Ya es más impopular que Boris Johnson: el complejo primer mes de Liz Truss al mando de Reino Unido

La primera ministra británica, Liz Truss, y el ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, durante su visita a una construcción médica. Foto: Reuters

Un desastre financiero, como lo calificaron correligionarios y detractores, encuestas que demuestran una gran adhesión hacia el opositor Partido Laborista e incluso una petición al Parlamento donde medio millón de personas solicita el adelanto de las elecciones generales, han marcado el debut de la primera ministra británica.


Cuando el calendario marcaba el 6 de septiembre y la nueva líder del Partido Conservador, Liz Truss, tomaba el mando de Reino Unido, lo hacía bajo una promesa. Se acercaba una “nueva era”, dijo en aquel momento. A la luz de su primer mes en el poder, las palabras de la nueva primera ministra británica se cumplieron, pero no de la manera en que muchos esperaban.

El primer obstáculo a superar no estaba en sus manos, pero su cargo la obligaba a enfrentarlo de la mejor forma posible. Había fallecido la Reina Isabel II dos días después de que ambas se reunieran por primera y última vez. La monarca llevaba más de 23 años en el poder cuando Truss nació, en 1975.

Ahora, debía guiar a un país que entraba a un nuevo proceso real tras 70 años de mandato de Isabel II, en medio de una recesión global, con la amenaza de la inflación producto del Covid-19, la guerra entre Rusia y Ucrania y un invierno que promete complicar el gasto energético de todo el continente. Por tanto, el “mini-presupuesto” que la primera ministra presentó el 23 de septiembre debía satisfacer una inmensa lista de expectativas, las que, según una encuesta publicada por YouGov este miércoles, no se cumplieron.

Según el sondeo, solo un 14% de los británicos encuestados entre el 1 y 2 de octubre mantiene una impresión favorable de la primera ministra Truss. Una semana y media atrás se les había hecho la misma pregunta y el resultado fue mejor: un 26% la reconocía positivamente. Sin embargo, esos datos se tomaron el 21 y 22 de septiembre, previo a la presentación del plan económico que este miércoles volvió a defender en la cumbre del Partido Conservador, dejándola en un nivel de apoyo más bajo que el peor momento de Boris Johnson, el primer ministro a quien sucedió en el cargo.

El problema económico

Las alarmas producto del “mini-presupuesto” no saltaron solo en Reino Unido, sino que en las oficinas de inversionistas de todos lados del mundo, detalló Reuters en dicho momento. Plan que, en teoría, buscaba remecer a la estancada economía británica -la que se mantiene en números similares desde hace 10 años- a través de una serie de recortes de impuestos, sumado a la eliminación del tope de las bonificaciones bancarias.

“Un nuevo enfoque para una nueva era”, dijo en aquel entonces el ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng. Incluso The Economist, revista asociada comúnmente a los conservadores, comentó que la medida podía significar un daño “sin posibilidad de reparación” para el entrante gobierno.

Liz Truss, junto a la Reina Isabel II el 6 de septiembre de 2022, dos días antes de que la monarca falleciera. Foto: Reuters

En resumidas cuentas, la cartera de Hacienda lanzó el mayor paquete de recortes de impuestos en medio siglo apuntando a lograr una tasa de crecimiento anual del 2,5% mediante tres pilares: reformar la oferta de la economía, adoptar un “enfoque responsable” de las finanzas públicas y reducir los impuestos. Medida que por sí sola se traduce en un costeo de otros 45 mil millones de libras esterlinas para 2026-2027, según los datos entregados por el Ministerio de Hacienda de Reino Unido.

A todo esto, se agregó un enorme paquete de ayudas valorado en 60.000 millones de libras esterlinas durante los próximos seis meses para enfrentar la crisis energética, lo que, en suma, terminó torpedeando la intención inicial del Ejecutivo británico.

El mercado reaccionó rápidamente, y la libra esterlina cayó a mínimos históricos al cotizarse en 1,11 dólares, cifra que no se veía hace 37 años en la isla.

“Hace que Margaret Thatcher parezca una moderada”, dijo al respecto el columnista de The Guardian, Jonathan Freedland. “Liz Truss se ha embarcado en un proyecto ideológico tan extremo (…) que equivale a una declaración de guerra de clases. Se trata de un Robin Hood a la inversa: quitando a los que menos tienen, prodigando regalos a los que más tienen. Es moralmente indefendible, económicamente imprudente y políticamente tan arriesgado que sugiere un anhelo por la muerte”, criticó.

Las molestias, sin embargo, no solo llegaron desde sus detractores. Al interior del Partido Conservador también aparecieron voces molestas por la política implementada por Truss y su ministro.

“Es asombroso”, dijo un legislador conservador que no quiso revelar su identidad a Reuters. “El daño ya está hecho. Ahora también nos vemos incompetentes”, agregó apesadumbrado. También resguardando su nombre, otro miembro de los tories afirmó que el gobierno ya estaba en modo “sobrevivir un día a la vez”, mientras la confianza y credibilidad del partido se esfumaba.

Según el exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Larry Summers, la libra esterlina estuvo en riesgo de caer incluso por debajo de la paridad con el dólar por primera vez en su historia, considerando que la distancia más cercana entre ambas monedas se dio en 1985, cuando la divisa británica se cotizaba a 1,05 dólares.

“Me da mucha pena decirlo, pero creo que Reino Unido se está comportando un poco como un mercado emergente que se está convirtiendo en un mercado sumergido”, dijo Summers a Bloomberg Television. “Entre el Brexit, lo mucho que se retrasó el Banco de Inglaterra y ahora estas políticas fiscales, creo que Gran Bretaña será recordada por haber aplicado las peores políticas macroeconómicas de cualquier país importante en mucho tiempo”.

