Valeria Montti Colque, artista: “Yo quería contar nuestra historia, la historia de los que nacimos fuera de Chile”

Valeria Montti Colque y su obra.

Hija de chilenos exiliados en Suecia, es la primera artista nacida fuera de Chile que representa al país en la Bienal de Venecia. Su propuesta es una instalación que pone en juego las ideas de identidad, diáspora y nación, y que gira en torno a una escultura de seis metros: "Mamita montaña".


En el entorno del Arsenal de Venecia, un astillero bizantino del siglo XII que hoy se utiliza como espacio de la bienal de arte, se instaló una montaña. Una colorida escultura repleta de pájaros, nubes, retratos familiares, textiles y símbolos andinos. La instalación de la artista Valeria Montti Colque se llama Mamita montaña y es la obra central del pabellón de Chile. “Una de las lindas sorpresas de esta bienal”, comentó la revista francesa Beaux Arts, que la destacó entre lo mejor de la muestra.

Inaugurada el domingo pasado, la Bienal de Venecia es la feria de arte más extensa y popular del mundo: culmina el 24 de noviembre y recibe cerca de un millón de visitantes. Con la dirección del brasileño Adriano Pedroso y bajo el lema Strangers Everywhere, este año 300 artistas exploran temas como la migración, los desplazados, la herencia del colonialismo y la crisis ambiental, en 90 pabellones nacionales.

En este contexto, la obra de Valeria Montti Colque se distingue por su entramado de memorias y su poder imaginativo, como comentó el crítico Ben Luke, de The Artnewspaper.

-Cada persona que entra a verla tiene su historia, y tal vez puedan entenderme a mí o a la gente que vive en la diáspora -comenta la artista.

Hija de chilenos exiliados, Valeria Montti Colque nació en 1978 en Söderhöjden, Suecia. Con su proyecto Cosmonación, curado por Andrea Pacheco, ganó el concurso convocado por el Ministerio de las Culturas el año pasado. Fue una elección de bordes históricos: ella es la primera artista nacida fuera de Chile que representa al país en la Bienal de Venecia.

-Es muy emocionante, estoy muy contenta. Cuando uno nace en otro país, por motivos forzados, siente que no es de ese lugar, pero tampoco del que salieron tus padres. Uno siente que no es de aquí ni de allá. Que me hayan escogido me hace sentir bienvenida -dice.

Su elección estuvo precedida por una sonada controversia: la pérdida del pabellón histórico que tenía Chile en la bienal, debido a que las autoridades responsables no lo reservaron a tiempo. De modo que se buscó un espacio alternativo en el Arsenal, lo que motivó la renuncia de dos renombrados artistas que participaban del proceso: Patrick Hamilton y la dupla León & Cociña.

Ciertamente, la polémica opacó la resonancia de la propuesta ganadora: una instalación integrada por cinco obras en distintos formatos, cerámicas, pinturas y videos que giran en torno a la escultura Mamita montaña. La obra pone en tensión las ideas de nación, cultura, memoria y diáspora.

-Para mí lo más importante siempre fue el tema de la bienal, Strangers Everywhere. Yo quería contar nuestra historia, la historia de los que nacimos fuera de Chile, y tratar de hacer lo mejor posible con el espacio disponible. Lo más difícil fue trabajar con poco tiempo -cuenta.

Ese fue otro efecto colateral de las demoras del proceso de selección: el resultado del concurso se conoció recién en noviembre. Mientras los representantes de Suecia o España dispusieron de un año de trabajo, Valentina Montti tuvo tres meses.

Con un equipo de amigos, artistas y familiares, la artista trabajó contrarreloj. “Mi mamá estuvo cosiendo, tejiendo, y mi papá y otros amigos me ayudaron a armar la montaña, que la llevamos a Venecia desde Suecia”.

Mamita montaña es una escultura de seis metros de alto por siete de ancho, cubierta de textiles, dibujos, fotografías y pequeños símbolos. La obra sugiere un refugio para exiliados, desplazados y migrantes, y es la pieza central del proyecto Cosmonación, que según Valeria Montti es “la nación imaginaria de quienes tenemos muchas raíces y culturas y creamos una nueva”.

A pocos días de la apertura, ya ha recibido las primeras impresiones: “He recibido muchas felicitaciones y muchos chilenos me han expresado que se sienten muy orgullosos e inspirados por mi trabajo”.

Fuera de sitio

Su primer nombre es Gunnel. “Es un nombre superantiguo en Suecia, de señoras mayores”, cuenta Valeria Montti Colque. Sus padres lo escogieron en homenaje a una de las personas que más ayuda les brindó al llegar a ese país tras el golpe militar en Chile. En la biografía de la artista se cruzan memorias, experiencias y geografías: formada en Estocolmo, su primer apellido es de origen italiano y el segundo, aimara, ya que su abuelo era de ese pueblo.

-Soy una mezcla de muchos lugares. Siento que pertenezco a muchos sitios y que puedo conectarme con diferentes culturas -dice desde Jarfalla, a las afueras de Estocolmo.

Valeria Montti acaba de volver a casa después de semanas trabajando en el pabellón chileno. Alma, la más pequeña de sus dos hijos, aparece y saluda a través de Zoom. Nilo, el mayor, está en la escuela.

La artista habla español con sus padres, pero se expresa con más naturalidad en sueco e inglés. Conoció Chile, primero, a través de los recuerdos y conversaciones familiares. También a través de la comunidad de exiliados. En esos encuentros, dice, “siempre había mucha cultura”. Así, creció entre la herencia chilena y la sociedad sueca.

