Columna de Paula Escobar: La cultura es un bien de primera necesidad

Al museos Precolombino le quedan tres meses de dinero para seguir a flote, sin la venta de boletos y arriendos de espacio.


Empezamos el largo y difícil proceso de salir de la hibernación y adaptarnos a la llamada nueva (a)normalidad. Prácticas, instituciones, estilos de vida, tan importantes ayer, quedarán obsoletos, así como nuevas y disruptivas (¿no estamos muchos agotados de la vida vía Zoom?) llegaron para quedarse. Con recursos económicos muy debilitados por la pandemia, inevitablemente tocará decidir qué se preservará. Es urgente y grave pensar esto, pues puede que una víctima silenciosa del Covid-19 en Chile sea la cultura. Globalmente, las instituciones culturales y los artistas han sido azotados gravemente por la pandemia: especialmente las artes escénicas, los museos, el cine, las librerías, entre otras. La red de salas de teatro chilenas ha alertado que cerrar por un mes implica más de 450 funciones suspendidas y una pérdida de casi 300 millones por venta de entradas, que no tienen cómo paliar. Algunos innovan, y es cierto que el Teatro Municipal -mostrando el comprometido liderazgo de Carmen Gloria Larenas y su equipo- se ha lucido con Municipal Delivery. Pero la situación para la gran mayoría es catastrófica y así lo han hecho ver los distintos gremios.

Igual les pasa a muchos museos -los espacios que la humanidad se ha dado justamente para no olvidar- que están en serio riesgo, pues es muy difícil reabrirlos manteniendo la distancia social que desgraciadamente nos acompañará mucho tiempo más.

Muy particularmente grave en Chile resulta el caso de museos como el Precolombino, al que le quedan tres meses de dinero para seguir a flote, sin la venta de boletos y arriendos de espacio, que son el 38% de sus ingresos. Fundado en 1981, en su interior alberga más de 10 mil piezas arqueológicas de 50 culturas precolombinas. La sólida y admirable dirección de Carlos Aldunate lo ha transformado no solo en museo de lujo para turistas, sino en un espacio para los que vivimos en Chile, para conectarnos con el propio origen. Es un museo vivo, transversal, actual, que nos hace reconocernos y redescubrirnos en la riqueza de la historia precolombina. La destacada historiadora clásica Mary Beard, cuando recibió el Premio Princesa de Asturias en 2016, no pudo decir de mejor forma la importancia de preservar la historia de los pueblos: “No ser capaz de pensar en forma histórica nos hace ciudadanos empobrecidos”.

El Precolombino es un ejemplo entre cientos de espacios e iniciativas culturales que enfrentan el riesgo inminente de bajar la cortina para siempre. El Ministerio de las Culturas anunció en marzo un fondo de $15 mil millones para ayudar al sector, pero recién ayer el subsecretario Juan Carlos Silva dio algunas directrices, y muy insuficientes. Aún hay vaguedad y opacidad sobre cómo y a quiénes se entregará. ¿Será por concurso y tendrán que competir en vez de cooperar? ¿Se podrá usar para gastos basales? Mientras, los artistas y trabajadores del mundo de la cultura chilena hacen malabares para sobrevivir.

La ministra de Cultura de Alemania, Monika Grütters, incluyó a la cultura en el rescate financiero programado por Angela Merkel. Es su manera de demostrar que la cultura es un bien esencial y no suntuario.

Pero en Chile, hasta ahora, parece que la cultura no está siendo considerada prioritaria. La pregunta de fondo es ¿cuál es el papel del Estado aquí? Urge que la autoridad cultural -en este caso la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés-, luche por esta causa y explique a un gobierno lleno de emergencias por qué este gasto es de la mayor importancia. Se requiere un liderazgo firme, enfático y elocuente, que no se ha visto, hay que decirlo. Y si no es ahora, los daños pueden ser irreparables.

Porque tal como dijo uno de los mejores chilenos, el abogado de derechos humanos y crítico de arte José Zalaquett, ya hacia el final de su vida, en conversación con Patricio Hidalgo y Constanza Toro: “Hay tres cosas que nunca van a dejar de tener valor: los niños, que son la reencarnación constante de la esperanza de renovación; la naturaleza, que es lo que hay, y el arte, que es lo mejor de lo que el ser humano, en todas sus manifestaciones, ha podido realizar, y perdura pese a las mezquindades y maldades de este mundo”.

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