Gracia Barrios y José Balmes: una historia de amor, sueños y arte

José Balmes y Gracia Barrios en su taller, en Ñuñoa.

Compañeros inseparables, el matrimonio de la hija de Eduardo Barrios y el pintor que llegó a Chile en el Winnipeg fue una pareja entrañable y de enorme influencia para el arte chileno del siglo XX. Se conocieron a los 17, en la Escuela de Bellas Artes, gracias a Enrique Lihn, y por más de 60 años fueron protagonistas de nuestra vida cultural. Padres de la artista Concepción Balmes, compartieron su vida, su trabajo y sus proyectos de una sociedad más fraternal.


En el origen de la historia estuvo la tinta china. José Balmes y Gracia Barrios estudiaban en la Escuela de Bellas Artes, a mediados de los años 40. En el actual edificio que alberga al MAC, en el Parque Forestal, el joven que había llegado en el barco Winnipeg a los 12 años se acercaba a la hija del escritor Eduardo Barrios y le decía: “Oye, sabes, no tengo tinta china, ¿me dejas sentarme a tu lado para usar la tinta? Y poníamos el tintero al medio”, recordaba Gracia Barrios, fallecida ayer a los 93 años.

Entonces ambos bordeaban los 17 años y aún no terminaban sus estudios secundarios. “Cuando la Gracia vio una pintura de Balmes, quiso conocer a este pintor que pintaba como Van Gogh… Lo conoció y nunca más se separaron”, contó el pintor y fotógrafo Sergio Berthoud, en el documental Balmes: el doble exilio de la pintura, de Pablo Trujillo.

Cultores de un estilo y una sensibilidad estética propia, Gracia Barrios y José Balmes formaron una pareja inseparable, entrañable para quienes los conocieron y decisivamente influyentes para el arte chileno de la segunda mitad del siglo XX. “Ella fue una artista revolucionaria, pero además formó una pareja extraordinaria junto con José Balmes”, dijo a La Tercera el escultor y académico Gaspar Galaz.

Nacido en España en 1927, Balmes llegó al país en el barco que gestionó Pablo Neruda para los refugiados de la Guerra Civil. Tempranamente interesada en el arte, Gracia Barrios tomó lecciones con el pintor y compositor Carlos Isamitt y luego se integró a los cursos vespertinos de la Escuela de Bellas Artes, donde conoció a Balmes y gracias a otro estudiante, amigo y poeta: Enrique Lihn.

“Yo llegaba del colegio y me cambiaba de ropa y me iba a Bellas Artes, y Balmes también iba, en la tarde, y ahí nos conocimos”, contó Gracia Barrios a su sobrino Juan Pablo Yáñez, para la revista Dedal de Oro. “Mi papá me compraba material de muy buena calidad para hacer dibujos con pluma, e incluso había otros escritores amigos de mi papá que le encargaban que me comprara material. Y la Pita (su hermana Carmen) llegaba a veces muy elegante a Bellas Artes y se sentaba al lado del piano ese que había en el fondo”.

Con Balmes y otros alumnos formarían el Grupo de Estudiantes Plásticos, que criticó el academicismo de la escuela y promovió una renovación del arte en el país. “Se arrendó un local muy grande y bueno en la calle Merced. Los sábados nos juntábamos a trabajar, a conversar de pintura, a corregirnos mutuamente, especialmente Balmes, él nos corregía”, recordaba Sergio Berthoud.

Entre tanto, la pareja pintaba y pololeaba. A veces iban de paseo al Cajón del Maipo.

“Mi papá nos daba cosas ricas para que lleváramos y comiéramos todos juntos”, recordaba la pintora. “Íbamos en grupo, niñas y jóvenes. Después empezó a ir mi papá con nosotros, y después también iba Don Damián, el papá de Balmes, porque la mamá de Balmes se murió y él quedó solo. Al saber eso, mi papá dijo lo vamos a invitar a San José a Don Damián”.

Los novios se casaron en 1952 y dos años más tarde viajaron a Europa. A su regreso nació su hija Concepción, en 1957, también artista. Exhibieron el desarrollo y madurez de su obra del Salón Oficial de Arte de 1958, donde ambos fueron premiados.

“Si José Balmes no tuviera ningún talento, lo habría perseguido hasta adquirirlo”, escribió Enrique Lihn en la Revista de Arte de la Universidad de Chile. “En realidad ha disciplinado sus condiciones naturales a punto tal que del conflicto entre la concepción y la expresión -el querer y el poder- no hay trazas en su pintura, formulada en términos inequívocos. El arte de Balmes merece ya que se lo someta a ‘análisis y a la controversia’ en un examen acucioso. Resulta imposible calcular en unas cuantas línea la resultante de las fuerzas que lo dinamizan”, agregó.

