Manifiesto de Mariana Zúñiga, deportista: “Siempre he catalogado mi carrera deportiva como explosiva”


Llegué al tiro con arco a los 10 años, cuando vi la película Valiente. Lo que más me llamó la atención fue esta escena icónica donde la protagonista (Mérida) atraviesa una flecha con otra y también la estética del deporte. Ahí hice mis primeros cursos, pero no fue como hasta los 15 o 16 años que volví a interesarme y descubrí este maravilloso mundo, no sólo como un hobby sino que de manera más competitiva.

Cuando decidí volver al deporte y profundizar un poco más en este aprendizaje, me gustaba la sensación que me daba el arco. Siempre he sentido esta unidad que existe entre el atleta y el arco, es una extensión del brazo de uno.

Siempre he catalogado mi carrera deportiva como explosiva, porque empecé a entrenar con mis entrenadores nacionales en enero (2019) y ya a finales de marzo o principios de abril estaba competiendo en mi primera competencia convencional internacional -que fue acá en Chile- y estaba ganando mi primera medalla convencional. En ese evento, me dieron la noticia de que estaba calificada a mi primer mundial paralímpico. Ese fue el momento clave en que dije: “Sí, esto me gusta y quiero dedicarle mi tiempo”. Mi carrera ha sido un proceso muy bonito, pero que partió de manera muy rápida con torneos internacionales y logros.

Partí entrenando y competiendo con los convencionales porque el equipo paralímpico de tiro con arco es relativamente nuevo y, en ese momento, todavía no se formaba la selección. Me tocó medirme con los convencionales, después le fui agarrando el gusto y me quedé compitiendo por los dos equipos.

Nací con una condición que se llama mielomeningocele, eso me dejó con la secuela de no poder caminar, lo cual es bastante bueno para el pronóstico que tenía inicialmente. Gracias a una operación intrauterina que me realizaron -que fue la segunda en Latinoamérica- quedé solamente con esta parálisis de la rodilla para abajo.

Cuando tenía como 8 años, mi mamá me quiso meter a clases de tenis, pero eso nunca me motivó, porque no había escuchado hablar del deporte paralímpico. No me hacía sentido el tema las sillas de rueda y la raqueta, no lo podía imaginar. En mi mente sonaba muy difícil, pero con el tiro con arco es una historia distinta.

Soy estudiante de tercer año de psicología en la Universidad Católica. Es un desafío diario el tema de compatibilizar los estudios con el deporte, pero tengo la fortuna de que tanto mis entrenadores como la universidad me apoyan. Es muy gratificante tener ese tipo de respaldo, porque me permite hacer estas dos partes que para mí son muy importantes de la manera más balanceada posible y poder cumplir con todas mis responsabilidades.

Mi familia es fundamental. Mi mamá -que hasta el día de hoy hay veces que me viene a dejar o buscar de los entrenamientos- siempre está pendiente, me va a ver a mis torneos y me habla con mucho tecnicismo, por ejemplo, de los puntajes. Eso significa que ha estado muy pendiente y ha aprendido conmigo en el camino, y para mí eso es súper importante. También mi pololo, con quien comparto esta pasión por el deporte, entiende todo lo que significa este doble rol entre deportista y estudiante. Me siento muy afortunada de tener la red de apoyo que tengo hoy.

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