Creer o no creer: el rol que está cumpliendo la desinformación en redes sociales durante el conflicto en Medio Oriente

Una panorámica del hospital Al-Ahli, donde murieron cientos de palestinos en una explosión de la que se culparon mutuamente las autoridades israelíes y palestinas. Foto: Reuters

Modificaciones pequeñas a información relacionada con el conflicto en Israel, pero que no dejan de ser dañinas, conviven con mentiras frontales en redes sociales como X, antes Twitter. Analistas coinciden en que ni siquiera la pandemia del Covid-19 generó tantas fake news como lo ha hecho el actual conflicto, donde incluso autoridades, como el presidente Joe Biden, han realizado declaraciones con información sin confirmar.


Un “bombardeo de desinformación”. De ese modo ha sido descrita la situación referente a publicación de videos, datos e información en general cuando del conflicto entre Hamas e Israel se trata. Desde el reporte –aún sin confirmar– de supuestos 40 bebés decapitados y niños israelíes encerrados en jaulas por parte de Hamas –lo que correspondía a un video de XXX que fue compartido incluso por autoridades gubernamentales en Italia, por ejemplo–, hasta supuestos generales israelíes secuestrados o el ataque a un hospital en Gaza, del que aún no se puede confirmar la autoría de manera fehaciente, son algunos de los casos que han pululado en las redes sociales desde que inició de la guerra en Medio Oriente.

Según Ian Bremmer, politólogo estadounidense especializado en los peligros políticos mundiales, aseguró en X, previamente conocido como Twitter, que desde que Hamas inició su sorpresivo ataque el pasado sábado 7 de este mes, la cantidad de desinformación “que está siendo promovida algorítmicamente” en la misma plataforma “no se parece a nada de lo que yo haya estado expuesto en mi carrera como politólogo”.

Agujeros de bala en la pared de una casa destruida tras una infiltración mortal de hombres armados de Hamas procedentes de la Franja de Gaza, en el kibutz de Kfar Aza. Foto: Reuters

El volumen es tal, dijo al medio VOA el director de MediaWise Institute, Alex Mahadevan, que supera lo registrado en momentos de remezones mundiales como lo fueron la pandemia del Covid-19, las campañas antivacunas y la invasión de Rusia contra Ucrania.

“Esta es, francamente, la cantidad más intensa de desinformación que he visto difundida en redes sociales”, dijo Mahadevan, que dirige el centro dedicado a fomentar buenas prácticas para consumir información confiable.

Ninguno de los bandos se encuentra libre de la propagación de desinformación, poniendo en entredicho la a veces aclamada característica de la democratización de las redes sociales, donde cada quien comparte videos –muchas veces sin pesquisar su origen o veracidad– que sirvan para ensalzar la causa que defienden. Y, al contrario, también se han dado casos en que información real es catalogada como falsa, como ocurrió con un video compartido por Donald Trump Jr., solo por provenir de un rival político.

Según un artículo publicado por The New York Times y que fue escrito por Steven Lee Myers, corresponsal veterano en asuntos exteriores y de seguridad nacional que cubre temas como desinformación y que contribuyó a los artículos sobre la pandemia de coronavirus que ganaron el Premio Pulitzer al servicio público en 2021, la cualidad de las redes sociales de “documentar acontecimientos en tiempo real enfrenta una crisis de autenticidad”.

“En cualquier guerra, discernir entre la realidad y la ficción (o la propaganda) puede ser sumamente difícil. Los antagonistas buscan controlar el acceso a la información sobre lo que ocurre en el frente de batalla. Nadie puede tener más que un atisbo de lo que está pasando en cualquier momento dado. Pero ahora, videos falsos o engañosos se vuelven virales más rápido de lo que los verificadores de datos pueden desmentirlos o de lo que las plataformas pueden eliminarlos conforme a sus políticas empresariales”, planteó el periodista.

El equipo de Elon Musk, empresario que compró y renombró Twitter, hoy X, ha eliminado cientos de cuentas vinculadas a Hamas, además de retirar miles de videos y fotos desde el ataque del grupo islámico radical, dijo la consejera delegada de la empresa, según Euronews.

El logotipo de la plataforma de redes sociales X, luego del cambio de marca de Twitter. Foto: Reuters

“X está evaluando y abordando de forma proporcionada y eficaz los contenidos falsos y manipulados identificados durante esta crisis cambiante y en constante evolución”, planteó en una carta al comisario europeo Thierry Breton luego de que un alto funcionario de la Unión Europea exigiera a la plataforma el cumplimiento de las nuevas y estrictas normas digitales del bloque continental.

Otro papel es el de los medios de comunicación, que, año a año, pierden credibilidad ante la ciudadanía joven, señaló un estudio realizado el año pasado por el Pew Research Center. En dicho informe se señala que los menores de 30 años confían en las redes sociales en niveles similares a los de confianza en los medios de comunicación tradicionales. Si bien en todos los grupos etarios la credibilidad en medios es mayor a la de redes sociales, la tendencia es decreciente desde 2016, citó The New York Times.

