Cómo fue el primer Día internacional de la Mujer (8M) en la historia de Chile

Cómo fue el primer Día internacional de la Mujer (8M) en la historia de Chile

Fue en 1936 cuando se celebró por primera vez en el país el Día Internacional de la Mujer, a iniciativa de organizaciones como el MEMCH. La irrupción de las mujeres en el espacio público llevaba algunos años y coincidió con una era de crisis social y económica, en que surgieron nuevos partidos y la política llegó hasta las calles. Además, las que deseaban dedicarse a la actividad política debían sortear la suspicacia y la oposición de sus familias.


En la era de entreguerras, el mundo no era un lugar seguro. Menos tras los estragos de la Gran depresión, que a mediados de la década de los treinta, todavía se sentían con fuerza en varios rincones del orbe. Chile había sido el país más golpeado según un estudio de la ONU. Y aunque para 1936, el país caminaba hacia la estabilidad institucional, el shock de la crisis todavía no amainaba. Hacia fines de ese año, el aumento de precios de los bienes de primera necesidad derivó en una serie de manifestaciones. Una de ellas en el Teatro Politeama, en el Portal Edwards. Esa noche, se hicieron notar dirigentas de diversas organizaciones femeninas. No lo sabían entonces, pero esa fue más de las jornadas claves para consolidar la presencia del Día internacional de la mujer (8M) en el país.

“Al contemplar la extensa sala del Politeama llena, de bote en bote, nos habla elocuentemente del despertar de la mujer chilena ante las necesidades de un pueblo”, escribió Eliana de Santiván, una de las asistentes de la jornada, en su crónica para el número 17 de la revista Acción Femenina, la publicación oficial del Partido Cívico Femenino.

Mujeres dirigentes de Acción Femenina, órgano oficial del Partido Cívico Femenino, década de 1940. Archivo fotográfico.

En el número no especifican la fecha del evento, pero la publicación bimensual toma los meses de noviembre y diciembre de 1936. Un año en que el mundo presenció algunos hitos que obligaban a contener el aliento: en España comenzó una brutal Guerra Civil que dilapidó cuerpos, juventudes y la república; mientras, la Alemania de Hitler organizó unos faraónicos Juegos Olímpicos, en que, para sorpresa del Führer, descolló el atleta afroamericano Jesse Owens.

Esa temporada también marcó un hito para las mujeres chilenas. Se le considera el momento en que se comenzó a celebrar, de forma organizada y masiva, el Día Internacional de la Mujer. Una efeméride que resume varias memorias dolorosas. Fue proclamada en 1910 a iniciativa de la activista alemana Clara Setkin durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en la lejana Copenhague, pero que con el paso del tiempo se extendió al resto del orbe y llegó hasta un pequeño y empobrecido país sudamericano, que a duras penas se levantaba de una de las peores crisis de de su historia.

Entre el Partido Cívico Femenino y el MEMCH

En el Chile de 1936, las organizaciones femeninas acumulaban años de actividad, pero fue en esa década en que consolidaron su acción. Nada raro en una época en que la crisis política derivada de la Gran Depresión, que derribó al gobierno del coronel Carlos Ibáñez del Campo y hundió a la economía por largo rato, abrió la posibilidad de formar nuevas combinaciones políticas.

Tras un par de años de golpes de estado con apoyos militares que iban y venían según el favor del momento, la situación se estabilizó con el retorno del “León”, Arturo Alessandri Palma, a La Moneda en 1932. Pero se abrió una nueva era. Los chilenos de entonces, poco a poco se acostumbraban a nuevas organizaciones políticas, como el Partido Socialista, el Movimiento Nacional Socialista de Chile, la Falange Nacional (que años después derivará en la Democracia Cristiana), entre otras.

Las mujeres también se integraron como sujeto político de pleno derecho. Solo en 1934, al superar años de rechazo, se había logrado el derecho a voto en las elecciones municipales. Por esos días, las dos agrupaciones más importantes eran el mentado Partido Cívico Femenino, fundado en 1922, y el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH), instituido el 11 de mayo de 1935.

