar, el desafío es trabajar en los estereotipos que subyacen a estas distribuciones. “Además, los estereotipos trabajan a nivel del subconsciente y son heredados culturalmente, por lo tanto, son difíciles de modificar. Estamos ante un fenómeno muchísimo más complejo que difícilmente pueda cambiar de forma sustantiva con solo políticas públicas”, concluye Eyzaguirre.

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