La herida interior de Aranza Villalón

Misraín Villalón quería ser músico. Estudió Ingeniería en Sonido, pero lo abandonó por falta de recursos. Su hermana Aranza le dedicó su medalla de bronce en los Panamericanos. Foto: Facebook.

Luego de conseguir el logro más importante de su carrera, la ciclista de La Florida contó al mundo su calvario: su hermano había sido asesinado horas atrás. Sus palabras escondían una historia de esfuerzo y victorias, pero también de dolores profundos y una gran ausencia.


Aranza Villalón (28) dice que le costaba entender lo que su hermana Paula le decía a través del teléfono esa mañana del jueves 19 de octubre pasado. Entre sollozos le contaba que a su hermano mayor, Misraín (34), lo habían matado a tiros esa madrugada.

En ese momento, Villalón pensó en la infancia que compartió con sus cuatro hermanos, con Paula (27) y Daniela (33); ella es la segunda de todos. Pensó en el dolor de su madre y en lo que se venía.

El gran problema era que Aranza Villalón, ciclista de pista y de ruta, y seleccionada nacional desde los 15 años, tenía que correr el desafío más importante de su carrera en tres días más: iba a competir en la final panamericana del ciclismo de ruta femenino la mañana del domingo.

Luego de cortarle el teléfono a su hermana, Villalón miró a su entrenador y pareja, Daniel Bretti. No entendían nada: Misraín Villalón había visto a su familia pocos días atrás. Todo estaba normal. Pero Villalón, dice, nunca modificó la planificación de su día. Hoy, sentada en la sala de eventos de su departamento, con un jugo de frambuesa al frente, dice que ella no es así.

-Con lo poco que sabía, lo único que dije fue: en la tarde voy a ir a verlas.

Villalón se vistió y junto a su entrenador fueron a Isla de Maipo.

-Es que tenía que ir a reconocer la pista que iba a recorrer. Porque tenía que seguir la planificación. Así de drástica soy en todas las cosas. No podía dejar que eso me derrumbara.

Cuando terminó su itinerario del día, Villalón se dirigió al Servicio Médico Legal. Ahí estaban su madre y hermanas. Las acompañó a hacer los trámites para recuperar el cuerpo de su hermano. Luego, volvieron a la casa de su madre. Ahí, Aranza Villalón compartió con el hijo de su hermano, Misraín “junior”.

En ese momento Villalón se quebró. Pero luego se reincorporó y se acercó a su mamá.

Lo que le dijo, ella lo ve como un mecanismo de autoprotección.

-Le dije: mamá, esta es una situación muy dura, pero necesito concentrarme en esto. Necesito que me entiendas. No voy a ir ni al velatorio ni al funeral. Uno sabe lo que le hace bien y lo que no. Y hacerlo era como atentar contra mi vida.

Villalón, cuando explica algo, pone los dedos en punta sobre la mesa.

-Mi mamá me respondió y me dijo: piensa en que no lo vas a volver a ver. Yo le dije ‘lo sé, pero no quiero ver a mi hermano así’.

Su madre la entendió.

-Me dijo: tú tranquila.

Al día siguiente, mientras velaban a su hermano, la ciclista estaba concentrada en una cabaña en Isla de Maipo.

Estaba decidido. Pasara lo que pasara, iba a competir igual.

La fuga

Aranza Villalón dice que la infancia de ella y sus hermanos en La Florida era la de una familia que, con mucho esfuerzo, llegaba a fin de mes. Vivieron un tiempo en un departamento de dos habitaciones. Dormían los cuatro en una de ellas.

Su padre, Misraín Villalón, era arquitecto y trabajaba en construcción. Su madre, Ana Sánchez, era secretaria y vendía seguros. El dinero no sobraba.

Su padre les decía que tenía que trabajar por largos períodos fuera de Santiago. Por eso, ellos quedaban mucho tiempo a cargo de nanas, de vecinas o de su abuela materna, Eva Lobos, quien era auxiliar en un colegio.

-Mi abuela siempre nos decía: ustedes son cuatro bocas que alimentar -cuenta-. Por eso sabíamos que teníamos que controlarnos al comer. Que había porciones.

