La vida circular de Emilio Berkhoff

Tal como hace siete años, el activista promapuche que alguna vez fue calificado de “líder” de la CAM está acusado por un ataque incendiario. Luego de ser detenido en un operativo antidrogas, una de las víctimas del atentado dijo haberlo reconocido en TV. Pese a sus entradas y salidas de la cárcel, a pasar en rebeldía y en libertad, su camino no ha cambiado. Los ojos de la justicia, las policías y hasta el gobierno siguen posados en él.


A la altura de Los Vilos, la Brigada Antinarcóticos de la PDI detuvo una camioneta Chevrolet Silverado. Era la madrugada del viernes 12 de junio, al cierre de la peor semana de Chile en la pandemia del Covid-19. Los detectives no encontraron drogas, pero sí municiones: había 50 cartuchos de 9x19 mm. Al identificar a los cuatro pasajeros también se llevaron una sorpresa. En el asiento trasero, al lado de Patricio Albornoz, hermano menor de un antiguo capo del narcotráfico de Concepción, estaba Emilio Berkhoff (34).

El hombre al que alguna vez se le apuntó como uno de los líderes de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), la organización detrás de múltiples atentados en La Araucanía, había pasado a hacer labores de “cobertura” en un traslado de estupefacientes. Era un soldado más. Hasta entonces, el único antecedente que lo ligaba a tenencia de drogas databa de 2005, cuando solo tenía 18 años y fue detenido en Los Ángeles por andar con 5,4 gramos de marihuana.

Accidentalmente, la actuación de esa unidad de la PDI interfirió con un operativo mayor coordinado desde la Región del Biobío, el destino final de la droga adquirida en los alrededores de Antofagasta. De acuerdo con lo informado posteriormente por la Fiscalía de Concepción, la Silverado solo era uno de los cuatro vehículos que participaban del delito. Su labor principal era ir alertando al resto de la caravana de cualquier presencia policial o anomalía en el camino. En una de las pocas participaciones de Berkhoff registradas por las autoridades gracias a la interceptación de teléfonos, éste les advertía a sus compañeros que se acercaba una camioneta como las que utiliza la PDI para transportar a sus perros.

Varias horas más tarde y cientos de kilómetros más al sur, la PDI interceptó los otros tres vehículos, detuvo a sus siete tripulantes y decomisó 824 kilos de pasta base. Entonces se dieron cuenta de que los 11 integrantes del grupo habían conseguido salvoconductos a través del representante de una empresa de climatización inexistente, que entregó información falsa en la Comisaría Virtual. Al cabo de un mes, también capturarían a otros nueve integrantes de la banda, incluido su líder, Yohanny “Chuqui” Albornoz. Berkhoff había conocido a su hermano Patricio y al piloto de la Silverado, Alejandro Ferreira, mientras cumplía condena en el Centro Penitenciario de Educación y Trabajo de Lebu.

El video de Berkhoff siendo conducido hacia una patrulla por un detective fue visto por R.C.B., trabajador de una contratista de la Forestal Mininco que había sido amenazado durante un ataque incendiario ocurrido 13 días antes en el Fundo Buen Retiro, en el sector de Capitán Pastene, comuna de Lumaco. La chaqueta Columbia azul y roja que llevaba el imputado le pareció familiar. Así se lo diría después al Ministerio Público:

“Llevaba puesta una casaca idéntica a la que me sustrajeron en el atentado, reconociéndola de inmediato como de mi propiedad”.

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Los ancestros paternos de Emilio Berkhoff fueron colonos ucraniano-alemanes que llegaron al sur de Chile a mediados del siglo XIX. Su tatarabuelo, Emilio Berkhoff Kurre, llegó a Chile siendo menor de un año en el barco hamburgués “Alfred”, que zarpó el 16 de agosto de 1856 rumbo a Puerto Montt. Su familia se estableció en el Fundo Putabla, cerca de Máfil, en la Región de Los Ríos.

Justamente ahí, en Valdivia, nació Berkhoff, en 1986. Sus padres trabajaban para la Iglesia en aquellos años; su papá, Emilio Berkhoff Estrada, tenía un cargo en el Obispado, y su mamá, Elisa Jerez, se desempeñaba en labores de administración de la Vicaría de la Solidaridad y dedicaría prácticamente toda su carrera a labores sociales. “Éramos una familia de clase media normal, que nunca tuvo problemas con nadie”, dijo Berkhoff Estrada a La Tercera, en 2013.

Diez años después, ya con tres hijos, la familia se mudó a Los Ángeles por trabajo. Según detalla La biografía de Matías Catrileo, escrita por el historiador Fernando Pairicán, fue allí donde Berkhoff conoció de cerca la causa mapuche. Siendo un niño, habría acompañado a su madre en varias ocasiones al Alto Biobío a manifestaciones en contra del proyecto hidroeléctrico de Ralco.