-En Suecia la gente tiene otros modos de ser, otras costumbres. A mis papás les interesaba mucho conservar la cultura y las tradiciones chilenas. Al principio su deseo era volver, pero fue pasando el tiempo. Y uno comienza a tomar las costumbres de acá.

Eventualmente, los contrastes y las tensiones culturales la llevaron a preguntarse por su identidad y su pertenencia. En la adolescencia a menudo se sentía fuera de sitio.

-Cuando era más joven no me sentía sueca. Era muy molesto cuando te veían en la calle, aquí en Suecia y te preguntaban ¿de dónde eres? Si uno decía soy de aquí, te respondían: no, tú no eres de acá. Y si viajaba a Chile, me decían tú eres sueca. Esa sensación de no tener pertenencia me dolía y me daba mucha frustración, mucha rabia. Para mí ha sido muy importante deshacerme de ese sentimiento.

En 1992, cuando cumplió 14 años, visitó Chile por primera vez. Fue un encuentro emotivo, recuerda, porque también viajó la familia que se había exiliado en Londres. “Fue una forma de completar la historia”, dice. Más tarde se aventuró a conocer el continente.

-Decidí recorrer Latinoamérica para conocerla por mí misma. Visité Chile, Brasil, México, Costa Rica. Fue un viaje muy importante. Todavía lo guardo en mi memoria. En Suecia hay gente buena que siempre nos ayudó mucho, pero también hay prejuicios y racismo. Yo quiero tener mi espacio y mi derecho de ir donde quiera: estar acá o ir a Chile, o donde sea. Y no quiero que nadie me defina.

De niña encontró en el arte su forma de expresión. Con su madre solía visitar museos, se impresionó con Picasso y los grandes artistas, y así descubrió su vocación. Dibujaba, hacía esculturas, luego quiso construir robots y más tarde confeccionó trajes.

-Con mis amigos nos disfrazábamos y bailábamos. Los trajes eran una forma de darles vida a mis dibujos y a las historias que quería contar. Desde entonces me gusta combinar técnicas y materiales: papel, acuarelas, textil, cerámicas, incluso materiales de reciclaje.

Se graduó en The Royal University College of Fine Arte en Estocolmo. A partir de sus experiencias y con referentes del arte latinoamericano -como Frida Kahlo- fue dando forma a su imaginario, donde conviven la memoria de los ancestros, la pregunta por la identidad, los sueños, la naturaleza y la maternidad. Todo expresado a través de una estética colorida, con algo de ritual y festivo, que toma elementos de la cultura popular y las mitologías andinas.

Una muestra de ese imaginario pudo verse en el Museo de la Solidaridad, en 2021. El bosque de nubes/Pájaros del horizonte fue su primera exposición en Chile, y en ella trabajaba la idea del bosque interior que nos conecta con nuestra raíces y la montaña como el lugar donde descansan los antepasados.

-Cuando murió mi abuelita en 2011, yo no pude ir a su funeral. Me dolió mucho y quise hacerle una despedida. Para los aimaras las montañas son el lugar donde descansan los antepasados. Entonces quise hacer una montaña para tenerla siempre conmigo. Después comencé a hacer otras montañas más grandes. Chile parece que siempre está abrazado por la cordillera. Para mí la montaña es un símbolo de mis raíces, de mis recuerdos y también de mis sueños. Mamita montaña para mí representa el lugar donde te sientes en tu hogar.

Vínculos espirituales

Barroca, kitsch y con referencias a la cultura popular, la instalación incorpora pinturas, collages, dibujos, textiles y fotografías. Hay tejidos andinos, trajes folclóricos, imágenes de naturaleza y símbolos de raíz indígena. También platos y cucharas, los “símbolos del hogar”, dice. Alrededor, se dispone un conjunto de seres mitológicos en cerámica.

La sala está rodeada por un telón donde se ve el barrio sueco en que creció, atravesado de árboles, aves y una serie de personajes extravagantes. Entre ellos está Yokerita, una suerte de versión femenina del Joker.

-La Yokerita representa la mirada que tienen los otros del migrante. Es como un payaso sagrado que cuenta las cosas, pero al revés, tal vez porque cuando te miran y creen que estás diciendo una cosa en realidad estás tratando de decir otra. Y ella anda buscando su hogar. Cuando joven, a menudo yo sentía esa mirada sobre mí.

Entre los símbolos recurrentes se encuentran la naturaleza, el horizonte y el arcoíris.

-Para mí, el horizonte es como el futuro, la esperanza de que hay un mañana y que uno lucha por un mundo mejor. Yo pienso mucho en mis hijos. La línea del horizonte es la generación que nace en el nuevo lugar.

“Enclavado en el Arsenal, hacia el muelle de Celestia, el pabellón chileno está dominado por una especie de divinidad de todas las diásporas, que acoge en sus faldas mil escenas mezcladas. Alrededor de esta “Mamita montaña”, pequeñas esculturas, con calaveras o cabellos de rosas, parecen rendirle homenaje. Así, Valeria Montti Colque, sueca de origen chileno, construye su “cosmonación”, renovando vínculos espirituales con el país de sus antepasados”, escribió la revista francesa Beaux Arts.

La artista residente en Estocolmo fue escogida para representar a Chile cuando se cumplían 50 años del golpe militar. Aunque ella no produce un arte militante, el aniversario fue una fecha relevante para ella.

-Representar a Chile a 50 años del golpe militar es muy especial y significativo, porque el golpe es la causa de mi obra, que no solo me representa a mí, sino a miles de chilenos que tuvieron que dejar el país.

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