A 30 años de la hazaña chilena del Everest: los protagonistas recuerdan su viaje a la cima del mundo

Una fila de montañistas avanzan sobre una pared del macizo. (Colección personal Cristián García-Huidobro)

El 15 de mayo de 1992 dos expediciones nacionales lograron llegar a los 8.849 metros y hacer cumbre en la montaña más alta del planeta. Un hito nunca antes visto en la historia del país y que se dio con escasas horas de diferencia, logrando incluso que montañistas de ambas cordadas coincidieran en el techo de macizo. Mucho se ha hablado de aquel encuentro, pero a tres décadas del aquel logro, ellos prefieren abordar lo mágico de mirar la tierra desde lo más alto y del esfuerzo que aquello conlleva.



Ya han pasado 30 años desde que por primera vez en la historia, un chileno llegó a la cima del Monte Everest. Fue en mayo de 1992 y por increíble que parezca no fue solo una expedición, sino que dos. Por un lado Cristián García-Huidobro, Rodrigo Jordán y Juan Montes. Por el otro solamente Mauricio Purto, luego de que sus compañeros no hayan podido ascender los 1000 metros finales tras tres días de tormenta en el campamento del macizo de los Himalayas.

Dos grupos que realizaron rutas distintas, entrenamientos diferentes y que por consiguiente vivieron realidades desiguales. El viaje a la cima del mundo es algo que no se olvida y a tres décadas de aquel hito, dos de sus protagonistas lo recuerdan. Uno es Cristián, el primer chileno en llegar a 8.849 metros. El otro Mauricio, el único de su cordada que pudo mirar la tierra desde arriba.

Cristián García-Huidobro: “En este país no saben lo que hicimos”

Tras dos intentos fallidos en el año 86 y 89, el 12 de mayo de 1992 a las 10:15 de la mañana no solo se transformó en el primer montañista nacional en tocar la cima del mundo, sino que también fue el primer sudamericano en conseguirlo.

¿En qué momento aparece el llamado del Everest?

En mi caso es algo que me conecta de niño. Por alguna razón misteriosa, yo siempre quise poder volar para poder mirar desde muy alto. Ese era mi sueño de infancia. Entonces, cuando salió la opción del Everest, pese a que no iba a volar, seguramente iba a mirar desde muy alto. Pero más que subirme a la cumbre más alta del mundo, tenía que ver con la experiencia de vivir una aventura en el Himalaya, en altura, con amigos. Todo eso representaba un sueño.

¿Qué falló en las expediciones previas?

Para el 86, íbamos muy preparados, subiendo muchos cerros, pero no sabíamos cómo era una montaña de 8.000 metros. Por ejemplo, yo era el encargado de la comida y llevamos solo sopas porque llegamos a la conclusión de que por la falta de oxígeno no había apetito sobre 6.000 metros. Cuando escalamos y repartimos las porciones, me querían matar (risas). Para el 89, en cambio, los temporales nos dejaron sin subir.

¿Para el 92 tenía la confianza absoluta de que iban a hacer cumbre?

No. Si miras la pared, quedas congelado. De hecho, hubo una periodista que cuando se entera de nosotros, que vamos por la Pared del Kangshung, nos dice “¿ustedes saben dónde van? ¿Han visto la pared? Es la pared más grande del mundo”. Cuando nos paramos abajo quedamos helados. Si bien tenía ganas, objetivamente pensaba que perfectamente podíamos quedar en el camino.

Cristián en la cumbre del Everest. (Colección personal Cristián García Huidobro)

¿Cómo se enfrenta la convivencia con la pared de Kangshung?

Cuando tú vas a una ruta de esa dificultad tienes dos caminos: o te paralizas para siempre, preocupado por los obstáculos que se ven en el futuro, o te olvidas de eso y entras en una actitud mucho más zen y te dices “no voy a mirar la pared”... Si voy a estar en el campamento base, solo voy a mirar el campamento. Ahí aprendimos el arte de abrazar el presente, aunque tengamos un súper plan para abordar el futuro. En el futuro siempre te imaginas algo terrorífico.

¿Cómo fue el paso por el Escalón de Hillary?

En la parte final apuro el paso para tener un momento más íntimo, alejado del resto de los que subían ese día. Empiezo a irme como si fuera saltando, para hacer el tramo final más entretenido. Era un día de celebración, no de sufrimiento. Iba cada vez más rápido, solo pensando en el Escalón de Hillary (uno de los tramos más icónicos del Everest). Pero iba tan embalado que, cuando miro el altímetro, me doy cuenta de que me había pasado. Debo ser el único hueón en la historia de la humanidad que no vio el escalón.

¿Y qué siente cuando ve la cumbre?

A dos pasos de la cumbre paro y digo “no, no puedo llegar así”. Me doy vuelta y saco una foto, en donde se ven mis huellas dirigiéndose a la cumbre, a dos metros de la cumbre. Fue súper impactante, porque recuerdo la vuelta a Chile en los otros años en donde la prensa nos hizo bolsa y me dije, “hasta aquí para la prensa soy un fracaso, dos metros más allá un éxito”. Ahí me puse a pensar, qué era lo realmente valioso. Si era la cumbre o el camino. Miro para atrás y digo, “el camino es lo valioso, esas huellas son las valiosas”. Eso te deja mucho más realización que la cumbre misma. La cumbre es la inspiración y el camino es la meta, realizar el camino más bello. Todo eso me pasó a dos metros de la cumbre.

¿Se arrepiente de haber tenido esa discusión con Mauricio Purto en la cumbre?

Acá habían diferencias anteriores y consideré que era el momento de hacer justicia por amigos afectados que fallecieron. Pero quiero ser claro, las razones que yo tuve eran justificadas, pero quizás no lo volvería a hacer en ese lugar, porque generó mucha conmoción. Nunca pensé que iba a trascender.