Lihn también observó la maestría técnica de Gracia Barrios y su pintura sugerente. “Inútil es tratar de decir algo nuestro sobre la pintura de Gracia Barrios. Las palabras se nos escapan mientras ella deja escapar los colores y las formas. La diferencia está en que Gracia Barrios hace a voluntad una pintura inaprehensible, mientras que nosotros diríamos involuntariamente vaguedades sobre esa pintura”, anotó. “Su formación académica es impecable, sus condiciones naturales -al menos las que permiten formarse rigurosamente- óptimas, su conocimiento en materia artística enriquecido por un viaje de estudio, grande”.

Reformas y revoluciones

En 1960, en la década de las transformaciones sociales y artísticas, Balmes y Gracia Barrios formaron el Grupo Signo, junto con Alberto Pérez y Eduardo Martínez Bonati. El colectivo “apostó por una pintura bastante experimental. Ese movimiento provocó una gran conmoción e innovación en su momento”, destacó Francisco Brugnoli, director del MAC.

El Grupo Signo en los años 60: Eduardo Martínez Bonati, José Balmes, Gracia Barrios y Alberto Pérez.

Dos años más tarde viajaron a España y Francia, donde expusieron, y su pintura respiró los aires artísticos y políticos de la época. Al regreso al país se sumaron con convicción al proceso de reforma universitaria en la Universidad de Chile, donde Balmes llegó a ser decano de la Facultad de Artes. En paralelo adhieren a la campaña y el gobierno de la Unidad Popular y se relacionan con los movimientos sociales y culturales. Con un gesto plástico de vocación rupturista, los conflictos sociales encontraron resonancia en su obra.

“Desde el 64 y 65, procuramos establecer con gente de otras áreas artísticas, con los poetas, con los escritores, con los músicos, un trabajo que tuviera una relación muy directa con el medio, producirlo incluso al aire libre”, recordó Balmes en revista Araucaria. “Nunca olvidaré ese trabajo en común que se realizó el año 66, Vietnam agresión, en el Llano Subercaseaux”.

Durante la Unidad Popular, el matrimonio Balmes Barrios emprende una gran tarea: colabora en la creación del Museo de la Solidaridad, que recoge obras de grandes artistas internacionales que apoyan al gobierno de Salvador Allende.

Tras el golpe militar, la pareja y su hija se exilian en Francia.

Regresos

En el exilio, José Balmes y Gracia Barrios se unen a la Brigada Pablo Neruda, junto con Guillermo Núñez, José García y José Martínez. Exponen, realizan campañas de solidaridad con el país y de rechazo al régimen militar. Balmes se integra como profesor en la Universidad de París I Panthéon-Sorbonne y ambos prosiguen con su creación, con el corazón siempre en Chile.

El pintor nacido en España tuvo menos problemas para adaptarse al exilio que su mujer. La galerista Carmen Waugh la recordaba “en París, en el taller donde vivían, chico e incómodo, y allí ella pintaba, cocinaba, hacía de abuela, siempre con esa paz que le es tan propia; y pensando diariamente en la vuelta”.

José Balmes, Gracia Barrios y Guillermo Núñez durante la realización de un mural en Kassel, Alemania, en 1977, en solidaridad con Chile.

Regresan al país en 1982 y en forma definitiva en 1985. Se integran a la Escuela de Arte de la Universidad Católica y se unen, desde luego, a la oposición a Pinochet desde la pintura.

Comparten su vida y su trabajo en una gran casa en la comuna de Ñuñoa. Al fondo del patio, en una taller en forma de L, pintan diariamente: Gracia en una esquina, Balmes en la otra, y en el centro una mesa para compartir el té.

Los años 90 los encuentran consagrados y convertidos ya una pareja icónica de nuestra cultura. José Balmes recibe el Premio Nacional de Arte en 1999, y una década más tarde, en 2011, lo obtiene Gracia Barrios. Si bien compartieron su vida, su trabajo y una visión compasiva sobre el mundo y en defensa de los derechos humanos, cada uno cultivó su propia expresión plástica.

“Gracia siempre iba a la búsqueda del ser humano en sus obras en sus múltiples manifestaciones, mientras Pepe era un gestualista y post-informalista violento, un príncipe del collage. Lo de Gracia, en cambio, era muy meticuloso, con una relación entre el dibujo, la pintura y los grandes formatos”, observa Gaspar Galaz.

La obra de ambos ha dejado una huella indeleble en el arte y en generaciones de artistas y estudiantes. “Cuando los veo a los dos hay algo gracioso, que es genial, y es que ellos conformaron una tercera cosa que es la pareja, y eso es poco común”, decía su hija, la artista Concepción Balmes en el documental sobre su padre.

Desde mañana, la pareja inseparable del arte chileno volverá a reunirse en el cementerio El Totoral, donde desde 2016 se encuentran los restos de aquel estudiante que se acercaba a Gracias Barrios a pedirle tinta china.

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