Decano de Ciencias Sociales UC y abusos en la Iglesia: "Hoy, las omisiones se transforman en negligencia y encubrimiento"

Eduardo Valenzuela
Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica.

Eduardo Valenzuela preside la comisión que formó esta casa de estudios para analizar el tema. Habla de las particularidades del denominado "caso chileno", defiende el secreto de confesión y reconoce el problema que generó "la confianza irrestricta e incondicional que se tenía en los sacerdotes. Los fieles los consideraban, no solo religiosamente calificados para hacerlo todo, sino también moralmente impecables (...) Esa confianza, que se formó históricamente en el clero, nos jugó esta mala pasada".


"Estas crisis afectan lo que se llama la 'mediación sacerdotal' de la experiencia religiosa: la gente deja de ir a la Iglesia, de frecuentar los sacramentos, de contactar a un sacerdote en caso de que lo requiera. Las personas se refugian en una experiencia personal, 'yo me entiendo a solas con Dios', sin necesidad de ningún mediador. Estas crisis provocan un debilitamiento del papel del sacerdote en la formación de la experiencia religiosa de la gente". Así se plantea el decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica, Eduardo Valenzuela, respecto de la crisis de la Iglesia Católica en Chile, producto de las denuncias de abusos.

El académico preside la "Comisión UC para el Análisis de la Crisis de la Iglesia Católica en Chile", que a fines del año pasado se formó para analizar este tema, y que también conforman distintos docentes de las comunicaciones, filosofía, teología y otras áreas.

Entre los objetivos de esta instancia está el conocer las condiciones individuales, institucionales y culturales de la crisis eclesial. También, examinar las respuestas que ha tenido la Iglesia y el impacto en las víctimas y comunidades.

Con La Tercera PM, Valenzuela analiza algunas de las reflexiones que ha arrojado el trabajo de esta comisión.

¿Cómo están viviendo los sacerdotes su ministerio?

Para los sacerdotes esto ha sido una tragedia. El abuso está localizado en una proporción muy menor de sacerdotes, 6% son las cifras que se manejan habitualmente en todas las partes del mundo. La mayor parte ejerce su ministerio y cumple con su misión muy correctamente. Para ellos ha sido terrible el descrédito de su profesión, la desconfianza pública que se ha agolpado sobre ellos, una pérdida muy severa del prestigio y de la credibilidad. En la religión, que confíen en ti es fundamental.

Usted ha dicho que en el caso chileno se repetían algunos patrones similares a los observados en otros países. ¿Cuáles son?

La agresión clerical es sobre todo contra adolescentes de entre 13 y 18 años, generalmente hombres, lo que difiere del patrón general del abuso, que es contra mujeres. En un contexto eclesiástico, los ataques se producen en la casa del cura, en la sacristía, en los colegios católicos. Suelen ser muchachos religiosamente motivados y que ayudan a los sacerdotes o que son muy cercanos a ellos. Es bien doloroso observar que las víctimas suelen ser personas que tienen una genuina confianza religiosa en los sacerdotes que los abusan.

¿Cuál es la diferencia de que el abuso ocurra en contextos eclesiásticos?

Es un abuso que se produce en un contexto religioso, de confianza religiosa, lo que daña es la espiritualidad de los abusados. No solo su inserción social y sus relaciones, sino que su relación con Dios.

¿Qué particularidades ve en Chile?

Lo que asombra en el caso chileno es que haya habido tantos casos de abuso en sacerdotes de mucho renombre, muy influyentes, muy conocidos, muy importantes en las diócesis.

¿Cómo conviven esos dos mundos en una misma persona?

Es una incógnita. No sabemos cómo algunos sacerdotes, que además tenían la responsabilidad en la formación en la dirección pastoral, en la administración eclesiástica y cargos de responsabilidad, podían tener esta clase de comportamiento.

¿Qué rasgos psicológicos han podido identificar en los sacerdotes abusadores?

