Heraldo Muñoz (PPD): “Sería un gesto de coraje que EE.UU. pidiera disculpas por haber promovido el Golpe”

Heraldo Muñoz ha sido portavoz del gobierno de Lagos, presidente del PPD y embajador en Brasil, la OEA y Naciones Unidas. Foto: Mario Téllez /La Tercera

La intervención de Washington antes y después de que asumiera Allende es uno de los temas que el excanciller aborda en su libro a “La sombra del dictador" -publicado en 2008-, que se acaba de reeditar por Penguin con motivo de los 50 años del Golpe.


Hace unos días, Heraldo Muñoz llegó de Nueva York, donde fue a visitar a su hija, Paloma, y aprovechó de reunirse con viejos amigos del mundo académico, Naciones Unidas -donde fue representante de nuestro país- y analistas de política internacional, entre ellos Ian Bremmer, fundador de Eurasia Group y uno de los consultores más reconocidos del mundo.

¿Cómo ven hoy a Chile por allá?

Con cierta distancia. Están mirando otros temas con mayor atención, como las elecciones presidenciales en Argentina, Guatemala y Ecuador; lo que se viene por delante en México (en 2024 hay elecciones presidenciales) y el proceso electoral en Estados Unidos. Chile no ocupa un espacio prioritario en los medios de comunicación. Sí hay un poco mayor de interés en algunos medios especializados ahora que viene el cincuentenario del Golpe de Estado.

En nuestro país tampoco se percibe mucho interés por esta conmemoración.

Es que la población está preocupada de lo cotidiano, de llegar a fin de mes, de la seguridad personal y familiar, del empleo y los salarios, de la salud… Pero si se preguntara a los chilenos si esta es una fecha históricamente significativa, estoy seguro de que una amplia mayoría respondería que sí.

En su libro La sombra del dictador usted cuenta el rol que jugó EE.UU. en el Golpe. Hasta ahora se siguen conociendo archivos clasificados...

En el libro abordo en detalle la intervención de EE.UU. en Chile, antes y después de que asumiera la presidencia Salvador Allende. Las audiencias en el Senado norteamericano revelaron la verdad de esa intervención, pero siguen apareciendo documentos desclasificados que demuestran cómo la administración de Nixon-Kissinger desató una guerra secreta de desestabilización contra el gobierno de la UP. Sin embargo, pese a apoyar a Pinochet en los primeros años, Washington terminó distanciándose de Pinochet, entre otras razones, por el asesinato de Orlando Letelier en plena capital de EE.UU. y apoyando a la disidencia pacífica para recuperar la democracia. A 50 años del Golpe, sería un gesto de coraje político y una señal en favor de la democracia que el gobierno de EE.UU. hiciese un mea culpa y pidiese disculpas al pueblo de Chile por haber promovido el Golpe y la instalación de la dictadura.

¿La Casa Blanca ha hecho gestos así en otros casos?

Recuerdo que el Presidente Obama fue muy sincero en reconocer errores de la política exterior de su país. Hoy, en vista del cincuentenario, la Casa Blanca tiene una gran oportunidad de hacer una declaración ofreciendo disculpas. Más aún, cuando Chile hoy es su aliado y cuando el Presidente Boric ha condenado enérgicamente la invasión de Rusia a Ucrania. Sería un gesto de valentía en favor del derecho internacional y la democracia.

Otro de los temas que se han vuelto a discutir, a propósito de los 50 años, es si el Golpe era evitable.

El Golpe estaba en el aire. Era una historia de un derrocamiento anunciado. Fallaron los liderazgos, y la polarización se salió de las manos. Pero la opción del plebiscito que planteó Allende era un camino de salida. Hay suficiente evidencia empírica de que el anuncio era inminente y por eso se aceleró el Golpe. Tal vez, el plebiscito habría detenido el Golpe. La gran lección es que los cambios profundos deben hacerse con una gran mayoría social y política.

El cientista político Daniel Mansuy -autor del best seller Salvador Allende, La Izquierda Chilena y la Unidad Popular- señala que “hay un vacío teórico-político con respecto a cómo la propia izquierda evalúa la Unidad Popular”. ¿Está de acuerdo?

No. La izquierda ha hecho una autocrítica descarnada, especialmente en el socialismo democrático. Nada parecido existe en la derecha golpista que, apoyada por la intervención de EE.UU., fue un factor clave detrás del colapso. La izquierda (relata en el libro), incluyendo mi entonces Partido Socialista, debilitó al Presidente Salvador Allende, sumado, entre otros, a una política económica desatinada. Existían dos almas en la izquierda, algo parecido a lo de hoy, pero con contenidos muy distintos. Por eso, emergió con fuerza la idea de un “compromiso histórico” de la izquierda con el centro político, y resurgió la social democracia y la búsqueda de un Estado de bienestar.

La derecha golpista, apoyada por la intervención de EE.UU. bajo el gobierno de Nixon y Kissinger, fue un factor clave detrás del colapso”

Heraldo Muñoz

La verdad oficial

Años después del Golpe, usted perteneció al llamado grupo “Los Suizos” al interior del PS, cuestión que también relata en su libro.