“Ambas fueron parte de los grupos más influyentes al plantear las demandas femeninas. Si bien la primera se declaraba de izquierda moderada y la segunda radical, la acción conjunta que realizaron ambas organizaciones expresa la necesidad de unidad en la lucha por las demandas de las mujeres”, explica la académica Claudia Montero en parte de su artículo La conformación de discurso feminista en diálogo con los discursos sociales: las mujeres frente a los problemas sociales del 30.

Precisamente, las líderes de ambas organizaciones se presentaron esa jornada en el Politeama. En el relato de Santiván cuenta que una de las oradoras fue Elcira Rojas, presidenta del Partido Cívico, “con su experiencia de 20 años de correcta feminista activa”. También tomó la palabra Elena Caffarena, una abogada que acumulaba años de lucha como sufragista, y por entonces ejercía de secretaria general del MEMCH donde destacaba por su contundente oratoria.

“Su preparación y convencimiento de la causa que defendía le prestaban mayor fuerza a su fácil palabra, llena de colorido, salpicada de caústicas verdades a la clase dirigente y legislativa”, relata Santiván.

Como Caffarena, el MEMCH reunía principalmente a mujeres de tendencia progresista -entre profesionales y obreras- organizadas en núcleos locales de al menos diez socias. También realizaban asambleas ordinarias los días viernes a las 19.00 horas, en la sede social ubicada en Alameda 860.

Elena Caffarena, retratada en 1929. Foto: Archivo Mujeres y Géneros, Archivo Nacional de Chile.
Elena Caffarena, retratada en 1929. Foto: Archivo Mujeres y Géneros, Archivo Nacional de Chile.

“Fue una organización multiclasista, sin embargo predominaban las mujeres de clase media educada y profesionales; muchas de ellas empleadas públicas, que en el ejercicio de sus labores atestiguaban la precariedad de las condiciones de vida de la población y especialmente de las mujeres”, explica Claudia Montero en su texto.

Por eso, aquella noche en el Politeama también congregó a mujeres representantes de organizaciones obreras. En su crónica, Eliana de Santiván describe el momento en que habló la dirigenta santiaguina Norma Calderón. “Me sentí conmovida y orgullosa de mi pueblo -escribe-. Esa obrera inculta, pero inteligente, tenía elocuencia que presta la defensa de una causa justa. La protesta le salía del corazón”.

De Santiván no exagera. Como muchas actividades vetadas para las mujeres de la época, el dedicarse a la actividad política resultaba todo un desafío. De hecho, relata que aquella era la primera vez que asistía “a una manifestación feminista”. Una decisión que al parecer no fue nada fácil. “La falta de costumbre hizo inquietarse a nuestros familiares”, cuenta.

La cronista remata con un dato que retrata en toda su crudeza, la suspicacia permanente, el murmullo irritante y molesto que debían sortear las mujeres que en esos días intentaban participar de la cosa pública. “Ese prejuicio que existe que toda congregación feminista finalizará en reyertas y gritos destemplados”.

Surge el 8M

El censo de 1930 detalló que en el Chile de entonces había 2.164.736 mujeres. Es decir, eran nada menos que el 50,5% de la población total del país, que por entonces pasaba los cuatro millones de personas. Y aunque la explosión demográfica de los baby boomers ocurrirá después de la Segunda Guerra Mundial, poco a poco las masas fueron incluidas en la lucha política. Allí, entre caudillos de palabra flamígera, largas marchas y aletergadas exhibiciones de musculatura electoral, comenzó a tomar forma aquella manida frase de llamar al siglo XX como el “de la gente”.

Que las mujeres decidieran organizar encuentros masivos era parte del pulso de la época. Las nuevas agrupaciones sacaron la deliberación de los encopetados salones oligárquicos, entre rondas de brandy y cigarrillos, y la llevaron hasta las calles, entre banderas y consignas al aire. Se hicieron comunes las marchas de las milicias de los partidos vistiendo sus uniformes, así como las concentraciones masivas, los militantes voceando los periódicos partidarios y las reyertas callejeras entre grupos, que a menudo se resolvían a cuchillo.

