Francisco Covarrubias: "En el mundo actual, un acuerdo como el del jueves es una rareza absoluta"

FELIPE COVARRUBIAS
Foto: Juan Farías

En los patios de la encumbrada sede Peñalolén de la Universidad Adolfo Ibáñez, hoy se pueden leer carteles que deploran los "privilegios" y demandan penas de cárcel para los empresarios corruptos. Durante esta semana, columnas de estudiantes se han dirigido a la oficina del rector Harald Beyer, exigiendo que la institución tome posturas frente a los hechos que conmueven al país. Sobre el escritorio de Covarrubias, decano de la Escuela de Artes Liberales, se despliega la quincena de libros que todo alumno de la universidad debe leer en primer año, así pretenda ser abogado o ingeniero. Son clásicos del pensamiento occidental, desde Platón en adelante. "Justo estaban leyendo éste ahora", comenta el decano, economista formado en la UC por Chicago Boys. Se refiere al Manifiesto comunista de Marx y Engels.

Entre el alivio por los acuerdos recién alcanzados, y las críticas de fondo a la derecha y a la izquierda que no pueden quedar en el tintero, le cuesta encontrar el tono. Prefiere partir por lo primero:

"Existió la posibilidad de que el presidente de Chile tuviera que salir en helicóptero, y logramos salir de ese escenario. Claramente hubo instantes en que el gobierno pendió de un hilo. Yo creo que el día martes, a las 22.30 horas, el país vivió uno de sus momentos históricos más cruciales de las últimas décadas. Si se decretaba Estado de Sitio, cosa que estuvo a punto de ocurrir, esto podría haber estallado en pedazos. ¿Cuánto incidió el "no" de Blumel, o la recomendación de los militares, o la intuición de Piñera? Probablemente fue una mezcla de todo eso. El hecho es que todo el mundo político respiró gracias a que eso no ocurriera, y ya el miércoles hubo otra disposición".

Y con el quórum de los dos tercios, los liberales que sueñan con Constituciones mínimas deben estar de fiesta, ¿no?

Los dos tercios implican que no vamos camino a una Constitución maximalista, y eso es una buena noticia. Constituciones como la ecuatoriana, con más de 500 artículos, restringen el juego democrático y lo cargan de buenas intenciones no se pueden concretar. Pero otro hecho muy positivo es que, después de convertirnos en una tremenda rareza para el mundo, nuestro sistema político sorprendiera con este acuerdo igual de raro. Porque en el mundo actual, lograr un acuerdo como el del jueves es una rareza absoluta. Y no te hablo sólo de Sudamérica. Creo que en muchos países europeos no habríamos podido ver algo así.

Que Piñera no apareciera el jueves fue prudente, pero dejó una mala señal: si él no está, las cosas resultan. ¿Cómo imaginas ahora su gobierno? ¿Va a estar los dos años cojeando?

Han surgido liderazgos relevantes −Blumel, Briones, Rubilar− y creo que el presidente va a tener que delegar mucho en ellos y jugar un rol menos protagónico, algo difícil para él. Ahora, no es poca cosa que el acuerdo se haya logrado a partir del llamado presidencial. Eso le dio una cierta legitimidad que puede ser importante. Y ahora va a ser clave que él se muestre capaz de conducir la reconstrucción económica y de lograr acuerdos para satisfacer demandas sociales. Para eso tiene de aliado al ministro Briones, que hasta aquí ha mostrado la sensibilidad política que escaseó durante años, tal vez décadas, en el sector.

¿El fantasma de la recesión ya fue conjurado o la resaca viene dura?

No, el mes fue muy duro y viene un apretón fuerte. Hubo destrucción de empleo, se frenaron proyectos y eso va a generar al menos una recesión técnica. Pero la incertidumbre sobre el futuro político, que era un riesgo económico muy grande, quedó bastante acotada gracias a los mecanismos acordados. Que los miembros de la asamblea sean electos, y no designados por "bases sociales" que nunca se sabe bien a quién representan, es un factor clave. Y el quórum también asegura que no va a haber mayorías circunstanciales pasando la aplanadora. El fantasma Chilezuela, digamos, sí quedó conjurado.

Si fueras un inversionista que pensaba llevarse su plata afuera, ¿ahora invertirías en Chile o todavía no?

Yo sé que en las últimas semanas salieron muchos capitales. Hubo abogados que recibieron muchos llamados sobre cómo sacar plata de Chile. Pero los capitales son agnósticos y asexuados por definición, no tratan de extorsionar: si pueden ganar plata van a invertir y si sienten riesgo se van a ir. Y creo que el acuerdo frenó esa sangría que se estaba abriendo. Pero sí quedó claro que los equilibrios son más frágiles de lo que a veces pensamos: de un día a otro, todo puede cambiar.