Así es. Con Ricardo Lagos y varios otros integramos el grupo socialista conocido como “Los Suizos”, denominación que nos dio Tencha Bussi de Allende cuando supo que nos oponíamos a la división socialista entre (Carlos) Altamirano y Allende y que habíamos optado por la reunificación del PS en la dictadura.

Sebastian Piñera se reune con ex Cancilleres
Heraldo Muñoz está terminando de escribir un nuevo libro titulado “Democracias en Peligro: Regresión democrática en América Latina y propuestas de futuro”. FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR /AGENCIAUNO

¿Usted concuerda en que no debe haber una interpretación oficial de los 50 años del Golpe?

Sí, creo que una versión oficial no sólo no debe existir, sino que no es factible. Hace unos días apareció un ensayo en el diario El País (España) en que el autor cita al historiador británico Tony Judt y a su “síndrome de Vichy”, sobre las dificultades de reinserción de quienes colaboraron con los nazis durante la Francia ocupada. Concluye que los partidarios de dictaduras, en sus diversas modalidades, rechazan una memoria democrática. Por eso, en España, dice el autor, ha sido tan difícil, sino imposible, arribar a una memoria común de la guerra civil y la dictadura franquista. Los hitos de gran violencia generan conflictos en torno a sus historias públicas que imposibilitan la existencia de relatos compartidos. Por eso, este 11 existirán diversas memorias, no sólo una.

¿Cuál será la suya?

La del dolor, sin duda, pero sin quedarnos anclados en el pasado, sino sacando lecciones para el futuro.

¿Cree que es posible -como lo dijo la senadora Isabel Allende- hacer un último esfuerzo para llegar a un acuerdo para “nunca más romper una democracia”?

Sí, concuerdo con Isabel. Hay que hacer un esfuerzo y sería un error no aprovechar el cincuentenario para sellar un compromiso así. Ojalá se pueda, aún quedan días. Por eso, me pareció tan importante en su momento la idea del Presidente Boric de que las fuerzas políticas del país suscribiesen una declaración reafirmando un compromiso con la democracia, la defensa y promoción de los derechos humanos. Al respecto, las Fuerzas Armadas han sido más valientes y visionarias que la derecha política en declarar un nunca más.

“Soy escéptico” ante la nueva propuesta constitucional”

El hilo conductor de su libro es que la figura de Pinochet no se apagó con su muerte, por el contrario, sigue muy presente en varios de los ámbitos de nuestra vida nacional. ¿Es tan así hoy?

Hace una década las encuestas demostraban un rechazo al dictador y un fuerte apoyo a la democracia. Esto último aún persiste, pero los números han bajado y el país se ve acosado por el temor a la delincuencia, al desamparo social, inflación... En este contexto, la gente radicaliza sus visiones, las alternativas moderadas pierden, ganan los extremos, y la población pudiera sentirse dispuesta a ceder libertades a cambio de una percepción de seguridad que ofrecen algunos.

Más allá de los juicios de valor, ¿por qué afirma que Pinochet tenía “escasa inteligencia”?

Pinochet no era un líder culto o sofisticado como el general Carlos Prats; o un hombre de ideas como el general René Schneider. Era un individuo de escasas luces... Su carrera militar así lo demuestra. Pero tenía una gran sagacidad e instinto político para aprovechar sus oportunidades… Nunca creyó en el modelo económico neoliberal, pero lo apoyó porque le sirvió para consolidar su poder.

Usted cierra su libro contando que se abría una nueva oportunidad para la elaboración de una propuesta constitucional. ¿Cómo ve hoy el desenlace de este proceso?

Soy escéptico. Las enmiendas propuestas por la derecha extrema apuntan a una Constitución maximalista, como la rechazada el 4 de septiembre pasado. De hecho, esas enmiendas conformarían un texto peor que el vigente; por ejemplo, en lo relativo a la soberanía y los tratados internacionales. Si se persiste en este camino, votaré en contra, pero hay que esperar a ver si se viabiliza un entendimiento en torno a una versión consensuada.

¿Cómo ve el momento actual de la centroizquierda?

Debilitada. En Chile hoy existe polarización y el espacio de la izquierda democrática se ha reducido. Eso pasa cuando hay situaciones donde el crimen organizado, la violencia, los temores sobre el empleo y la economía configuran un cuadro de temores. Eso, azuzado por los extremos que se ven favorecidos, quita espacios al centro y a la centroizquierda.

¿Qué hacer entonces?

Persistir en una visión de más largo plazo para el país. Soy partidario de insistir en la necesidad de un pacto social, no sólo mirando la próxima elección presidencial, sino más bien al próximo decenio.

¿Es partidario de hacer una federación que agrupe al PS, a su partido y al resto de las fuerzas del actual Socialismo Democrático?

Siempre he sido partidario del modelo del Frente Amplio uruguayo, donde cada partido mantiene su identidad, pero cohabitan un espacio común más amplio, donde pueden militar también los independientes. Creo que ese es el modelo que es urgente implementar.

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