La caída libre de Colo Colo: Los devastadores efectos del potencial descenso a los potreros

El lamento de Ronald de la Fuente tras la derrota ante La Serena. Foto: AGENCIAUNO.

Más en el fondo de la tabla que nunca, el Cacique se encuentra al borde de jugar un torneo que nunca imaginó y que obligaría a un profundo quiebre de la realidad del fútbol chileno. Pérdidas económicas y deportivas son parte de la amenaza.


El 0-2 frente a La Serena fue un golpe demoledor para Colo Colo. Para muchos hinchas, la derrota no solo significó que un rival directo por la permanencia se alejara seis puntos, sino que mentalmente el equipo se vio abatido, como si ya su cabeza estuviese resignada a un inédito viaje a la Primera B, la peor afrenta en los 95 años del club.

Matemáticamente el equipo todavía tiene chances de salvarse. Quedan 12 fechas y los pupilos de Gustavo Quinteros pueden sumar un máximo de 36 unidades. Sin embargo, transcurridos casi dos tercios del campeonato, suma apenas 18 y enfrenta un fixture durísimo, con duelos con los tres primeros de la tabla en las próximos tres partidos (Unión Española, Universidad Católica y La Calera). Así, la tarea de salvar la categoría se ve cada vez más difícil.

Un descenso implicaría, a priori, una importante merma económica. Por ejemplo, por concepto de transmisión de partidos en Primera División, el Canal del Fútbol les paga cerca de $ 360 millones mensuales a los albos. Mientras que a los equipos de la B, la cifra no supera los $ 85 millones. En la concesionaria, es un tema que se mira de reojo y, en caso de que se concrete el descenso, hay voces que apelan a que la cuota se mantenga, debido a la popularidad del equipo y a la cantidad de potenciales suscriptores que generaría ver al Cacique en la división de plata del fútbol chileno. Además, el certamen se potenciaría mediáticamente, mientras que el torneo de Primera perdería a su actor más popular, generando un efecto inverso.

La preocupación es evidente. De hecho, en un año donde las pérdidas ya se empinan por los $ 1.575 millones, uno de los pocos puntos destacables del último balance fue el fuerte aumento en publicidad y derechos de televisión por haber clasificado a la Copa Libertadores. Para el próximo año, con descenso o no, esos ingresos no estarán, ya que es practicamente imposible, salvo ganando la cada vez más en duda Copa Chile, acceder al certamen continental. El contrato con Adidas, por casi US$ 24 millones, y el vínculo con Cervecería AB InBev, por otros US$ 4 millones, le darían algo de respiro momentáneo a la institución.

Otro ajuste económico tendría relación con los contratos de los jugadores. En Primera B sería inviable mantener una planilla que bordea los $ 650 millones mensuales y sueldos superiores a los $ 25 millones, de los cuales muchos todavía son parte de vínculos vigentes, como el caso del argentino Nicolás Blandi, quien percibe un sueldo que se empina por los $ 45 millones. En ese caso, el éxodo sería masivo y la reestructuración deportiva sería completa, lo que también podría implicar renuncias e indemnizaciones, generando un panorama todavía más complejo.

Dirigencialmente, un descenso sería catastrófico y la mesa de Blanco y Negro también sufriría una profunda reingeniería, más allá de la que ya se está estudiando para el próximo año. Esta potencial catástrofe deportiva podría provocar un efecto bursátil incierto en la ya devaluada acción alba. De todos modos, tampoco existen cláusulas que anulen la concesión por resultados deportivos, por lo que un escenario de este tipo tampoco asegura que el cuestionado modelo de sociedad anónima vaya a cambiar.

El antecedente más reciente de un equipo con un arrastre tan masivo en la segunda categoría del fútbol nacional es el de Universidad de Chile. Los azules jugaron toda la temporada 89, de la que se titularon campeones, sufriendo bastante en el comienzo por su nula costumbre en la serie. Iberia, General Velásquez, Linares y Colchagua fueron algunos de los rivales que visitaron los estudiantiles. Canchas desbordadas y con mínimas medidas de seguridad recibieron al equipo conducido por Luis Ibarra y Leonel Sánchez.

Treinta y un años después, la mayoría de los estadios de la Primera B están remodelados gracias al Proyecto Bicentenario. Son muy pocos los equipos que juegan en recintos que no están modernizados. Así, elencos como Magallanes, Santiago Morning o San Felipe tendrían que buscar dónde recibir a los albos, si es que se jugara con público.

De los 15 cuadros que disputan el campeonato de ascenso, todos alguna vez en su historia se han enfrentado a los albos. Aunque hay algunos que hace muchos años no se cruzan en el camino del cuadro de Macul. Uno de ellos, es Magallanes, club del que Colo Colo se escindió en 1925 y al que enfrentó oficialmente por última vez en la Copa Chile de 1992. El 2 de mayo de ese año igualaron 2-2 en el Estadio Monumental. Mientras que Deportes Valdivia, muy complicado con la permanencia, es a la escuadra con la que más tiempo ha demorado en medirse. Su último duelo fue un 0-0 en el Parque Municipal el 30 de diciembre de 1989, por el torneo de Primera División.

El próximo año se sumará un nuevo integrante proveniente de la Segunda División. Actualmente, el favorito para ascender es Lautaro de Buin, líder del campeonato con 29 puntos y un partido menos. Sus escoltas son Fernández Vial (25) y Deportes Recoleta (23). De esos tres equipos, el Cacique nunca ha enfrentado formalmente a los dos de la Región Metropolitana.

A esto y mucho más es lo que se arriesga Colo Colo en caso de perder la categoría por primera vez en su historia. Sin embargo, todavía quedan 12 finales y la esperanza del cuerpo técnico y sus jugadores de revertir una de las situaciones más difíciles que sus hinchas recuerden.

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