"Existió la posibilidad de que el Presidente de Chile tuviera que salir en helicóptero, y logramos salir de ese escenario".

Y también de un día para otro, vimos a la derecha hablar de control de precios, sistema de reparto o impuestos al patrimonio. Pero pareciera que, más que cambiar de ideas, se les quebró un dogma. ¿Lo ves así?

Yo creo que la derecha chilena, durante las últimas décadas, fue excesivamente conservadora, temerosa y dogmática. No todos, pero sí la mayoría. Y eso terminó pasando la cuenta. Y ahora, frente a una crisis tan potente, en algunos casos hay una salida estratégica de decir "bueno, ya no puedo defender lo que defendía hasta ayer", y en otros casos una genuina reflexión de que se extralimitaron en ciertas posiciones. Pero evidentemente, la derecha va a tener que hacer una introspección y generar un nuevo relato. Lo cual, por aquí y por allá, ya se venía dando. No es casual que haya surgido Evópoli, ni que ese partido se transforme ahora en una piedra angular del gobierno. También en RN hubo miradas críticas, a lo mejor más tardías. O sea, ya existían expresiones críticas a lo que había sido el rebaño.

Pero en tu generación, los intelectuales de derecha que estaban pegando ese grito eran los conservadores (Mansuy, Herrera, Ortúzar), mientras los liberales los trataban de exagerados, si no de anacrónicos.

Pero ahí hay que distinguir: defender los valores del liberalismo no equivale a defender el modelo neoliberal. Y las personas que tú mencionas hacían una crítica que yo comparto: ha habido un exceso de economicismo y de dogmatismo en gran parte de la derecha, desde la misma formación universitaria que vivimos todos nosotros. Mi desacuerdo es con la salida conservadora a ese problema.

¿Ese dogmatismo es económico o se extiende también a lo político?

Creo que en lo político ha sido más bien temor a los cambios, y conservadurismo en los temas mal llamados valóricos. Por ejemplo, la miopía de la derecha impidió que en 2005 se cambiaran el binominal, el TC y las leyes orgánicas, lo que quizás nos hubiera permitido hablar de una nueva Constitución en ese momento. Pero el dogmatismo consistió en creer que el óptimo económico siempre coincide con el óptimo social, que las personas son pura racionalidad. Un profesor mío en la Católica, que era de los Chicago Boys más emblemáticos, siempre decía: "Lo que importa es que todos tengan un pedazo de la torta y que ese pedazo vaya creciendo. Pero no importa si otro tiene un pedazo más grande". Eso es un error. Y es un error que Adam Smith ya vislumbra en La riqueza de las naciones, en 1776. ¡Adam Smith se da cuenta de que la desigualdad es un problema! Y si bien cree que la competencia es el mejor antídoto, menciona que los impuestos progresivos y el impuesto a la herencia también deben ser parte de la solución. Todo eso se olvidó.

Reivindicar el impuesto a la herencia, a estas alturas, es cuadrarse con Picketty.

Y acuérdate que hoy tenemos un impuesto a la herencia que en muchos casos no corre. Que yo recuerde, Angelini pagó al fisco un impuesto a la herencia muy alto, pero muchos otros se mueren con un Peugeot 505 y un estacionamiento en la calle Huérfanos.

¿Es el momento para que en la derecha emerja la pugna generacional que se venía anidando en los últimos años?

Yo no creo tanto en la pugna generacional, como sí cree mi amigo Cristóbal Bellolio. Es claro que está irrumpiendo una generación que no carga con ciertos dogmas ni con el pasado pinochetista, pero a esa irrupción están llamados otros que estuvieron antes. Lo importante son las ideas. No haría de esto una discoteca que se reserve el derecho de admisión según la edad.

Pero los líderes que encauzaron la crisis fueron los menos pensados.

Sí. Mario Desbordes ha sido un puntal. Su capacidad de dialogar, su sensatez en los tonos, le ha dado una gran prestancia. No así, por ejemplo, con la presidenta de la UDI, que hasta casi el final tocó las teclas bastante poco afinadas.

Hasta aquí, la derecha ha tenido que actuar a contramano de sus convicciones. ¿La ves en el futuro tomando medidas del mismo tipo pero que le nazcan de adentro?

