El “lavado deportivo”: cómo Arabia Saudita apuesta por mejorar su imagen con millonarios acuerdos

Harold Varner III recibe el trofeo por parte del vicepresidente de la Federación Saudita de Golf, Majed al-Sorour, después de ganar el PIF Saudi International en Royal Greens Golf en King Abdullah Economic City, al norte de la ciudad costera de Jeddah, en el Mar Rojo, en 2022. Foto: Archivo

Según The Guardian, el reino ha destinado US$ 6.300 millones desde principios de 2021 a varios acuerdos de alto perfil en toda la industria. Los funcionarios sauditas dicen que estas inversiones del gobierno son parte de un plan para diversificar la economía del país.


Arabia Saudita se ha convertido rápidamente en un jugador global en los deportes internacionales, de hecho, se estima que ha destinado US$ 6.300 millones desde principios de 2021 en varios acuerdos de alto perfil en toda la industria. Los funcionarios sauditas dicen que estas inversiones del gobierno son parte de un plan para diversificar la economía del país basada en el petróleo, pero los escépticos alegan que Riad tiene la intención de utilizar los deportes para mejorar su prestigio y limpiar su historial de derechos humanos.

Según análisis realizado por el diario británico The Guardian, Arabia Saudita ha desplegado miles de millones de su Fondo de Inversión Pública en los últimos dos años y medio, gastando en deportes a una escala que ha cambiado por completo el golf profesional y transformando el mercado internacional de fichajes del fútbol.

Por ejemplo, el club de Arabia Saudita Al Hilal, el lunes, presentó una oferta récord mundial por el capitán francés Kylian Mbappé, por un valor de US$ 332 millones. En diciembre pasado, los enormes recursos de Arabia Saudita atrajeron a Cristiano Ronaldo de Portugal para jugar para un equipo en Riad, por US$ 75 millones al año y con el potencial de llegar a una cifra cercana a los US$ 200 millones a través de acuerdos comerciales con el club.

La primera gran inversión del reino en una empresa deportiva extranjera se produjo en 2018, cuando el Ministerio de Deportes del país firmó un contrato de 10 años para albergar eventos de la World Wrestling Entertainment (WWE), un acuerdo por valor de US$ 100 millones de dólares al año (alrededor del 10% de los ingresos de WWE).

Espectadores observan a jugadores de polo durante el torneo en la ciudad de al-Ula, en el noroeste de Arabia Saudita, el 11 de febrero de 2022. Foto: Archivo

Desde entonces, Arabia Saudita ha gastado grandes sumas de dinero para albergar eventos de boxeo, tenis, carreras de caballos y Fórmula 1. También financió competencias internacionales de golf y compró participaciones en una franquicia de Fórmula 1 y en un equipo de fútbol inglés; esta última adquisición refleja una inversión en el deporte más popular del país.

El centro de estudios Council for Foreign Relations (CFR) señaló que el reino ha administrado inversiones recientes a través de su Fondo de Inversión Pública (PIF) de US$ 650 mil millones, el quinto fondo de riqueza soberana más grande del mundo. Estos incluyen las compras del Newcastle United, un equipo de fútbol en la liga profesional de primer nivel de Inglaterra; LIV Golf, un rival internacional convertido en socio del PGA Tour (Professional Golfers’ Association of America) con sede en EE.UU., el principal organismo competitivo del golf, y cuatro equipos de la liga de fútbol saudita, que ha reclutado a un puñado de estrellas mundiales con contratos extraordinariamente lucrativos.

Funcionarios sauditas dicen que las inversiones deportivas son parte de Vision 2030, un amplio plan gubernamental para diversificar la economía del país más allá del petróleo (otro sector de inversión controvertido es la tecnología). Afirman que las inversiones en deportes ayudarán a impulsar la inversión extranjera, aumentar el empleo nacional, impulsar el turismo a Arabia Saudita y fomentar el estado físico en un país que lucha contra la obesidad. De hecho, la contribución de los deportes al producto interno bruto (PIB) de Arabia Saudita casi se triplicó entre 2016 y 2019, antes de muchas de las inversiones de más alto perfil del país.

Pero otros observadores ven las inversiones en deportes como una forma de que la monarquía saudita “lave” las críticas a sus políticas internas y externas, especialmente con respecto a los derechos humanos. El CFR indicó que el país aumentó sus inversiones deportivas después del asesinato del periodista saudita y residente estadounidense Jamal Khashoggi en 2018, un crimen que provocó la condena internacional y sanciones occidentales después de que la comunidad de inteligencia de EE.UU. descubriera que el príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman Al Saud probablemente aprobó la operación. Riad negó la participación de Bin Salman y, en cambio, culpó a los agentes gubernamentales deshonestos.

Cristiano Ronaldo durante la conferencia de prensa tras su firma con el Al-Nassr FC en Riad, Arabia Saudita. Foto: Reuters

Los grupos de derechos humanos, incluidos Grant Liberty, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, denominan ese gasto como “lavado deportivo” (sportswashing): financiar eventos deportivos de renombre para distraer la atención de un historial deficiente en materia de derechos humanos.

“Anteriormente, figuras y marcas deportivas habían rechazado ofertas para comprometerse con Arabia Saudita debido a sus abusos contra los derechos humanos bien documentados”, dijo a The Guardian Grant Liberty. “Sin embargo, ha habido un cambio preocupante en la postura moral, ya que ahora se aceptan negocios lucrativos a pesar de las violaciones en curso y en deterioro”.

El portal The Conversation señala que las libertades y los derechos políticos siguen estando fuertemente restringidos por el régimen. A pesar de los movimientos para relajar algunas restricciones sobre las mujeres y las minorías religiosas, estas reformas, paradójicamente, han ido acompañadas de medidas cada vez más duras contra los disidentes pacíficos.

Solo en 2022, las activistas Salma al-Shehab y Nourah bint Saeed al-Qahtani recibieron penas de prisión de 34 y 45 años, respectivamente, por su participación en publicaciones en las redes sociales que criticaban al régimen.

Más recientemente, varios miembros de la tribu Howeitat fueron condenados a muerte por cargos de terrorismo por protestar pacíficamente contra un proyecto de megaciudad que amenazaba su aldea ancestral.

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