Mariano Fontecilla: Todos los récords de un embajador

Mariano Fontecilla lleva más de 70 años en el servicio diplomático, Foto: Andres Perez

Es el funcionario público más antiguo y el diplomático con más condecoraciones, entre ellas, único embajador chileno emérito, “Sir” otorgado por la reina Isabel y Gentilhombre dado por Juan Pablo II. A sus 98 años continúa trabajando como enlace entre la Cancillería y el Congreso, y cree que la “decaída” educación escolar es la principal causa de los problemas que aquejan hoy a nuestro país.


Como en todos los cambios de mando desde 1994, la mañana del pasado 11 de marzo, Mariano Fontecilla estuvo -a sus 97 años- en las escalinatas de la entrada del Salón de Honor del Congreso en Valparaíso, atento a la llegada de los invitados internacionales del Presidente Gabriel Boric, cumpliendo su rol de coordinador diplomático entre la Cancillería y el Parlamento.

Pese a sus técnicas para pasar lo más desapercibido posible (una de sus máximas que aprendió como jefe de protocolo del expresidente Frei Montalva), la transmisión oficial de televisión lo captó más que otras veces dando la bienvenida a los jefes de Estado y representantes del Cuerpo Diplomático.

En los últimos meses Fontecilla se negó varias veces a darnos una entrevista sobre sus más de 70 años en el servicio diplomático, desde el Presidente Juan Antonio Ríos, en 1945, hasta hoy.

Tras agradecer el interés, el nonagenario embajador explicaba que seguía siendo un empleado público en “segundo plano” y que las cosas en el país estaban “muy revueltas” como para aparecer hablando de él.

Pero en uno de los últimos intentos prometió recibirnos en diciembre, cuando el gobierno y el tema constituyente estuvieran encaminados. Y cumplió su palabra.

De traje -sin una sola arruga-, camisa con colleras, corbata y pañuelo del mismo tono, el diplomático nos recibe en el living de su departamento en Providencia, lleno de antigüedades que pertenecieron a sus padres -el abogado Mariano Fontecilla Varas y Olivia Santiago Concha (es hijo único)- y a su esposa Isabel Lira, quien falleció el año 2000.

Sentado en un añoso sillón francés, Fontecilla parte contando que los presidentes de ambas cámaras -Álvaro Elizalde y Vlado Mirosevic- querían organizar una recepción para festejar su cumpleaños 98 (28 de noviembre), pero él se negó insistentemente.

-Les agradecí mucho y expliqué que creía que los tiempos no están propicios para celebraciones. No me habría sentido cómodo en momentos en que hay personas con muchas dificultades y corté por lo sano-, cuenta el abogado titulado en la U. de Chile en 1950.

La conmemoración de 25 años del tratado de paz Chile-Argentina fue, según Fontecilla, el último “gran evento” que tuvo a su cargo. Foto: Andres Perez

“Seguimos siendo un país de pitutos”

-Desde su experiencia en 15 gobiernos, ¿cómo ve a Gabriel Boric?

-El Presidente Boric está comenzando a gobernar y está cumpliendo poco a poco las cosas (que prometió), con cierta dificultad.

-¿Y al país como lo ve?

-¿Sabes tú lo que sucede en Chile? Ha habido una decaída permanente de la educación durante muchos años, que está mostrando sus consecuencias en todas sus formas. No ha habido buena educación pública, y la privada, pese a la bondad de muchas instituciones, ha seguido con la desigualdad y discriminación que en nuestro país han sido tremendas. Hay varios Chile y varios grupos que no se aprecian entre sí y seguimos siendo un país de “pitutos”. Eso no ha amainado.

-¿Cómo cree se debiera enfrentar este problema (mala educación)?

-Con decisión, orden y recursos que no terminen en algunos bolsillos.

-Imagino que muchas veces le habrán ofrecido entrar en política.

-Sí, pero nunca acepté. Siempre he considerado que el funcionario público, que es lo que yo he querido ser siempre, es eso, un funcionario público. Y he servido a todos imparcialmente y con una total prescindencia, sin fijarme en el partido al que representan. Ese es un deber heredado de mi padre, un funcionario judicial que a los 36 años fue ministro de la Corte Suprema.

Fíjate tú -continúa Fontecilla- que en todos los homenajes que he recibido se ha destacado eso. El último fue el que me hizo el (entonces) presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, Jaime Naranjo (PS), días antes de la asunción del Presidente Boric, donde justamente reconoció eso.