Una de las conclusiones más firmes del patrón de abuso clerical es que quienes abusan no son sicópatas, no es gente mentalmente perturbada ni desequilibrada, ni que tenga una patología de base importante. Por eso es que el abuso es tan difícil de reconocer, porque el otro misterio es ese, nadie se da cuenta e incluso personas que conviven, cohabitan, no se dan cuenta, porque proviene de gente que en apariencia es perfectamente normal. Y el abuso está asociado a ciertos rasgos de narcisismo, de trastornos de personalidad, pero que no son rasgos psicopáticos propiamente tales.

Usted habla de encubrimiento y la jerarquía eclesiástica se refiere a "omisiones" o "errores" que ocurrieron. ¿Por qué usted usa esa palabra?

El Papa habla de encubrimiento y negligencia. No siempre los obispos han actuado de mala fe, pero a la luz de la evidencia que tenían, de la experiencia internacional que existía sobre esto, las omisiones se transforman en negligencia y encubrimiento. Hace 30 años quizás uno podía entender que un obispo no actuara diligentemente frente las denuncias o incluso los rumores. Pero hoy no actuar diligentemente, eficazmente, es un comportamiento doloso.

La teóloga Claudia Leal, miembro de la Comisión UC, dijo que se ha "instrumentalizado" el secreto de confesión. ¿A qué se refiere?

Ha habido casos en que la confesión se ha usado, por parte de sacerdotes abusadores, como un instrumento para generar culpa, sumisión o para intimidar. La confesión es un instrumento muy delicado, en que alguien expone su vida personal, su intimidad, abre su conciencia a otro. Si una persona quiere causar daño, puede utilizar esa circunstancia a su favor. Ha ocurrido que los sacerdotes han utilizado la confesión como instrumento de manipulación de la conciencia de los niños que ellos mismos abusan.

Hoy está en el Senado la discusión respecto de la obligatoriedad de los sacerdotes de denunciar a la justicia al momento de tener conocimiento de casos de abuso a menores, incluso cuando este conocimiento haya sido bajo secreto de confesión. ¿Usted está de acuerdo?

No, no estoy de acuerdo. Si no hay secreto de confesión, esta se malogra, se arruina, pierde sentido. La eficacia de la confesión religiosa es que aquello permanezca confidencial. Las circunstancias en que la confesión ha sido mal utilizada han sido muy pocas. La confesión es un recurso y un método muy eficaz para enmendar y corregir conductas, cumple y ejerce un bien social, permite que mucha gente sea mejor persona. No debiéramos arruinar la confesión simplemente porque hubo casos, más bien excepcionales, de sacerdotes que la usaron indebidamente.

Una de las cosas que se ha planteado fue la creación de una comisión de verdad. ¿Qué mecanismos debiesen existir para reparar a las víctimas?

En muchas otras partes se han constituido comisiones de verdad. Son instancias que acogen a las víctimas, las escuchan, se documenta su caso y eventualmente se ofrecen respuestas y una reparación, incluyendo una reparación económica. Cuando suceden estas crisis institucionales de derecho, como la que afecta hoy a la Iglesia, esas comisiones pueden ejercer mucho bien. Es una manera de canalizar el daño que se ha hecho. Hay muchos que consideran que construir una comisión de verdad y de reparación sería una iniciativa provechosa.

¿Cuáles son los factores culturales que han posibilitado el abuso en Chile?

El que más se menciona es la confianza irrestricta e incondicional que se tenía en los sacerdotes. Los fieles los consideraban, no solo religiosamente calificados para hacerlo todo, sino también moralmente impecables. Todo el mundo recurría a los sacerdotes de manera muy abierta. Esa confianza se construyó históricamente en el hecho de que, a diferencia de Europa, nosotros nunca conocimos una corrupción dentro de la Iglesia. Esa confianza que se formó históricamente en el clero nos jugó esta mala pasada.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.