Reseñas de discos: Suede se pone punk, Nicki Minaj repite fórmulas y Vince Clarke evoca al silencio

Esta semana la revisión de discos pasa por varios estados. La ambición de Suede con la versión expandida de Autofiction, evidencia que la versión original excluyó material que habría dado mayor colorido y temperamento a la obra. Por su lado, Nicki Minaj apuesta a la nostalgia con un disco ambicioso, pero excesivo, y la inquietud de Clarke resulta expresiva, inquietante, triste y solitaria.


Suede - Autofiction: expanded

“Es el disco punk de Suede”, advirtió el vocalista Brett Anderson cuando fue publicado Autofiction, el noveno de los británicos, en septiembre del año pasado. Un título consistente y de energía permanente; también representativo de cierta rigidez, un abanico emocional más acotado, en una banda que desde su irrupción como presagio del brit pop, ofrecía sensibilidad, belleza y garra, con vocación por el mejor estribillo posible. Esta edición expandida evidencia que la versión original excluyó material que habría dado mayor colorido y temperamento a la obra. Repartido en tres álbumes, el primero es el disco tal cual, el segundo suma seis cortes, y el tercero rinde Autofiction íntegro en vivo, con las canciones en el mismo orden. Las piezas nuevas entre comillas -tres estuvieron disponibles durante un breve periodo el año pasado-, representan a Suede en su mejor forma, con todos los elementos característicos liderados por la voz de Brett Anderson, uno de los mejores cantantes que ha dado Inglaterra en los últimos 30 años, un carismático maestro del drama romántico. El registro en directo, tomado de la exitosa gira británica en marzo pasado, ofrece versiones que encajan en la descripción punk del líder.

Nicki Minaj - Pink friday 2

Nicki Minaj decidió que es tiempo de una segunda parte de Pink friday, su álbum debut de 2010, cuando saltó del underground neoyorquino al estrellato mundial, mediante una propuesta exuberante de múltiples personalidades, inserto en un imaginario caricaturesco y colorido -un extraño y seductor mix entre Barbie y Willy Wonka-, sostenido en un fraseo extraordinario. Como un crack haciendo gambetas y arranques, sus cambios de ritmo eran sorprendentes. Este disco, a cinco años de Queen, periodo en el que anunció un supuesto retiro, se casó con un amigo de infancia con prontuario y fue madre, ofrece exactamente lo que se espera de ella: arrogancia y despliegue, invitados estelares -Drake, Lil Wayne y J. Cole, entre varios-, y una cantidad impúdica de samples, que provocan recelos por juguetear con la nostalgia, a costa del recuerdo fácil. Hay mordiscos a Billie Eilish, Notorious B.I.G., Cyndi Lauper, Rick James, Blondie y Junior Senior, entre distintos artistas.

Como suele ocurrir en la discografía de Minaj y de las grandes estrellas del hip hop en general, la extensión generosa -22 canciones en 70 minutos- resulta excesiva. Hay demasiada información y detalles en su arquitectura musical y lírica autorreferente. Unos cuantos cortes menos harían de Pink friday 2 un disco redondo.

Vince Clarke - Songs of silence

La resaca de la pandemia aún persiste en términos creativos. Este primer álbum solista oficial de Vince Clarke (63), uno de los músicos fundamentales del synthpop por más de 40 años, fue creado durante el periodo de emergencia sanitaria, como una expresión de pérdida ante la muerte de amistades y el aislamiento. El miembro de Erasure y ex militante de Depeche Mode y Yazoo, se enfrascó en una antigua obsesión por maquinarias de larga data. En este caso, decidió trabajar con el sintetizador modular Eurorack, un artefacto monumental y complejo, colmado de cables, perillas y botones, que parece sacado de la carrera espacial en Guerra Fría, y factible de ser customizado. Alejado por completo del colorido habitual de sus composiciones -sólo con Erasure ha vendido más de 25 millones de álbumes-, Clarke se impuso componer utilizando apenas una nota por corte, con ligeras oscilaciones. Algunas piezas llevan coberturas extras; The Lamentations of Jeremiah, por ejemplo, se acompaña de un dramático chelo envuelto de un drone, semejante a las vibraciones de un didgeridoo. El pulso firme de Scarper cabalga con el acompañamiento de una guitarra acústica. El minimalismo de Vince Clarke resulta expresivo, inquietante, triste y solitario, tal como fue aquella época fatal por el Covid-19.

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