La otra vida de la familia Ancalaf

En este lugar, Julieta Pérez Ancalaf y el resto de los imputados habrían torturado a los dos mecánicos de Collipulli.

Hasta el reciente caso de tortura y secuestro en Collipulli, los Ancalaf eran conocidos por ser una familia asociada a la reivindicación de tierras. ¿Qué explica este giro hacia la violencia? Nadie tiene una respuesta.


El problema era este: alguien se había robado las armas y la marihuana de la familia Ancalaf. Por eso es que el 2 de junio, en la casa de María Ancalaf, dentro de la comunidad Choin Lafquenche, en Collipulli, los miembros del clan y cercanos se reunieron. Según declaraciones judiciales estaban Héctor Artigas y su pareja, la dueña del hogar, además de los hijos de ella, Ignacio y Julieta Pérez Ancalaf. Pero no eran los únicos. También estaba el novio de Julieta, Ricardo Aránguiz, y el grupo compuesto por Christopher Jara, Diego Mansilla-Villena, Alexi Villa y Bryan Ercoli.

En algún minuto del mes anterior Julieta y su pareja habían escondido esas armas y drogas dentro de la comunidad. Cuando quisieron recuperarlas no las encontraron y, por eso, empezaron a organizar una manera de recuperarlas. María Ancalaf y su hija fueron a preguntarle a un mecánico de Collipulli, apodado “Cacharra” y conocido por transar con armas, quién había sido. El hombre, de 46 años, les dijo que el culpable era otro mecánico que vivía con él y que en otras oportunidades había realizado trabajos para los Ancalaf. Era conocido como “Jani”. Según el “Cacharra”, “Jani” andaba trayendo marihuana, armas y plata.

Ahí, según declaraciones en la carpeta judicial, Julieta Pérez dijo: “Entonces fue el ‘Jani’”.

El plan para capturarlo comenzó ahí. María Ancalaf llamó al “Jani” para decirle que viniera a hacerle una reparación, inventándole que los ratones le habían comido los cables de su camioneta. “Jani” aceptó, pero pidió que lo pasaran a buscar y así lo hicieron. Ricardo Aránguiz lo trasladó y, a su regreso, el mecánico se encontró con la emboscada. Cuando abrió la puerta del auto para salir, había seis encapuchados, premunidos de palos y armas de fuego. La única que no tenía el rostro cubierto era Julieta Pérez. Ella sujetaba un hacha.

Todos se abalanzaron a golpearlo, pero hubo una agresión que lo dejó demasiado mareado como para escapar. Fue el golpe con el borde del hacha que Pérez Ancalaf le dio y que le partió la cabeza a “Jani”. Luego lo amarraron y lo movieron a una bodega donde siguieron golpeándolo, lanzándole agua fría con un balde y preguntándole dónde estaban las drogas y las armas.

Julieta Pérez, según testigos, fue la más violenta. Sacó un cuchillo de cocina grande que tenía y lo hundió en el muslo izquierdo del “Jani”. La mujer, de 22 años, no terminó ahí. A pesar de estar haciendo esto por primera vez, de no haber tenido antecedentes criminales, empujó la tortura un poco más y, luego de que llevaran al mecánico al predio de la madre de Christopher Jara, en el sector de Melito, le cortó el dedo meñique del pie derecho.

Las raíces

El origen de la familia Ancalaf no están en Collipulli. María Adela Ancalaf Llaupe, por ejemplo, nació en el sector de Las Hortensias, en Cunco. Fue la cuarta de los siete hijos de sus padres, en una familia donde el más célebre, por mucho tiempo, fue su hermano mayor, Víctor: exmiembro y fundador de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), que perseguía la reivindicación territorial del pueblo mapuche. De acuerdo a información policial, ambos no mantienen una relación muy cercana. De hecho, mientras Víctor se estableció en Nueva Imperial, María Ancalaf dejó La Araucanía y se trasladó a Atacama. Allá, en la ciudad de Copiapó, se casó en julio de 1990 con Francisco Abarcia. La ceremonia fue 21 días después del nacimiento del único hijo de ambos, Jonathan Alexander. La vida marital no duró mucho. Luego de dos años, Abarcia falleció por la hemorragia que le causó un tumor por cáncer a los huesos. Tenía 24 años al morir y Ancalaf, 25.

Hacia el final de los 90, la viuda se buscó una vida en la Sexta Región. En Rancagua se emparejó con el agricultor Manuel Pérez, que trabajaba en el fundo Las Delicias de Requínoa. Tuvieron dos hijos: Stephany Julieta en 1997 y Guillermo Ignacio en 1998. La vida allá, sin embargo, no duró demasiado. El mismo 1998, la Conadi le cedió 124 hectáreas a Víctor Ancalaf y a 14 familias para instalar la comunidad Choin Lafquenche, en las cercanías de Collipulli.

María Ancalaf se unió a la comunidad y crió a sus hijos ahí, eventualmente sin Manuel Pérez, pero sí con Héctor Artigas. Julieta fue alumna en el colegio particular Wolfgang Amadeus Mozart de Collipulli, mientras que sus hermanos fueron a liceos como el Cornelio Saavedra o el Jorge Alessandri.

Ninguno tenía antecedentes policiales. Pero según un trabajador radial de la zona, “eran conocidos por ser una familia conflictiva. Se creían con un poder tremendo, amenazaban a medio mundo”.