Mira, el año 90, un poco a la fuerza, la Concertación tuvo que hacer suyas ciertas visiones de sociedad que no le eran propias hasta muy poco antes. Y eso tuvo causas mucho más profundas que la Constitución del 80 y los amarres de la dictadura. Tuvo más relación con la caída del Muro de Berlín, con los fracasos de Alan García y de Alfonsín como modelos alternativos de izquierda, etc. Y yo creo que ese mismo fenómeno lo va a experimentar ahora la derecha. Algunos más a la fuerza y otros menos. Pero ojo: el problema no lo tiene sólo la derecha. Aquí también nos pasó la cuenta la crisis de legitimidad de las instituciones. Cuando las encuestas mostraban a todas las instituciones en el suelo, siempre nos preguntábamos: "¿Y esto qué? ¿Importa o no importa?". Bueno, aquí vimos el resultado.

Y vimos que la crisis no es sólo de las instituciones, sino de la misma representatividad política.

Y esa crisis ya es algo más peligroso. Porque si no confiamos en la representatividad, no confiamos en la democracia, y ahí ya no sé en qué confiamos. Una vez estuve con Yoani Sánchez, la disidente cubana, y alguien le dijo: "Oiga, ¿para qué pelea tanto por la democracia? Mire las democracias que tenemos". Y ella contestó: "Yo puedo haber fracasado muchas veces en el amor, pero lo voy a seguir buscando". Es decir, no por tener democracias imperfectas podemos dejar de creer en su valor. Y cuando algunos dicen "yo valoro la democracia, pero no ésta", me parece peligrosísimo, porque ese es el discurso actual de todos los presidentes autoritarios. Ninguno dice "yo soy un dictador". Creo que entusiasmar a los más jóvenes con la democracia liberal, con la importancia del parlamento, va a ser en adelante un desafío central de la sociedad.

¿Crees que hay sectores de la izquierda cuyas credenciales democráticas han quedado en duda?

Sí. Partiendo por el Partido Comunista (PC), que el primer día llamó a Piñera a renunciar.

El sábado 19.

Claro, ¿qué significa eso? ¡Si todavía no pasaba nada! Ahora, no sé cuál es la novedad de que el PC no crea en la democracia, si no ha creído nunca. Ni en este país ni en ningún otro.

¿En Chile no?

No, poh. Obvio que no.

¿Se puede decir que el PC tiene una historia poco democrática en Chile?

Ha participado de la democracia, pero si yo saludo al compañero Xi Jinping, reivindico a los hermanos Castro y defiendo el proceso bolivariano en Venezuela, no puedo creer en la democracia.

¿Y puede creer la UDI, si reivindica el legado de Pinochet?

La UDI no tenía convicción democrática, obviamente, si defendió una dictadura. Pero 30 años después, al menos ya no reivindica la foto de Pinochet, la tiene guardada en un cajón. No es el caso del PC. Y que se hayan quedado afuera del acuerdo es una demostración más de su escaso interés por las construcciones democráticas. En el caso del Frente Amplio, se vieron las dos almas, muy bien reflejadas en el caso de Boric, que tuvo que firmar solo y no por su partido. El Partido Humanista también se restó. Y el gran perdedor en la derecha ha sido José Antonio Kast, que quedó completamente marginado con su posición de militarizar el país.

Siendo fatalistas, ¿cómo te imaginas los autoritarismos del futuro? ¿Unas especies de democracias autoritarias?

Bueno, Platón decía que las democracias se degradan −por eso no le gustaban mucho− y que después siempre aparece el paladín del pueblo que trae soluciones mágicas y es el amigo de todos, pero termina convertido en un tirano. Y yo creo que las tiranías del siglo XXI van a ser los extremos −de derecha y de izquierda− y los populismos. Los autoritarismos al viejo estilo, salvo que cortemos internet como en Corea del Norte, ya no son posibles. Estamos todos en una pecera, en una casa de vidrio donde todo queda expuesto, lo cual inhibe el ejercicio de la autoridad.

Incluso de la no autoritaria.

Sí, a todo nivel. Para mí es mucho más difícil ser una autoridad con mis hijos de lo que fue para mis padres conmigo. Yo les leo todas las noches, y justo cuando pasó esto les estaba leyendo El principito. Y recordé que el rey, con una sensatez notable, sólo daba órdenes que le iban a obedecer, para no perder su autoridad. Pero claro, eso puede llevar a congraciarse a toda costa con las mayorías volubles del momento, y creo que el gran riesgo al que vamos a estar expuestos no es el autoritarismo de milicos con fusil, sino el de los populismos.

Y pensando en eso, ¿no es peligrosa también la eficacia que ha mostrado la violencia para que la clase dirigente se ponga sensible y creativa?