¿Por qué no hubo tanto reconocimiento desde las autoridades?

A nosotros nos parecía que deportivamente lo nuestro era a nivel mundial y lo que había hecho la otra expedición era importante para ellos, pero es algo que se hace todos los días. Eso no representa un hito deportivo a nivel mundial, lo nuestro sí. Ahí pecamos de puristas y dijimos “no podemos hacer eventos en donde se unifique a estas dos expediciones”.

¿Chile le reconoce su logro?

Creció el montañismo, se instaló que se puede ir por más, pero en este país no saben lo que hicimos. No tienen idea qué representa.

La foto de las huellas que tomó García-Huidobro. (Colección personal de Cristián García-Huidobro)

Mauricio Purto: “El horizonte no es recto, se ve la curvatura de la tierra”

El médico fue el único de su cordada que pudo llegar a la cumbre del macizo. Lo hizo subiendo desde el lado sur, tras seis semanas desafiando al gigante del Himalaya. Un logro que se transformó en el cuarto ochomil (la denominación con que se conoce a las 14 montañas más altas del planeta) que hizo en su vida.

¿Cuándo comienza a gestarse la idea de subir el Everest?

El proyecto lo comencé a amasar en 1986, en Italia. En Lecco comencé a entrenar escalando con gente de muy alto nivel y me di cuenta de que podía tener las capacidades de subir un ochomil. Fue ahí cuando me comuniqué con Italo Ville para intentar subir el Cho Oyu (8.201 metros), que es la sexta montaña más grande del planeta. Al lograrlo en el año 87, surgió la idea concreta de hacer una expedición del Everest, no sin antes hacer otros dos ochomiles. El 90 subimos el Gasherbrum II (8.035 mts.) y el 91 el Shisha Pangma (8.013 mts.). Con ese entrenamiento partimos el 92 a subir el Everest.

¿Y cómo fue esa expedición?

En el Everest nos pasó lo peor que nos pudo haber pasado. Cuando llegamos al último campamento, a 8.000 mil metros, nos pilló una tormenta que duró tres noches. Para el amanecer del 15 estábamos muy deteriorados, lo que significó que mis compañeros no pudieron llegar a la cumbre. Yo seguí para arriba con un inglés con el que nos ayudamos en ese momento.

¿Cómo se sobrevive a tres días de tormenta en la parte más alta del Everest?

Nadie había logrado sobrevivir tres noches a 8.000 metros y después hacer cumbre y volver a resistir otra noche. Yo en esa época hacía ejercicios de respiración derivados del yoga, que aplicaba para relajarme y tener un metabolismo bajo, bajar la presión. Eso sin duda me sirvió, porque el día que subí la cumbre no estaba tan mal como pude haber estado.

¿Y en qué momento se encuentra con la otra expedición chilena?

Antes de llegar a la cumbre, porque está el mito de que llegamos por lados diferentes y eso no es así. Como a las 6 de la mañana, vi al grupo de compatriotas y precisamente hablé con Juan Montes. Vi a (Rodrigo) Jordán, a (Cristián) García y en ese momento tuve la certeza de que íbamos a hacer la cumbre. Dije “no es casualidad que nos encontremos después de tantos intentos”, porque para ellos era el cuarto intento y para mí el primero. Ese encuentro fue fundamental para decir “vamos a subir al Everest”. Ahí tuve la certeza. Y llegamos juntos a la cumbre.

Purto en 1992 en Santiago de cara a su viaje al Everest. (Colección Mauricio Purto)

¿La pelea con García-Huidobro, fue tan fuerte como decía la prensa?

En realidad yo fui a saludar a Cristián, a darle un abrazo y él se ofuscó, me sacó el dedo del medio y me dijo una serie de garabatos, pero yo lo atribuí siempre a la falta de oxígeno que afecta en esa altura. Como una especie de euforia. La gente cree que nos agarramos a combos y nada que ver. De hecho, el mismo Cristián reconoce que no fue el momento de hacerlo, que fue un desacierto.

¿Pudieron arreglar la situación con el tiempo?

Con Jordán me he topado muchas veces, porque nuestras hijas eran compañeras y eran amigas, entonces siempre hemos podido vernos y conversar. No hay ningún resentimiento. Pero a Cristián no lo vi más, porque se fue a vivir al sur. Nunca hemos podido conversar este tema, que pasó a ser un mito.

¿Cómo es la sensación de estar en la cumbre?

Cuando salí del Escalón de Hillary, disminuí el paso para poder gozar cada segundo de la llegada a la cumbre, que se veía al alcance de la mano. Llegaron imágenes de mi familia, de los amigos con los que entrenaba y miraba para todos lados para no olvidarme de cómo era el lugar. Cuando llegué a la cumbre misma, miré el Everest por el norte, por donde habían sido los otros intentos y se notaba la curvatura de la tierra. El horizonte no se veía como una línea recta.

¿Fue la cumbre más difícil que hizo?

No. Yo lo pasé más mal en el Cho Oyu, porque teníamos menos dinero y menos experiencia. Nos fuimos por una ruta que ya no se sube. Nos agrandamos un poco y conseguirlo fue un milagro. Me costó mucho y sin duda fue la cumbre en la que más feliz he estado. Nunca imaginé que yo podría subir una cumbre de 8.000 metros. En el Everest fui más fogueado, sabía cómo era el juego.

¿La reacción en Chile fue cómo esperaba?

Gran parte de la opinión pública transformó el ascenso como una carrera y eso en el montañismo no existe. Por otro lado, se fueron con este conato que hubo en la cumbre. Fue una pena, porque se quedaron con eso más que con el logro en sí.

Purto junto al sherpa Ang Rita. (Colección Mauricio Purto)

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