“En este Congreso nunca he escuchado a nadie decir una mala palabra de usted”, dijo en esa oportunidad el diputado socialista, agregando que se debía escribir un libro que resumiera la impecable carrera de Fontecilla.

Lo que desconocía Naranjo era que en 2009, 64 diputados de todos los partidos -coordinados por el RN Roberto Delmastro- “hicieron una vaca” para encargar a un periodista que escribiera un libro sobre su vida.

Mariano Fontecilla de Santiago Concha, un diplomático de noble cepa, escrito por Valeria Ortiz, fue presentado el 18 de enero de 2010 en un salón de la Cámara.

Una sala en el Senado lleva su nombre.

Sí, la 144, que está junto al comedor y es muy ocupada por los senadores para el café. Siempre me dicen “esto se arregló en su sala, don Mariano”. Lo más halagador es que reconozcan a una persona en vida con la edad mía, que reconozcan que los mayores no somos un descarte, como lo ha dicho el Papa Francisco.

-Cuando en 2014 irrumpió en la Cámara una nueva generación de exdirigentes estudiantiles, con un estilo informal y desafiante, ¿le chocó, por ejemplo, que no usaran corbata?

-Para nada, me presenté a todos ellos inmediatamente y ni siquiera me fijé si estaban con o sin corbata, esas son cosas internas de la Cámara y, por mi lado, no había ningún inconveniente.

-De todos los políticos con que ha trabajado, ¿quién lo ha marcado más?

-Como le he dicho, nunca me he metido en política, pero con el que tuve una amistad verdadera y muy acogedora de su parte fue con Frei Montalva. Tengo sus cartas guardadas y continuamos una relación hasta su muerte. Durante los años del gobierno de Pinochet, cuando estuve en Madrid y luego en Roma, cada vez que él viajó lo recibí como siempre. Él me decía: “Mariano, cuidado, yo ahora soy muy mala compañía para usted”. Qué me importa, le respondía.

En su libro, Fontecilla recuerda que “Frei hijo siempre estuvo agradecido, porque fui uno de los pocos diplomáticos que no le dieron la espalda a su padre”.

-¿Cómo fue su trabajo en el gobierno militar?

-Seguí siendo un funcionario totalmente de carrera. En septiembre del 73 estaba en España como ministro consejero y de la noche a la mañana yo y muchos compañeros quedamos con las embajadas fuera del convenio de Viena, que regula las relaciones entre los países. Eso no había pasado nunca en nuestra historia. Me pidieron que permaneciera como ministro consejero, pero yo les dije que hasta cierto momento, porque ni siquiera podía firmar documentos.

Fontecilla: "Cuando asumía un gobierno, cambiaban hasta al ascensorista del ministerio y yo tempranamente me convertí en el adalid de los funcionarios de carrera". Foto: Andres Perez

Fontecilla regresó a Chile en 1975 y asumió como director de la Academia Diplomática, desde donde -él cuenta- retomó su defensa de la carrera diplomática versus los funcionarios políticos designados por el presidente de turno, que había iniciado al llegar a RR.EE. en los años 40.

-Antes, cuando asumía un gobierno, cambiaban hasta al ascensorista del ministerio y yo tempranamente me convertí en el adalid de los funcionarios de carrera. Mi primera pelea fue con el general Ibáñez, quien al llegar a la presidencia en 1953 sacó a 40 colegas. Con la ayuda de mi padre logré que restituyeran a varios y desde ahí he dado muchas batallas para lograr tener hoy un 80% de embajadores de carrera y varias cláusulas de inamovilidad. Pero el ideal es que todos los embajadores sean de carrera. Ese es mi último desafío personal.

En 1977, Fontecilla es enviado a Ecuador, hasta que en pleno conflicto en el Beagle asume el canciller Hernán Cubillos, quien mira las embajadas y dice: “¡Qué hace Fontecilla en Ecuador, si es el hombre que tenemos que tener en Roma!”, cuenta en su libro. Y partió a Roma.

-¿Qué anécdotas recuerda de ese difícil periodo?

-(Fontecilla vuelve a eludir hablar de política) El 13 de mayo de 1981 iba en mi automóvil rumbo a mi oficina cuando escucho en la radio que habían disparado al Santo Padre y que había un chileno involucrado. Me fui inmediatamente a la cancillería apostólica y me bajé corriendo sin poder creer lo que había escuchado. Bueno, como se sabe, pasó que el chef Coco Pacheco esa tarde estaba en la plaza de San Pedro, a un metro del ciudadano turco que había disparado contra su Santidad Juan Pablo II.