“Distorsionamos el ecosistema de la información”, dijo al periódico neoyorquino Nora Benavidez, abogada principal de Free Press, una organización de defensoría. “La gente estará menos segura de qué temas le preocupan, menos consciente de por qué algo puede importar, menos conectada consigo misma y con los demás”, añadió.

En Chile, en contraste, un estudio realizado entre los años 2009 y 2019 por la encuesta UDP-Feedback, se asegura que en el primer año del estudio, seis de cada 10 jóvenes posicionaba a la televisión como el medio más confiable. En el último, en 2019, solo uno de 10 lo hacía, convirtiéndolo en el menos confiable para ese año. Al contrario, las redes sociales aparecen como el de mayor confianza, saltando desde el 2% en 2009, al 52% en 2019.

Falsos, antiguos o parciales

Nadie se ha salvado. Ni siquiera el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. “Nunca pensé que vería, y lo he confirmado, fotografías de terroristas decapitando a niños”, dijo el miércoles pasado durante una reunión en Washington con líderes de la comunidad judía. La frase se daba a raíz de una noticia que, una semana después, nadie ha podido confirmar, y que la Casa Blanca debió a matizar.

Días antes, una reportera del canal israelí i24news aseguró que en el feroz ataque de Hamas en el kibutz Kfar Aza, 40 bebés habían sido decapitados. La información, señaló la periodista, se la entregaron “fuentes del Ejército” presentes en el lugar. Posteriormente, numerosos medios llegaron al lugar. Efectivamente hubo una masacre, con decenas de familias asesinadas, incluidos niños, hombres y mujeres civiles, pero nadie, ni siquiera las autoridades israelíes, pudieron confirmar la aseveración de los 40 bebes decapitados.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pronuncia un discurso durante su visita a Israel, desde Tel Aviv. Foto: Reuters

Parte de la complejidad es que, usualmente, información entregada por una autoridad del calibre del presidente de Estados Unidos es tomada como válida por defecto, lo que da paso a tomas de postura parciales, dijo a El País Manuel R. Torres Soriano, profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y experto en propaganda y terrorismo, quien planteó que la “receptividad” hace que, por ejemplo, si simpatizo con la causa de Palestina, pondré en duda un atentado salvaje. Si, en cambio, tengo afinidad con Israel, le creeré a Biden aun si la Casa Blanca rectifica la información.

“A diferencia de Ucrania, aquí hay una dificultad añadida”, dijo al periódico español. “En Europa hay un posicionamiento claro con Rusia, un actor que intenta contaminar y contra el que la sociedad está inmunizada. Ahora (en el conflicto entre Hamas e Israel), el posicionamiento no está tan claro”.

Ejemplo de esta situación ocurrió el martes con el anuncio del Ministerio de Salud de Gaza, cuando afirmó que el Ejército de Israel lanzó un misil contra un hospital. En contraparte, el gobierno de Benjamin Netanyahu dijo que se debió a un misil fallido lanzado por Hamas. Más tarde, anunciaron que el autor había sido la Yihad Islámica Palestina.

Durante un programa televisivo en que fue entrevistado el exvicepresidente español Pablo Iglesias, y en línea con su cruzada contra los grupos mediáticos, el politólogo y fundador de Podemos criticó a los periodistas por no confiar en el reporte de las autoridades gazatíes, aludiendo a que si Hamas hubiera dicho que el ataque del sábado 7 fue realizado por agentes del Mossad, la agencia de inteligencia israelí, nadie lo hubiera puesto en duda. Actualmente, ningún medio ha podido certificar de manera independiente al responsable del lanzamiento del misil que mató a cientos de personas.

Por el contrario, otros ejemplos han demostrado el alcance de la toma de bandos, incluso cuando la información es real. Corría el martes 10 de octubre cuando Donald Trump Jr. compartió en su cuenta de X un cruento video en el que se veía a combatientes de Hamas asesinando a un grupo de civiles israelíes. “Con esto no se negocia”, escribió el hijo del expresidente Trump. “Solo hay una manera de manejar esto”.

Casquillos y un dispositivo electrónico roto en el kibutz Kfar Aza, al sur de Israel. Foto: Reuters

Horas después, una nota generada por los usuarios de X apareció bajo la publicación. Afirmaba que “este es un vídeo antiguo y no es de Israel”. Además, sugería que la publicación de Trump Jr. contribuía a una ola de desinformación. Sin embargo, el medio Wired verificó que el sistema Community Notes se equivocó y que el registro era verdadero, según un análisis OSINT independiente publicado el miércoles.

El hecho demostró la vulnerabilidad del modelo aplicado por X, donde usuarios se ofrecen como voluntarios para comprobar la veracidad de las publicaciones y, tras un número suficiente de aprobaciones, se publica la corrección. Anteriormente, el personal de Confianza y Seguridad, que trabajaba a tiempo completo en Twitter y que fue erradicado por Elon Musk, además de moderadores a tiempo parcial, hacían este trabajo.

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