Un manifestante sostiene una pancarta durante una marcha para exigir medidas contra la crisis del costo de la vida en Glasgow, Escocia, en febrero pasado. Foto: AFP

Para el 28 de septiembre, ni Truss ni Kwarteng habían salido públicamente a referirse al tema. Fue el Banco de Inglaterra el que intervino primero, al poner en marcha ese día la compra de bonos por un valor de 65.000 millones de libras esterlinas. Todo para contener la crisis desencadenada por el fallido plan de crecimiento, idea que, entre otros efectos, puso en riesgo de insolvencia fondos de pensiones completos, detalló The Guardian.

Este lunes, la primera ministra se vio obligada a dar paso atrás con su arriesgada y criticada política económica a menos de un mes de iniciado su gobierno al revertir el recorte a la tasa más alta del impuesto sobre la renta, bajándolo de un 45% a un 40%, pero asegurando que mantendría su política. Dentro de todo el ecosistema económico que trastornaron las medidas de Truss, ésta fue la medida que más ofuscó tanto a miembros del Partido Conservador como al propio mercado.

Fue en la cumbre del Partido Conservador, desarrollada en Birmingham, donde la primera ministra defendió la política económica al asegurar que “cada vez que se impone un cambio, provoca perturbaciones”, calificando el polémico recorte que beneficiaría a la población más rica como una “distracción de las partes principales de nuestro plan de crecimiento”.

“No permitiré que la coalición anticrecimiento nos obligue a seguir detrás. Los laboristas, los liberales demócratas, los nacionalistas escoceses, los sindicatos, los intereses establecidos que se disfrazan de centros de pensamiento, los tertulianos, los que niegan el Brexit, los ecologistas de Extinction Rebellion o algunos de los que han venido hoy aquí a gritar (en referencia a una manifestación de Greenpeace)... prefieren protestar a actuar, escribir en Twitter a tomar decisiones difíciles”, criticó Truss.

Kwarteng también salió al paso de las críticas para asegurar que la decisión se tomó con “humildad y conciencia”. “Qué día”, fue la frase de la que críticos se mofan, palabras que recibieron una tibia recepción por parte de sus aliados. “Ha sido duro, pero tenemos que centrarnos en el trabajo que tenemos entre manos, tenemos que avanzar. No más distracciones”, agregó.

Reuters informó que inversionistas, acostumbrados a ver a Reino Unido como un pilar de la comunidad financiera mundial, estaban horrorizados por las decisiones que la primera ministra y su ministro de Hacienda habían tomado en las últimas semanas.

Las consecuencias de la medida

El “mini-presupuesto” no solo tuvo repercusión en el área económica, sino que también política. En cuanto al primero, si bien la libra esterlina salió del foso en el que se encontraba durante la semana pasada, en su mayoría, los bonos de gobierno no lograron recuperar las históricas pérdidas que la medida de Truss generó.

Economistas e inversionistas consultados por Reuters aseguraron que la reversión de la política iba en la dirección correcta, pero era necesario ir más allá. Así lo cree Simon French, economista jefe de la firma de valores Panmure Gordon, quien afirmó que “el problema no fueron los cambios fiscales anunciados en el ‘mini-presupuesto’, sino la ‘política de refundación’ institucional que lo precedió”.

En tanto, otra encuesta de YouGov, publicada la semana pasada, significó otro golpe para Truss al revelar una diferencia de 33 puntos porcentuales a favor del Partido Laborista en una eventual elección. Si bien las próximas elecciones generales se darán a más tardar en enero de 2025, una distancia tan amplia entre el oficialismo y la oposición, en este caso encarnada en los laboristas, no se veía desde finales de la década de 1990.

Por otro lado, el sondeo de YouGov conocido este miércoles detalló que el apoyo neto de la primera ministra cayó incluso más bajo que Boris Johnson en el peor momento de su gestión. Según la encuestadora, el puntaje neto de favorabilidad de Truss cayó 28 puntos en menos de 15 días, alcanzando un -59. Johnson, por su parte, registró un -53 en el peor momento de su gestión, a principios de julio. El número superó incluso el peor número obtenido por Jeremy Corbyn, exlíder laborista y miembro de la oposición, quien contó con un puntaje neto de -55.

Liz Truss, durante la cumbre del Partido Conservador, este lunes, en Birmingham. Foto: AP

El descontento que la encuesta recogió también se observa en una petición que ya superó el medio millón de firmantes para que el Parlamento británico haga una sesión sobre un eventual llamado a elecciones generales anticipadas. Si bien la herramienta ofrece la posibilidad a los ciudadanos para que planteen sus inquietudes siempre que supere los 100.000 apoyos, no obliga a los parlamentarios a discutirlo de inmediato, por lo que el gobierno de Truss no se demoró en responder.

“Reino Unido es una democracia parlamentaria, no presidencialista. Tras las elecciones generales de diciembre de 2019, fueron elegidos los diputados del partido gobernante (el Partido Conservador), de modo que existe una mayoría en la Cámara de los Comunes. Esto sigue siendo así”, afirmaron.

La frase “qué día” del ministro de Hacienda, bien podría cambiarse por un “qué mes” por parte del gabinete del Reino Unido. Cuatro semanas en que han tenido que sortear problemas impuestos y autoimpuestos, donde la luna de miel política que suele venir al inicio de un gobierno parece no haber existido.

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