En 1983 asume como embajador en la España de la transición, donde estrechó -como ha sido su estilo- relaciones con las autoridades del PSOE que se instalaban en La Moncloa. Repentinamente es enviado a los países nórdicos (Finlandia, Islandia, Noruega), donde ayudó a varios chilenos.

En 1983, Fontecilla asume como embajador en la España de la transición, donde estrechó -como ha sido su estilo- relaciones con las autoridades del PSOE que se instalaban en La Moncloa. Foto: Andres Perez

A mediados de 1990, cuando la democracia volvía tímidamente a nuestro país, los entonces presidentes del Senado, Gabriel Valdés (DC), y de la Cámara, José Antonio Viera-Gallo (PS), se vieron un poco agobiados por las decenas de solicitudes de políticos, líderes y organismos internacionales -de todos los colores y países- que querían venir a ver in situ la transición chilena, la reapertura del Congreso en Valparaíso y la sui generis convivencia entre Patricio Aylwin y Pinochet.

Fue entonces cuando le pidieron a Fontecilla si podía asumir “por un tiempo” la coordinación diplomática Cancillería-Congreso, cargo que ocupa hasta hoy.

-El ofrecimiento le cayó del cielo, porque no debe ser fácil dejar la diplomacia cuando se ha ejercido con decisión durante 50 años.

-En 1990 yo estaba en Roma y en noviembre tenía que presentar mi renuncia al ministerio al cumplir 65 años. Meses antes regresé a Chile y me jubilé. Ahí me dijeron: “¿Puedes seguir trabajando con nosotros como coordinador con el Parlamento?’. Encantado, les dije.

En China junto al Presidente Jiang Zemin (1993-2003), acompañando una visita de Andrés Zaldívar y su esposa, Inés Hurtado.

“Me deprime ir al centro”

El funcionario público más antiguo del país y el diplomático con más condecoraciones, entre ellas, el único embajador chileno emérito, “Sir” otorgado por la reina Isabel (al igual que Paul McCartney, Elton John y Mike Jagger) y Gentilhombre (máxima distinción del Vaticano a un laico) firmado por Juan Pablo II, cuenta hoy como si nada que va tres días a la semana a su oficina en el Congreso en Santiago (el resto viaja a Valparaíso).

-Me encanta recorrer las calles del centro, porque yo nací en la casa de mi bisabuela Emiliana (Subercaseaux de Concha) frente al Teatro Municipal, estudié donde los jesuitas en calle Alonso Ovalle y de lunes a viernes pasábamos a buscar a mi padre al Palacio de Tribunales, en Compañía... Mi abuelo Melchor Concha y Toro junto a dos amigos construyeron en 1891 una población para sus empleados en lo que hoy es el barrio Bellavista. La población León XIII fue el primer leasing social en Chile... Pero mire en lo que hoy está convertido el centro, entero pintarrajeado, en un lugar que no se condice con su historia. A mí eso me deprime.

-¿Cómo vivió el estallido social?

-Me encontraba en Ginebra junto a una delegación parlamentaria. Días antes unos senadores italianos me habían preguntado cómo estaba Chile. Yo les comenté que percibía tensión en el ambiente a raíz de las diferencias sociales tan tremendas que existían. Días después (del estallido), uno de ellos me llamó y me dijo que me había adelantado a lo que estaba ocurriendo en nuestro país.

-¿Ha seguido los intentos por encaminar un nuevo proceso constituyente?

-Como cualquier persona. Atiendo a Elizalde y a Mirosevic y veo que ellos están haciendo todo lo que está a su alcance para que esto (proceso) no salga impregnado de esas diferencias que le comentaba y que de repente afloran en todas partes.

-Finalmente, ¿cuál es su secreto para llegar a los 98 años en estas espléndidas condiciones?

-(Piensa sin encontrar la respuesta) No hago deporte, como de todo con moderación, de vez en cuando tomo una copa de vino. Así que supongo que el secreto es preocuparme de los demás y no tanto de mí, al igual que mi padre, que llegó a los 95 años. A las siete de la mañana estoy vestido, afeitado y desayunado para estar preparado para cualquier emergencia. Y sin siesta.

Aunque su nombre no aparezca tanto como el de otros personeros, Fontecilla jugó un rol clave en la visita del Papa a Chile en 1987. Foto: Andres Perez

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