Después de la separación de sus padres, en 2001, Berkhoff se estableció en Temuco con su mamá y dos hermanos. No era un alumno destacado, pero entró a Ingeniería en la U. de Concepción en 2004. La carrera no le gustó, así que regresó donde su familia y luego, en 2006, se matriculó en Antropología de la Universidad Católica de Temuco. Era la carrera que su madre había dejado sin terminar muchos años atrás. “Encontró su verdadera vocación. Ahí se introdujo en el mundo mapuche y se puso muy sensible con el tema”, señaló su papá en 2013.

Fue en esos años cuando coincidió con el estudiante de la Ufro Matías Catrileo en los círculos universitarios de apoyo a la causa mapuche. Ambos se hicieron amigos, aunque inicialmente tenían visiones diferentes de cómo abordar el conflicto. De acuerdo con la biografía de Catrileo, este era escéptico a los postulados mas radicales de la CAM que estaban permeando el movimiento estudiantil de la zona. Acaso por su cercanía con el Biobío, donde se originó la CAM, Berkhoff defendía sus posiciones. Ambos terminarían confluyendo ideológicamente hacia los últimos días de Catrileo, cuando este murió el 3 de enero de 2008 a manos de Carabineros, en medio de una toma cerca de Vilcún. Berkhoff se enteró de la noticia esa misma mañana por un llamado de su madre, cuando viajaba en un bus a Coñaripe. De inmediato, decidió regresar a Temuco para recibir los restos en el SML.

Para entonces, Berkhoff se había retirado de la universidad, había comenzado una relación con Peggy Bocaz, otra activista pro mapuche, y participaba activamente de la red de apoyo a la CAM. Hasta 2010 solo había sido detenido por desórdenes públicos en 2007, pero a partir de ese año, su nombre comenzaría a repetirse en los tribunales de la zona. En mayo, se le formalizó nuevamente por desórdenes y maltrato de obra a Carabineros, después de romperle el dedo anular de la mano derecha al sargento Marco Torrealbo de una patada. Estuvo 75 días en prisión preventiva. Durante su último mes, se plegó a una huelga de hambre en solidaridad con los denominados presos políticos mapuches. Apenas quedó en libertad, decidió radicarse con su pareja en Puerto Choque, a las orillas de la laguna Lleu Lleu, cerca de Tirúa. Ahí firmó un arriendo con una familiar de Ramón Llanquileo, uno de los líderes de la CAM. Comenzó a cultivar la tierra, a criar animales y a atender un quiosco en un camping junto a su conviviente.

Héctor Llaitul,

Las policías estaban atentas a otras de sus actividades. Sus constantes visitas a la Cárcel El Manzano, donde estaba recluido Héctor Llaitul, levantaron sospechas tempranamente, pero recién en 2012 dieron con un testimonio que lo involucrara en delitos. En una causa por un ataque incendiario en Carahue, un testigo mencionó su nombre. Se trataba de un pariente de Luis Menares Chanilao, que estaba preso en el mismo recinto que Llaitul. Este indicó que en los círculos de la CAM, Berkhoff era conocido como “Emiliano Zapata”, en referencia al revolucionario mexicano.

“Emilio es muy cercano a Llaitul, cuando iba a visitas conversaban en privado, era como su brazo derecho operativo en la calle, ya que participaba activamente en la red de apoyo y ayudaba a los presos y sus familias, incluso fue a dejarnos mercadería al campo”, señaló en su declaración, donde también involucraba a Berkhoff en atentados desde 2010.

Los hechos descritos en este testimonio nunca fueron comprobados ni utilizados en un juicio, pero fueron suficientes para que el Juzgado de Garantía de Cañete le permitiera a la fiscalía interceptaciones telefónicas y otras diligencias que terminaron vinculando a Berkhoff con ocho episodios de violencia en la zona entre el 14 de junio de 2012 y el 25 de enero de 2013. El 1 de febrero, alrededor de las 18.45, la camioneta en la que viajaba Berkhoff junto a su pareja fue interceptada en el km 9 de la Ruta P-705. Los carabineros le encontraron un revólver .38 no registrado, con municiones en un banano que llevaba en la cintura.

Al día siguiente, antes de que se formalizara cualquier investigación por robo con intimidación o incendio, el ministro del Interior de la época, Andrés Chadwick, indicó que se había detenido a “uno de los operadores más importantes de las organizaciones violentistas de la zona”.