Las semanas en que su padre estaba ausente, las retribuía de otras maneras, dice Aranza Villalón. Él les fue mostrando a sus hijas que el deporte era una actividad importante, que además de hacer bien para la salud, también era una manera de despejarse y liberar tensiones. Eso se acentuó con un hecho en 2007 que, según su hermana Daniela Villalón, dio vuelta la historia de la familia por completo.

-Cuando cerraron mi taller de gimnasia en el colegio, empecé a andar en bicicleta. Me iba cada vez más lejos. Primero llegaba a Las Vizcachas y después ya me iba para el Cajón del Maipo.

En una de esas rutas se encontró con el profesor Carlos Silva, un exciclista profesional que estaba abriendo un club de cicloturismo. Él invitó a Daniela Villalón a que llevara a sus hermanas, Aranza y Paula, a aprender a la escuelita que él mismo realizaba en el velódromo del Estadio Nacional.

-Cuando fui a la casa de ellas, me encontré una familia un tanto quebrada. No estaba el papá. Era una realidad bien vulnerable, por el barrio en que vivían también -recuerda Silva-. Nunca me voy a olvidar de la cara de la Aranza cuando las invité. Es imposible describir la felicidad que tenía. Se notaba que ella estaba buscando una forma de escaparse un poco.

Aranza Villalón dice que la sensación que tuvo cuando se subió a una de esas bicicletas prestadas no la pudo replicar con nada más.

-Fue muy bonito, porque la bicicleta es algo que te lleva a otros lugares. Te sientes libre.

Así, Aranza, Paula y Daniela Villalón hicieron del ciclismo parte de sus rutinas. Iban dos veces a la semana al velódromo a entrenar. Ahí, dice Aranza, el profesor Silva le fue enseñando algunas cosas: la importancia de la disciplina, de la constancia. También le dijo algo que le quedó dando vueltas. “Este es un deporte para la gente que le gusta sufrir”.

Misraín Villalón, en cambio, no adoptó el ciclismo en su vida. Le apasionaban otras cosas. Creció como un niño tímido, con una inclinación por el skate y la música. Por eso, cuando salió del colegio, decidió estudiar Ingeniería en Sonido: quería producir sus propias canciones.

La vida, sin embargo, lo fue conduciendo por otros caminos.

En 2008, mientras su hermana Aranza Villalón se formaba, Misraín Villalón robó en un Homecenter de La Florida. Tenía 19 años. Dos años después, fue detenido por porte de arma cortopunzante. Ese mismo año fue denunciado por su pareja por violencia intrafamiliar.

-Mi hermano no era un santo. Hubo un momento en que se empezó a juntar con gente equivocada -dice Daniela Villalón-. Y la denuncia fue por una pelea con su polola de ese tiempo, con quien tuvo su hijo. Pero fue un tema puntual entre ellos.

El 2011 fue un año de contrastes a nivel familiar.

Aranza Villalón internacionalizó su carrera y consiguió ser seleccionada nacional. Ganó un oro en ciclismo de pista en un Panamericano Juvenil y, con 15 años, ya era campeona nacional. Había encontrado una forma de vivir de la bicicleta y su familia la celebraba. Quizás por eso su hermana Paula decidió seguir sus pasos. Ahí se produjo el quiebre.

-Supimos que mi papá le estaba siendo infiel a mi mamá -dice Aranza Villalón-. Tenía otra familia, con cuatro hijas más. Fue duro. Como que armas el rompecabezas. Y te das cuenta de que te mintieron toda una vida.

El matrimonio de sus padres estaba terminado. La ciclista no habló con su padre en tres años. Daniela, en tanto, no le dirigió la palabra nunca más.

La separación afectó a toda la familia. Pero a Misraín, dice Daniela Villalón, el tema le dolió más. Aunque nunca lo admitió. En ese tiempo, el joven también tuvo que abandonar su carrera. Ya no podía financiarla con un hijo a cuestas.

Los años que vinieron Aranza Villalón vivió en Argentina, Colombia y España. Pero fue en Bogotá donde dio el gran salto. Se dio cuenta de que podía alcanzar grandes podios. Misraín, en tanto, se siguió concentrando en la música, aunque de forma autodidacta y en sus tiempos libres: cuando dejaba de trabajar como guardia de seguridad.

