El Niño Pesadilla: las rabietas de Alexis Sánchez marcan la noche de la Roja en Quito

Alexis Sánchez ante Willian Pacho
Alexis Sánchez ante Willian Pacho (Foto: @Conmebol)

Lejos de transformarse en la referencia ofensiva que requería la Selección, el delantero del Inter de Milán volvió a quedar en deuda. Además, se mostró hosco con sus compañeros.



Suena a lugar común, pero, al menos hasta que aparezca un delantero de su jerarquía, lo que se ve bastante difícil en el corto plazo, Alexis Sánchez está obligado a ser la referencia ofensiva de la Selección. Por condiciones, trayectoria y jerarquía. Independientemente de los metros que separen las funciones que le puede encargar uno u otro entrenador, el tocopillano es el llamado, y el capacitado, para marcar diferencias. Y el líder: no por nada llevó la jineta de capitán ante la ausencia del suspendido Gary Medel.

Sin embargo, hace un par de encuentros que no viene pasando. Esta versión de Alexis no recibe la pelota, se intenta conectar infructuosamente con el mediocampo y, cuando logra tener contacto con el balón, tampoco consigue ser lo suficientemente claro. Produce destellos, como no, pero se diluye en los momentos decisivos. Para colmo, comete errores, como la pérdida que terminó originando el gol ecuatoriano.

Rabioso

Sánchez no se vio cómodo en Quito. Ni porque estaba disputando su 160º partido con la camiseta nacional le mejoró el ánimo. Puede que se haya tratado de los efectos de la altitud, aunque esa variable pierde relevancia si se considera que el ariete se formó en Cobreloa y dio sus primeros pasos futbolísticos en Calama, ciudad ubicada a casi la misma cantidad de metros sobre el nivel del mar que la capital ecuatoriana.

Puede, también, que la controversia que protagonizó el fin de semana, cuando criticó duramente las condiciones de trabajo en Juan Pinto Durán y expuso un repugnante problema que se produjo en el vestuario que la Roja ocupó en el estadio Monumental, en el choque frente a Paraguay, le haya sacado de foco. Si hasta le respondió a Claudio Bravo por el posteo que el arquero del Betis realizó después de la salida de Berizzo.

Alexis Sánchez, en la fotografía protocolar con los jueces y el capitán ecuatoriano
Alexis Sánchez, en la fotografía protocolar con los jueces y el capitán ecuatoriano (Foto: Carlos Parra/Comunicaciones FFCh)

Y, por cierto, pueden, también, haber confluido ambas variables para que Sánchez se mostrara más hosco que de costumbre, que incluso reprendiera en un par de ocasiones a Alexander Aravena o que les reclamara a viva voz a sus compañeros de la última línea para que lanzaran balonazos largos, saltándose la elaboración, con el afán de ser un poco más efectivos en el ataque.

Lo concreto es que ni los intentos ni las rabietas dieron resultados. Incluso, en los 38′, una pérdida suya pudo derivar en una tragedia: el segundo gol ecuatoriano. Incluso dispuso de un tiro libre, en el que impuso la jineta para sacárselo a Marcelino Núñez. Ni siquiera fue capaz de sobrepasar la barrera.

Para colmo, cada vez que pudo recibir el balón, tuvo que soportar la rudeza de los defensores locales. Ahí, su ira la recibieron los jueces, especialmente el cuarto.

Un disparo de distancia en el inicio del segundo tiempo fue el anuncio de la intención de cambiar la suerte. El balón se fue elevado, sobre el horizontal del pórtico de Alexander Domínguez.

Después, más rabietas. Se enojó, por ejemplo, con Ben Brereton, otro que hace rato que no muestra el nivel que le reclama la Roja, por una intento de conexión que resultó infructuoso. La misma reacción recibió Víctor Dávila, cuando Sánchez le dejó en posición de tiro y, en vez de lanzar, el delantero del CSKA Moscú, volvió a buscarle.

Otra pérdida de Sánchez, a diez minutos del final, volvió a meter en problemas a la defensa chilena. Kendry Páez elevó el disparo que pudo haber sentenciado el duelo.

Sobre el final, con la Roja quemando los últimos cartuchos, Brereton tuvo el empate y mandó la pelota a un poste. En el remate, el tocopillano forzó una tapada de Alexander Domínguez en el primer palo. El esfuerzo le pasó la cuenta. Y, finalmente, tampoco alcanzó más que para entibiar una fría noche en la que, al menos para Chile, no hubo sonrisas.

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