Más allá de las impresiones de vecinos, el único problema policial que Julieta tuvo fue el 12 de febrero de 2013. Esa vez, a días de cumplir 16 años, fue detenida por personal de la comisaría de Angol por causar desórdenes públicos durante la audiencia de revisión de medidas cautelares de Fernando Millacheo, Guido Bahamondes, Cristian Levinao, Carlos Manquel y Juan Queipul, formalizados por los delitos de homicidio frustrado, robo con intimidación e incendio, en el Tribunal de Letras y Garantía de Collipulli. No fue la única arrestada en ese lugar. Dentro de los 19 comuneros detenidos también estaba Camilo Catrillanca, quien moriría por un disparo policial a finales del año siguiente.

La misma historia se repetía con sus hermanos. Ignacio, por ejemplo, solamente fue detenido el 25 de mayo pasado, junto con su madre, por provocar desórdenes públicos previos a la muerte del sargento de Carabineros Francisco Benavides, producida el día anterior. Pérez Ancalaf fue arrestado por oponerse a un control policial. Mientras que su madre, según el parte de Carabineros, agredió e insultó a los uniformados por retener a su hijo. Ninguno de los dos, sin embargo, pudo ser relacionado con el homicidio de Benavides.

Los informes de inteligencia describen que la comunidad Choin Lafquenche se caracteriza por mantener pretensiones económicas sobre el Parque Eólico Malleco, como también de reivindicar el fundo Taitamito. Es por eso, dicen los reportes, que llevan a cabo acciones violentas en los alrededores de la Ruta R-35.

Las cenizas

En algún minuto el padre de “Jani” fue a preguntar por él. En su declaración dijo que conversó con María Ancalaf. Esto fue lo que escuchó: “Su hijo está aquí, pero lo tienen en otro lado. Se perdió un arma acá y por eso lo tenemos acá, le dimos la confianza, se veía un buen cabro, no hallo qué hacer con él. Hasta que aparezca el arma su hijo no va a salir de acá, pero está bien. Yo no sé si será él, pero quizás otros andan usándolas”.

Al no conseguir la información que buscaban, el 8 de junio decidieron secuestrar al “Cacharra” desde su taller. Lo llevaron a la misma choza donde tenían al “Jani”. Allá, lo desnudaron y golpearon. Julieta Pérez, según el relato de testigos, le sacó cuatro dientes con un alicate amarillo. Después le hizo cortes en las orejas, como las marcas que se hacen al ganado.

“Cacharra” gritó de dolor durante las horas y días siguientes. No entregaba el paradero de las drogas y las armas. A Julieta, entonces, se le ocurrió usar cables de corriente para electrocutarles los genitales. Un testigo la recuerda comiendo un dulce koyak y fumando cigarros o marihuana desde su pipa, mientras estas cosas pasaban. También que fue ella la que echó brasas prendidas a “Jani” con un palo que le metió dentro de la boca, mientras él gritaba.

Entre el 9 y 11 de junio los captores vejaron sexualmente a los mecánicos y los forzaron a abusar sexualmente del otro.

La hija de “Cacharra” logró mandarle un mensaje a Julieta Pérez por redes sociales. Le dijo que su padre no tenía nada que ver con esto y que lo soltaran. Pero Pérez, según la investigación de fiscalía, contestó que no sabía de lo que hablaba, porque estaba en Puerto Montt.

Alrededor de las 2 am del 12 de junio, el “Jani” logró escapar y pedirle ayuda a Carabineros. Cuando el grupo se dio cuenta, golpearon al “Cacharra” y algunos salieron a buscar al “Jani”, pero nunca lo encontraron. Al volver, vieron que el mecánico de 46 años había fallecido.

Un testigo contó esto a la PDI: “Christopher me dice que lo mató, que ‘Cacharra’ le había pedido agua y él tomó una caja de vino que estaba a la mitad y se la puso en la boca y se la apretó. Y como le entró aire y vino, se ahogó. Después le pegó un palo y le dijo “despierta chuchatumare” y no reaccionó”.

Luego de eso, desmembraron el cuerpo del “Cacharra”. Trataron de disolverlo con ácido muriático que compraron, pero terminaron quemándolo en una fogata. En la mañana, Julieta Pérez empezó a rastrillar la ceniza para que no quedara ningún hueso.

El 19 de junio, la PDI y Carabineros la detuvieron a ella, a su madre y a sus hermanos en la comunidad Choin Lafquenche. También fueron detenidos todos los otros participantes del secuestro y tortura. Hoy, los 12 imputados se encuentran en prisión preventiva. Se espera que la fiscalía pida presidio perpetuo calificado para varios de ellos. Julieta Pérez y su familia aún no declaran. Tampoco han aparecido las armas o la marihuana. “Jani” logró sobrevivir. Se encuentra internado con protección policial.

-No podemos dar una explicación de por qué los imputados actuaron de esta forma. Pero si lo comparamos con otras situaciones que han ocurrido en la región en estos últimos 20 años, la verdad es que no encontramos casos de las mismas características -dice el fiscal regional, Roberto Garrido.

Víctor Ancalaf, que no quiso participar de este artículo, dijo públicamente que esta situación lo tiene sorprendido y que “estos delitos no están dentro de la reivindicación mapuche”.

Otro miembro de la Choin Lafquenche sólo dice esto: “La situación de nuestra comunidad es muy triste. Esto es una desgracia”.

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