Mira, una vez le pregunté a un independentista vasco por qué no condenaba tanto la violencia, y me dijo: "Porque nos ha servido. Sin los actos violentos, no habríamos conseguido muchas de las cosas que conseguimos". Eso es atroz, pero tiene una base de realidad. Y si aquí el terror no hubiera estado presente, las reacciones posiblemente hubieran sido distintas. Dicho eso, hoy es tiempo de cerrar filas en defensa de la democracia y de condenar sin tapujos la violencia. Y eso implica condenar el uso de balines en manifestaciones pacíficas, pero a la vez legitimar el uso proporcional de la fuerza pública en los actos delictuales. Por incómoda que sea, tenemos que hacernos la pregunta: si un cuartel policial es atacado por una turba, o si quieren quemar la Catedral, ¿Carabineros tiene derecho a disparar? Sobre ese punto también nos hace falta plantear acuerdos explícitos.

¿Pero por qué crees que las fuerzas políticas, aun con todos los datos sobre la mesa, durante esta década sólo dimensionaron las urgencias sociales cuando explotó la calle?

Porque se sobreeconomizó el análisis social.

Los montos de las pensiones eran datos económicos.

Pero ahí hay otro problema que no se advirtió. Hoy muchos países tienen una crisis con las pensiones, es un problema mundial. ¿Por qué el modelo chileno genera más explosión social? Porque aquí el culpable de tu baja pensión no es el Estado, sino un señor privado que tiene nombre y apellido y que además tiene utilidades con las pensiones. Eso no se dimensionó: algunas soluciones privadas a temas públicos generan una tensión mucho mayor, incluso si son más eficientes. Porque José Piñera, en esa entrevista bizarra, dijo algo cierto: quien cotiza todo el tiempo tiene una buena pensión. Pero si tú ganabas un millón y ahora recibes 150 mil, no te puedo decir "no, es que usted tiene lagunas", "es que usted ganaba mucho menos cuando empezó a trabajar". Eso es, de nuevo, el error de pensar que esto es pura racionalidad numérica. A los más jóvenes, tú tampoco puedes decirles "oiga, pero usted está mucho mejor que sus padres a su edad". Ellos ven las inequidades de ahora, no las de antes. Cuando se hizo la Costanera Norte, a nadie se le ocurrió protestar, porque ibas a pagar por algo que antes no existía. Pero los que nacieron con la Costanera Norte, ¿qué ven ahora? Gente que se lleva plata a otro país por un bien público que ya está.

Es claro que está irrumpiendo una generación que no carga con ciertos dogmas ni con el pasado pinochetista, pero a esa irrupción están llamados otros que estuvieron antes. Lo importante son las ideas. No haría de esto una discoteca que se reserve el derecho de admisión según la edad.

¿No influye también que el salto modernizador haya traído inclusión pero sin desterrar el clasismo?

Bueno, volvemos a lo mismo: si los números dicen una cosa y las percepciones otra, hay que preguntarse por qué pasa eso. En los últimos años, la desigualdad se redujo y la movilidad social aumentó, pero la percepción es que hay un grupo privilegiado, que es difícil entrar ahí, que se mezclan la política y los negocios. Además, en este gobierno vimos varias expresiones completamente inadecuadas que marcan, en el fondo, un profundo clasismo. La verdad es que hoy hay menos clasismo que antes, pero sigue siendo muy fuerte. Y me complica que esta crisis exacerbe esa tensión social, para un lado y para el otro. Que el resultado de esta entrevista, por ejemplo, sean muchos tuits diciendo "que se calle este cuico culiao", ¿no? Y probablemente va a ser así.

Hasta hace un mes, Lavín iba fijo para presidente. ¿Qué posibilidades le ves de ganar y de conducir los tiempos que vienen?

Va a depender mucho de los grados de pasión que haya en el ambiente al momento de las elecciones. Porque la oferta de Lavín de amistad cívica, de buena onda, puede tomar valor en un ambiente de cierta crispación. Si él sale a decir "reencontrémonos los chilenos", creo que ahí tiene una chance. Pero si el electorado de 2021 busca un líder para manejar una situación crítica, o alguien que enarbole "el gran cambio que Chile requiere", creo que Lavín quedaría un poco fuera de ese combate. Podría ser considerado un líder sin el peso suficiente.

¿Y crees que el Frente Amplio (FA) logre ser al 2019 lo que Bachelet fue al 2011?

No. Porque en 2011 la gente sabía quién era Bachelet, y el FA representa una total incógnita respecto a su capacidad de dar gobernabilidad al país. Y ante soluciones radicales que puedan deteriorarle su nivel de vida, la clase media va a buscar posiciones más moderadas. La gente que se fue restando de las manifestaciones es gente que se empezó a asustar, a decir "chuta, quiero cuidar lo que tengo". O sea, no hay que engañarse: pese a que tenemos un gran problema de desigualdad, y a que hemos visto un genuino despertar de lo colectivo, lo individual sigue pesando en la sociedad chilena. Por lo menos en esa gran mayoría que tiene algo que perder.

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