Durante mucho tiempo, Berkhoff alternó entre la prisión preventiva y un arresto domiciliario que incumplió varias veces. Estuvo 21 días en huelga de hambre en marzo de 2013, salió en libertad, incumplió sus cautelares, se declaró en rebeldía y en mayo fue detenido nuevamente cuando portaba una Smith and Wesson con el número de serie borrado. Finalmente, en marzo de 2015, enfrentó un juicio oral por 12 cargos de robo con intimidación, incendio e infracción a la ley de armas. El Tribunal Oral en lo Penal de Cañete leyó su sentencia el viernes 27 de marzo de 2015. El tribunal tomó en cuenta que los testigos clave de la fiscalía eran reservados y que, en sus testimonios, el reconocimiento facial de Berkhoff no era espontáneo, sino que se fue acercando progresivamente a sus rasgos distintivos, como la tez blanca y ojos claros -un testigo mencionó que se parecía a Mauro Olivi, delantero argentino que por entonces jugaba en Colo Colo-. Se le condenó a cinco años y un día por los cuatro delitos flagrantes: porte ilegal de arma de fuego y arma de fuego prohibida y dos por posesión ilegal de municiones.

Al cierre del juicio, el acusado hizo uso de la palabra.

“La fiscalía no ha demostrado prueba alguna que me vincule con los hechos investigados. Siempre supe que sería así, aquí no se ha buscado a los responsables de los hechos, sino que responde a la persecución constante del Estado chileno contra el movimiento mapuche”, señaló.

Cuando la Corte Suprema ratificó su condena, en julio de 2015, Berkhoff desapareció. Así, retomó su trayectoria circular de clandestinidad, cárcel y libertad: arrestado en 2016 cuando regresaba a su casa en Puerto Choque; liberado condicionalmente por la Corte de Apelaciones de Concepción en 2017; detenido en Lebu por intentar fugarse de un control de Carabineros en 2018, y liberado otra vez unos días después. Parecía un camino sin final.

Berkhoff

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Recientemente, otro ministro del Interior volvió a comentar una detención de Emilio Berkhoff. El 16 de junio, un día después de que se hiciera pública la operación que desbarató a la banda que transportaba pasta base a Concepción, el exjefe de gabinete Gonzalo Blumel viajó a la zona para pedirle más detalles a la PDI. “Hay ciertos antecedentes respecto de vínculos entre delincuencia organizada y, por supuesto, las acciones de violencia que hemos visto en la Macrozona Sur, pero en este caso, eso lo va a determinar la justicia”, dijo Blumel.

Con el nombre de Berkhoff involucrado, las especulaciones acerca del financiamiento del narcotráfico a organizaciones violentistas volvieron a asomarse, pero la fiscal Carla Hernández salió rápidamente a responder las dudas. Hasta el momento, los investigadores creen que el traslado de droga solo es una forma de Berkhoff para generar recursos personales.

“No hay nada, ningún vínculo con el financiamiento de actividades en La Araucanía. Para mí que todo ese discurso no es más que una justificación para cometer delitos comunes”, dice Hernández.

La CAM tampoco guardó silencio. A través de un comunicado, se desmarcó de Berkhoff, aclarando “enfáticamente que nunca ha sido dirigente ni líder de nuestra organización” y que las referencias a ese nexo solo “tienen por finalidad enlodar la lucha mapuche”. Según la PDI, este mensaje se ajusta parcialmente a la información que manejan, pues aseguran que Berkhoff se habría alejado de Llaitul en los últimos años y derivado hacia la Weichan Auka Mapu (WAM), un grupo escindido de la CAM hace casi una década.

Precisamente, un panfleto de esta organización había sido encontrado en el Fundo Buen Retiro de Lumaco algunas semanas antes, tras el ataque incendiario del 30 de mayo. Ese día, cuatro trabajadores forestales que realizaban mantención de caminos fueron abordados por seis hombres con armas largas, gorros en la cabeza, pañoletas sobre la cara y ropa de camuflaje. R.C.B. fue derribado por uno de ellos, quien le puso una rodilla sobre la cabeza y amenazó con matarlo si no obedecía. El atacante le quitó su celular y la chaqueta Columbia que R.C.B. luego creería reconocer en TV. Los testigos lo describirían como un hombre de piel clara y ojos verdes.

El grupo quemó cuatro máquinas avaluadas en $ 350 millones antes de escapar del lugar. Sus integrantes también le dispararon a una camioneta Chevrolet y se llevaron otras dos, una Mitsubishi y una Toyota.

Tras la última declaración de R.C.B., la PDI habría corroborado que la chaqueta Columbia que llevaba Berkhoff al ser detenido en Los Vilos era la suya, pues no solo se trataba del mismo modelo, sino que también era de la misma talla (M) y tenía los mismos dos agujeros que la víctima había descrito, causados por cenizas de cigarro. Luego se revisaron los celulares requisados en el operativo antidrogas. Entonces se habría descubierto, gracias a la georreferenciación, que uno de los aparatos había hecho un trayecto hacia y desde Lumaco el día del atentado, en horas aproximadas. Estos informes fueron suficientes para que Berkhoff fuera formalizado el 31 de agosto, por los mismos delitos de siete años atrás.

En el entorno del acusado optan por el silencio, pero transmiten que Berkhoff ya se ha encontrado en esta misma situación en el pasado, con pruebas más o menos similares en su contra que finalmente no han sido efectivas en un juicio oral.

De una u otra forma, sienten que la historia se puede repetir.

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