Los sonidos del mosquetero

GUSTAVO ALARCON
Foto: Patricio Fuentes Y.

El sueño de Gustavo Alarcón, subcampeón de Panamericanos en esgrima, es componer y trabajar con la música. Tokio 2020 y los ritmos del funk y el soul se pasean por su cabeza.



Son las 10 de la mañana y en el subsuelo del Centro de Entrenamiento Olímpico de Ñuñoa el clap-clap del florete de Gustavo Alarcón suena desde hace media hora. El esgrimista, que sorprendió hace un mes y medio en Lima 2019, tras derrotar al 2º del mundo (el estadounidense Race Imboden) para disputar una final de Juegos Panamericanos impensada, se mueve con agilidad y delicadeza por una de las 15 pistas que tiene el salón de entrenamiento.

Espalda recta, piernas en cuclillas, ojos escondidos detrás de una careta, mano izquierda en el aire y la derecha y toda su mente apuntando al rival... Así, estocada tras estocada, entrena el nuevo prodigio de la esgrima nacional. Bajo las órdenes de Luis Moreno, otra gloria de este deporte en el país, Alarcón ha dedicado los últimos dos años por completo a una disciplina con siglos de historia, y también décadas de tradición familiar.

Porque Gustavo, como es costumbre, llegó a la esgrima impulsado por los suyos desde chico. Sobrino de la esgrimista Luz Alarcón, a los cinco años comenzó a practicar con el sable, la espada y el florete. "Tengo la suerte de tener una familia que me apoya mucho", dice. Más tarde, uno de sus primos llegará a entrenar junto al resto del equipo nacional. Alarcón se formó rodeado de su gente.

Tiene 20 años, decoloró su cabello para lucir un prominente jopo, y su actitud es la de un ganador. Eso lo ha llevado a irrumpir entre los mejores espadachines del continente, dicen. "Siempre ha sido un muchacho súper aguerrido, lo que se propone lo cumple y eso es fundamental. La esgrima es un 70% de cabeza, de tomar buenas decisiones rápidamente y eso él lo tiene", reconoce el joven entrenador Moreno (39). Su cabeza fría al momento de empuñar el arma ya lo tenía como una revelación continental. También en Lima, pero en mayo se colgó el oro con el florete en el Sudamericano Juvenil, exhibiendo el superlativo nivel de esgrima que lo tiene como uno de los mejores juveniles del mundo.

Pero en Lima sabía que alcanzar una final era algo incierto. De hecho, para conseguirlo debió revertir tres derrotas consecutivas para hacerse de un boleto en la pelea por el podio. "No se veía un pronóstico de medalla de plata, menos de final en estos Juegos. Más que todo, por mi corta edad y por los resultados, no muy buenos, que había obtenido en las competencias de esa categoría", reconoce el fanático de las películas de espadas, aunque no ha visto Game of Thrones.

Pero pese a estar proyectándose a una clasificación olímpica a Tokio, a Santiago 2023 y a transformarse en uno de los mejores exponentes del continente, su vida está lejos de ser solo espadas. Muy lejos. Después de esta entrevista, Alarcón correrá en su auto para ir a una reunión con el director del Loft Music Academy. Porque el clap-clap del florete no es el único ritmo que suena en su día.

"Quiero dedicarme a la música. En mi especialidad (florete), el peak está en los 27 años. Después comienzas a bajar. Por eso es que, desde ya, quiero comenzar a componer y a la producción musical", cuenta el de San Joaquín, como narrando un hecho obvio, ya asumido, que ya pasó. Porque lo que se propone lo cumple; así fue siempre, dice. Para desarrollar su otra pasión, debió desdoblar el tiempo para tocar las canciones de Luis Alberto Spinetta junto a su primera banda. Fue a los ocho años que descubrió su otra pasión. Su mamá, baterista durante años, decidió comprarle el mismo instrumento musical. El cabro aprendió rápido. Pero fue en el Miguel León Prado, cuando tomó el ramo electivo de música y a estudiarlo en serio. De ahí, nunca más soltó las baquetas.

Se reconoce fanático del funk, el hip hop, el soul y el neosoul. Su cabeza retumba al ritmo de James Brown, Kool & The Gang o el rapero Anderson Paak. "En mi reproductor suena de todo. Sí me gustan más el hip hop, el R&B, pero soy muy abierto a escuchar de todo, desde un jazz hasta un trap". De hecho, después de conseguir la plata en Lima retomó la faceta creativa y comenzó a trabajar en sus propias pistas musicales. "Toco la batería, pero ahora estoy aprendiendo producción musical. Estoy haciendo pistas y llevando la música a lo digital, que es lo que se está haciendo".

Pero hoy tomará un respiro. Lleva tres semanas preparando el Sudamericano Adulto de Paraguay, que se disputa a fin de mes (28 de septiembre) y donde sabe que en el florete todos querrán derrotarlo. En un par de horas más se confortará al ser aceptado en la academia de música, donde el jueves pasado comenzó a tomar el curso de Producción Musical, Mezcla y Masterización.

Los puntos para Tokio 2020 son su motor, pero también la música. Gustavo Alarcón empuña sus armas apuntando bien arriba. El mosquetero compositor.

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