El último golpe para Misraín fue la muerte de su abuela Eva Lobos, en 2014. Hace un tiempo que estaba viviendo con ella. La mujer se había vuelto un eje en su vida.

-Él sentía que era la persona que más lo entendía. Cuando le pasaba algo, le contaba siempre a ella -dice Daniela Villalón-. Muchas veces me dijo que estaba muy afectado. Hasta le dedicó una canción. Ahí él entró en una etapa un poco oscura.

Según su historial de causas en el Poder Judicial, entre 2017 y 2020, Misraín Villalón cometió una serie de robos en supermercados. En abril de 2019 robó unos guantes y una chaqueta de una tienda en el Costanera Center. Ese mismo año, robó $12 mil en mercadería de un supermercado en La Florida. El último ilícito de este tipo que registra es de 2020: otro robo por $12 mil pesos en un supermercado.

-Yo creo que hizo todo eso como una forma de descargar la rabia que sentía por la pérdida de su abuela. Porque él no tenía necesidad de robar- dice su hermana Daniela.

Misraín Villalón quería cambiar. Este 2023 estaba refugiándose cada vez más en la música y había sacado una licencia de conducir para trabajar instalando antenas de telefonía.

Ese mismo año, Aranza Villalón clasificó a los Juegos Panamericanos de Santiago. Estaba mentalizada en que iba a ganar un oro en la prueba de pista. Para eso, viajó a México, donde entrenó durante un mes.

El 18 de octubre tomó un vuelo rumbo a Chile. Esa noche, según la tesis de la Fiscalía, Misraín Villalón fue a la casa de un amigo, Víctor Escobar. A esta casa también llegó un sujeto apodado “El Vene”, quien ingresó irregularmente al país. Ya conocía a Villalón de antes. En medio del consumo de alcohol surgió una pelea. Según el Ministerio Público, otro sujeto, Juan Espinoza Oviedo, le entregó un arma a “El Vene”, con la que le disparó en la cabeza a Villalón.

A Aranza Villalón la llamaron la mañana siguiente. Estando a horas de competir en la prueba más importante de su carrera, supo que a Misraín lo habían asesinado.

-El error que cometió mi hermano es que él pensaba que todos eran sus amigos -dice Daniela Villalón-. Pero estaba con la gente equivocada, en el momento equivocado.

El dolor

Mientras pedaleaba, Aranza Villalón tenía que controlar su respiración. Ese domingo 22 de octubre le faltaban 10 kilómetros de ruta. Estaba promediando 45 kilómetros por hora. A esa altura, considerando que ya veía que se acercaba a su rival que tenía al frente, se dio cuenta de que podía pelear un podio.

El dolor, a esa altura, era agónico. Pero pensó en su mamá, en su familia. En su hermano. También pensó en las penurias que tuvo que pasar en su carrera. Cuando llegó a la meta, los periodistas le dijeron que había ganado el bronce. Ella estalló en llanto. El dolor era incontenible. En eso, les confesó a todos que a su hermano lo había matado un sicario.

-Se entendió mal, porque usé la palabra sicario como sinónimo de asesino. En ese momento pensé que estaba bien dicho.

Luego vinieron entrevistas y llamados. A ella le dolió que dijeran que su hermano era un delincuente. Que por eso lo habían matado.

-Pero mi hermano no era un delincuente. Nunca mató a nadie, ni le hizo daño a nadie. Él cometió errores, como todo el mundo- dice Daniela Villalón.

Aranza Villalón hoy piensa en más cosas: está en pleno ciclo olímpico, pensando en los Juegos de París 2024. Sin embargo, su entrenador, Carlos Silva, se detiene en otra cosa.

-A todos les sorprendió cómo pudo correr después de esa noticia. Pero ella siempre fue el ejemplo de eso: de la mentalidad que tiene ella.

Su hermana Daniela agrega algo más.

-Ella tiene una fuerza mental que no tiene límites. Por eso, también creo que va a superar este dolor tan grande. Y lo va a hacer como lo sabe hacer: pedaleando.

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