Sudor y barro: la sorpresiva visita de Ben Brereton a la casa de David Pizarro en la que marcó su primer gol en una cancha de tierra

Ben Brereton posa junto a los niños del club Aurora de Chile, en Valparaíso.
Ben Brereton posa junto a los niños del club Aurora de Chile, en Valparaíso.

El delantero de la Roja revolucionó el Cerro Cordillera. Apareció inesperadamente en un partido de niños porteños, quienes pudieron compartir con el flamante atacante del Villarreal, uno de los jugadores más queridos de la Selección.



Jonathan Briceño confiesa 46 años, pero su relato se escucha como el del más entusiasta de los niños que acaba de vivir una aventura inolvidable. A ratos, se acelera al detallarla y no vacila en adjudicarle un calificativo grandilocuente: “Histórica”. Han pasado algunas horas de la visita de Ben Brereton al Cerro Cordillera de Valparaíso y lo cierto es que el arribo del delantero de la Selección y flamante fichaje del Villarreal al lugar reúne de sobra las características para ameritar tal designación. Lo fue para el Aurora de Chile, el club de barrio porteño al que preside. Y lo fue, también, para el ex ariete del Blackburn Rovers, quien jugó por primera vez en una cancha de tierra en nuestro país.

La presencia de Brereton pilló al Aurora de Chile de sorpresa. Lo reflejaron a través de su cuenta en Instagram y lo confirma Briceño. “Nos habían invitado a un documental de la cancha Guillermo Bravo y nos pidieron llevar a los infantiles. Fuimos a jugar. Primera contra Segunda, un partido. No había nadie grabando y de repente llegó una van y se bajó Ben. Los niños quedaron locos”, grafica, aún con asombro.

Alegría e invasión

Briceño no disminuye la intensidad en su narración. “A mí se me va a salir el pecho, todavía lo siento así”, dice. Y luego detalla el sinfín de situaciones que se fueron produciendo espontáneamente. “Jugó con los niños, uno quince o veinte minutos. La verdad, no lo sé exactamente, porque lo único que no miramos fue el reloj”, dice. La improvisada pichanga dio pie a expresiones que le daban carácter de hito a incidencias del juego que, en otra circunstancias, se habrían lamentado . “Uno de los arqueros me dijo ‘me hizo un gol Brereton’. Y estaba feliz. No se le va olvidar en el resto de su vida”, ejemplifica.

Después, vino el caos. Bien entendido, por cierto, porque a esas alturas todo era felicidad. “Aparecieron niños no sé de donde. Muchos. La gente que andaba por lo del documental sacó un dron, y empezó a grabar. Ahí nos enteremos de que era para lo que va a salir en HBO”, amplía.

La presencia de las cámaras no le quitó espontaneidad al momento. Brereton, la estrella del momento, fue siempre uno más del grupo y de la cultura propia del fútbol aficionado. “Nos tomamos fotos. Un montón. Nos regaló una camiseta firmada de la Selección y nosotros la nuestra, en el medio de la cancha. Se la puso en la mitad de la cancha, quedó a guata pelada. Esa experiencia, para nosotros, es maravillosa. También nos regaló un balón”, sostiene.

Ben Brereton, en el amistoso entre Chile y Cuba, en Concepción. (Foto: Agenciauno)

Interés por la historia

Si bien los obsequios que dejó Brereton pasarán a convertirse, ahora, en los principales tesoros institucionales, en el puerto valoran también los gestos. “Ben habló con nosotros. Estaba (Manuel) de Tezanos, el periodista, quien las hizo de intérprete. Preguntó por el club, por el año en que se fundó. Se interesó por la gente. Después se puso a jugar con los niños y hasta hizo un gol. El arquero nuestro estaba feliz”, dice. “Imagínese lo que significa para nosotros. Para cualquier club deportivo como el nuestro interactuar con un jugador de elite es histórico. Nos sentimos orgullosos”, insiste Briceño.

Brereton no se complicó con la efervescencia que produjo. “Fue súper sencillo, muy cercano. Se tomó fotos con todos. Y, claro, se descontroló todo. Estuvo más o menos una hora. Jugó 20 minutos y luego vinieron las fotos. Muchas”, apunta el dirigente. Un par de pequeños colombianos atrajo la mirada del futbolista. “Preguntó por ellos, le llamaron la atención”, revela Briceño.

Ben Brereton, junto a los niños porteños.
Ben Brereton, junto a los niños porteños.

La población Aurora de Chile alojó a otra figura del fútbol nacional. “David Pizarro es del barrio, vivía a tres casas de la mía. Cuando jugaba en la Fiorentina vino a inaugurar una cancha, un mirador con su nombre. El Pelado era bueno desde cabro chico. Siempre destacó. No había cómo quitarle la pelota”, recuerda el timonel.

Briceño sueña con que la visita de Brereton signifique un impulso para una institución que estuvo al borde de la muerte. “Estuvimos a punto de desaparecer, hace cuatro meses. Yo tomé hace poco el club. No teníamos ni jugadores. Un tío y unos vecinos me ayudaron a levantarlo. Buscamos niños casa por casa, empezamos a juntar dinero para tener un entrenador. Ahora tenemos cuatro divisiones infantiles con 15 jugadores cada uno. También adultos. Y justo ahora se vino esto. Esto aumentará el interés de los niños. Nos haremos más grandes. Llegamos a tener solo tres categorías de ocho. Ojalá que nos sirva para crecer”, anhela.

De todas formas, las necesidades siguen ahí, a la vista. “Ahora estamos pobres de camisetas y vamos a presentar proyectos para poder conseguirlas. Estamos repitiendo entre infantiles y adultos. Ya tenemos gente, ahora vamos por lo otro. Por las pelotas, los conos, los implementos deportivos, y el apoyo para pagarles a los profes que entrenan a los niños. Siempre hace falta un profesional que les enseñe, sobre todo a los más chicos”, concluye Briceño.

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