“Yo me conseguí los plumones; esas camisetas eran para entrenar”: la historia inédita que esconde la jornada en la que el mundo conoció a la dupla Za-Sa

El emblemático festejo de la dupla Za-Sa.
El emblemático festejo de la dupla Za-Sa.

El 20 de julio de 1997, la Selección daba un paso gigante en la pelea por clasificar al Mundial. Ese día, en el Estadio Nacional, venció a Paraguay. El héroe fue Iván Zamorano, pero el partido se recuerda como el día en que se patentó una de las marcas registradas del fútbol chileno. Marcelo Vega, uno de los actores que apareció en la foto, recuerda el episodio.



El 20 de julio de 1997, Chile daba un paso enorme para el objetivo que cumpliría meses después. La Roja, de la mano de Nelson Acosta, quien había logrado reencaminar al combinado nacional después de un desastroso inicio de las Eliminatorias con el vasco Xabier Azkargorta en la banca, imponía la localía en un Estadio Nacional que comenzaba a transformarse en un bastión inexpugnable para todo el que llegara a visitarlo. Esa noche, la escuadra nacional se impuso por 2-1 a Paraguay, uno de los adversarios que tradicionalmente resulta más complejo batir. Iván Zamorano fue el héroe de la jornada, al anotar ambos tantos. La esperanza de ir al Mundial de Francia volvía a estar más viva que nunca.

Hacía tres años, en el fútbol había nacido la tendencia de denominar duplas ofensivas con las sílabas iniciales de sus protagonistas. Así, por ejemplo, los más insignes eran los Ro-Ro, que no eran otros que los brasileños Romario y Ronaldo. Dos verdaderos monstruos del ataque. Chile también los tenía, ciertamente: además de Bam Bam, ya consolidado en el fútbol europeo y con una campaña inolvidable en el Real Madrid como carta de presentación, había otro que ya daba que hablar: Marcelo Salas. El Matador tardaría poco en transformarse en uno de los mejores atacantes del mundo.

La ocurrencia

Si Brasil tenía a los Ro-Ro, Chile no podía ser menos. Al menos eso fue lo que pensó Marcelo Vega. El Toby fue, en efecto, el ideólogo de una ocurrencia que terminó transformándose en una de las marcas registradas que ha tenido el fútbol chileno en toda su historia. De su ingenio nació, en efecto, la denominación Za-Sa. Aunque ortográficamente no seguía el mismo patrón que la de las figuras del Scratch, fonéticamente eran casi idénticas.

La idea partió en la concentración previa al choque ante los guaraníes. Un plumón negro y unas poleras blancas, que además servirían para capear el frío de un invierno que, además, era lluvioso, servirían para graficarla. Por esos tiempos, los jugadores no mandaban a estampar camisetas ni canillera con sus mensajes. Y la FIFA tampoco era tan exigente al prohibirlos. Vega, el arquitecto del plan, también quiso hacerse parte de lo que, unas horas después, se transformaría en una imagen icónica. Si los astros del Inter y de River Plate lucían las primeras sílabas de sus apellidos, su polera tendría un mensaje grandilocuente: “Grande Toby”. Toby, en efecto, era el apodo que había cargado toda su vida, en alusión a que, por su contextura, resultaba parecido al personaje de La Pequeña Lulú.

MARCELO VEGA
Marcelo Vega, en el partido entre Chile y Paraguay, camino a Francia 1998.

Vega recuerda nítidamente la secuencia. “Parece que lo había visto. Esas poleras blancas eran para entrenar, cuando hacía frío. Generalmente uno entrenaba con las que decían Coca Cola en letras grandes, pero cuando hacía frío, se ponía algo debajo. Se las pedí a Javier (Riquleme, el utilero)”, repasa.

El recuerdo

El exmediocampista es generoso en la repartición de los méritos. “El apodo de Za-Sa no es mío, eso sí. Lo inventó (Aldo) Schiappacasse”, establece. De lo que no se desmarca es del efecto que produjo la genialidad. “La gente lo recuerda muy bien. Cuando jugamos con Bolivia, en el partido en que clasificamos, había un cartel en la salida de Juan Pinto Durán. Decía ‘Grande Toby, ahora o nunca’, Quedó ahí. Fue bien precario, pero terminó siendo muy simbólico. Hasta hoy. La camiseta era ancha, también. Eso facilitaba llevar algo abajo. No era como ahora”, destaca.

También les cede el protagonismo a las dos figuras del equipo. “Ellos se pusieron acuerdo, Yo aparezco de patudo nomás. Pero era una muestra de la confianza que nos teníamos. Paraguay era una tremenda selección, que casi deja fuera a Francia en el Mundial”, destaca. Luego, se enfoca en los detalles operativos. “El plumón lo conseguí yo y ellos consiguieron otros después. Terminaron haciendo la poleras en sus habitaciones. Era un hueveo pintarlas, llenar las letras, con un plumón, pero salió bueno”, resalta.

Por esos días, las piezas de Juan Pinto Durán eran el reflejo de un plantel cohesionado. “Yo concentraba con Estay y Zamorano. Dormía al medio. Marcelo iba con Valencia, si es que estaba llamado. Siempre con alguien de la U. A veces me echaban de la pieza, porque yo me ponía a ver teleseries y les cagaba el sueño. Me botaban la cama al pasillo. Marcelo era más chico. Había buena relación. El grupo se conocía de mucha selecciones anteriores y eso explica el éxito. Y que la gente volviera a llenar el Estadio Nacional. Fuimos fuertes de local. Estaban Colombia, la Bolivia de Marco Etcheverry. Paraguay no era fácil, Ecuador, tampoco. Perú quedó fuera por diferencia de gol. Eran selecciones doradas. Se nos hizo difícil, pero lo conseguimos. Y menos mal que pudimos ganar ese partido con Paraguay y mostrar las poleras, porque harto que costó hacerlas”, remata.

Sigue en El Deportivo

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.