El MEMCH en las calles.

Mientras, las organizaciones femeninas ocupaban los espacios públicos con una vocación política. En octubre de 1931 -tres años antes de ganar el derecho a voto municipal-, un grupo de mujeres, de diversas tendencias políticas, llenó el Teatro Libertad de Valparaíso en homenaje al candidato radical y futuro presidente, Juan Esteban Montero -quien gobernó siete meses antes de ser derrocado con los aviones de la Fach sobrevolando La Moneda-. La prensa de la época destacó que esa fue la primera vez en que ellas participaban en una campaña presidencial. Y quedó en claro que no sería la última.

Tras la entrada de Montero al escenario -momento en que fue aplaudido “por diez mil mujeres”, según la crónica del semanario feminista Nosotras-, habló la doctora Ernestina Pérez, la segunda mujer en obtener el título de médico en Chile y América Latina. En su discurso no se anduvo con rodeos.

“Somos cerca de 400.000 mujeres que nos ganamos la vida en Chile con el producto de nuestro trabajo, y es de todo punto justo y necesario que su voz se oiga en los asuntos que atañen al porvenir de sus hijos que formarán el Chile de mañana -señaló-. Creo fervorosamente que las mujeres vamos a dar en un futuro muy próximo una elevación nueva y una espiritualidad mayor a la vida cívica”.

Por tal razón, es que las organizaciones notaron en el Día Internacional de la Mujer, una ocasión para organizar actividades en línea con visibilizar sus demandas. Era una efeméride que ya se celebraba en países como China y la Unión Soviética. En el caso chileno, destacó el MEMCH, que a tono con los tiempos, usó la movilización masiva como una de sus estrategias políticas. La compleja situación económica del país tras la Gran depresión, hizo el resto.

MEMCH

Las motivaciones por las cuales convocaba a estas concentraciones solían privilegiar un elemento contingente: la igualdad de sueldos y salarios entre hombres y mujeres, el divorcio, régimen carcelario femenino, la participación en conferencias internacionales, el problema de la carestía de la vida, las luchas contra la guerra, el fascismo, el cohecho, el apoyo a candidaturas presidenciales, la solidaridad con otros pueblos y el Día Internacional de la Mujer”, se detalla en el estudio Queremos votar en las próximas elecciones: historia del movimiento femenino chileno 1913-1952, firmado por Edda Gaviola, Ximena Jiles, Lorella Lopresti y Claudia Rojas.

Se atribuye al MEMCH la instalación definitiva de la celebración en el país, pese a que existen algunos antecedentes previos por parte de mujeres socialistas, tal como se explica en el libro citado. Pero, quizás por el perfil intelectual de sus militantes, en las concentraciones convocadas por la organización rondaba la urgencia. De alguna forma se colaba la lucha impuesta por la necesidad del momento.

“La del año 1936, debido a la crítica situación económica, la celebración del 8 de marzo fue un verdadero llamado a formar filas en la lucha por la carestía de la vida, cuya solución más inmediata se manifestó en la vinculación, de hecho con el Frente Popular”, detalla el texto mencionado.

Esta era una tendencia muy propia de esos años, en que abundaron los conflictos. Por ello, en Mujer Nueva, el periódico del MEMCH -que se vendía a 30 centavos-, se trataban sin tapujos temas del momento, como el aborto, la violencia de género, la protección de la infancia y hasta la actualidad internacional. En esos días, además se dedicaban algunas páginas a la situación de las mujeres durante la Guerra Civil Española.

La celebración se mantuvo con los años, en especial por organizaciones no gubernamentales durante el período del régimen militar. A nivel internacional, la ONU estableció la celebración del Día Internacional de la Mujer en 1975, ocasión en que invitó “a todos los Estados a que proclamasen, de acuerdo con sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, un día del año como Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional”. Finalmente, fue fijada en el país mediante el decreto 207 de 1998 del Ministerio de Planificación y Cooperación. Pese a todo, la lucha femenina había conseguido, como anticipó Ernestina Pérez, dar “la elevación nueva” a la vida cívica.

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