Francisco Díaz Klaassen, escritor chileno: “No se trata de que el tiempo pasado sea mejor. Se trata de que el presente se está volviendo cada vez más asfixiante”

Francisco Díaz Klaassen, escritor. Fotografía: Lorena Palavecino
Francisco Díaz Klaassen, escritor. Fotografía: Lorena Palavecino

En Mínimas, su más reciente publicación, el escritor chileno despliega una serie de textos que reflexionan sobre amistades y enemistades literarias, lecturas y relecturas, diálogos con autores del pasado y los asuntos de la vida cotidiana. En charla con Culto, Díaz comparte más detalles sobre el proceso creativo que derivó en esta publicación, que lo hizo merecedor del premio del Ministerio de las Culturas a mejor ensayo inédito del 2022.


Fue durante la pandemia que Francisco Díaz Klaassen decidió comenzar a escribir un diario, como un ejercicio que estaba ineludiblemente conectado con las lecturas que por entonces lo ocupaban. Pero esa primera intención pronto comenzó a mutar. ¿El resultado? Un cúmulo de textos tan variados como indefinibles. Anécdotas, registros de lecturas y relecturas, constatación de amistades y enemistades literarias, genealogías y reflexiones en torno a la vida. Siempre con los libros como protagonistas.

“Había terminado un doctorado afuera y tuve que devolverme”, recuerda el escritor sobre el germen de su último libro. Estaba pobre, no tenía pega, lo cual es terrible en el momento. Pero después uno lo mira casi con nostalgia. Nunca he leído tanto como cuando en realidad no tengo nada más que hacer. Y me di cuenta de que esto que iba anotando, estas cosas que iba escribiendo, no eran un diario. No estaba hablando de lo que yo pensaba o de lo que me pasaba, sino que estaba haciendo referencia a lo que leía e ideas que surgían de esas lecturas. De repente sentí que me interesaba mucho más explorar eso, cómo puedes crear algo en los márgenes de lo que estás escribiendo”.

La suma de esos escritos dio forma a Mínimas, un texto editorialmente rotulada dentro del género del ensayo, aunque al poco andar se devela como una obra inclasificable. Algo que, a estas alturas, resulta una característica distintiva del trabajo de Díaz. “Creo que todo lo que he escrito es un poco torpe”, afirma el escritor a Culto con una sonrisa, provocada por la búsqueda de un adjetivo que defina fidedignamente su parecer respecto a su propia obra, en un ejercicio que nunca resulta del todo sencillo.

“Escribí un libro de cuentos que en realidad era una novela, escribí una novela que estaba compuesta de libros de cuentos. Entonces creo que esto era un poco así. No logro hacer nada bien, ningún género me sale del todo porque termino yéndome para otros lados”, dice de sí mismo.

También confiesa que, al menos en primera instancia, estas anotaciones “no eran algo para compartir. Estaba tratando de escribir una novela que nunca cuajó, y entremedio me encuentro con que aquí en realidad había algo. Me dije: ‘hay un personaje, tengo que seguir aquí, escribiendo en este formato’”.

Literatura sin condescendencia

Esa sinceridad a veces enfadada que encarna la narrativa del protagonista, que no escatima en lanzar sus dardos sobre asuntos como la literatura infantil o manifestar su desconfianza hacia los grupos literarios, resulta central. “Lo que más disfruto es la posibilidad de ser un sinvergüenza”, afirma en uno de los pasajes del libro. Una licencia que permite prescindir de la autocensura para priorizar un libro sin condescendencias.

“La pandemia me replanteó una disonancia entre cómo percibimos el mundo y cómo hablamos de él. Siento que quizás hay una transversalidad en pensar que está todo mal, todo peor, todo desagradable, en una especie de desencanto generalizado con todo. Sin embargo, la literatura me parece muy celebratoria y masturbatoria. Muy del ‘yo’. En mi caso, siempre he escrito cosas que son del ‘yo’, pero disfrazadas. Y que en realidad son una burla hacia eso”, comenta Díaz.

Quería escribir algo que sea anacrónico, que no sean escritores del presente. No q hablar de nadie vivo, si es posible. Fijar sólo lo obsoleto. Dónde está lo que ya desapareció, lo que nadie está hablando, lo que supuestamente ya no está en boga. Era eso, un poco refugiarse del presente en la literatura. Y hacer desaparecer esa disonancia”.

Francisco Díaz Klaassen, escritor. Fotografía: Lorena Palavecino
Francisco Díaz Klaassen, escritor. Fotografía: Lorena Palavecino

El refugio que constituyen los libros y escritores del pasado configuran un cobijo que el chileno reconoce como una experiencia esencialmente individual. “Para mí, el espacio de la literatura es privado. Y nunca es lindo. Es medio tortuoso”. Sin embargo, también hay quienes se resisten por definirlo como algo colectivo, en una disyuntiva que se hace presente en su libro.

“La literatura en el fondo no es más (ni menos) que eso, un club de amigos para gente (muy) solitaria”, apunta Díaz Klaassen en el apartado titulado como Las ideas y el pensamiento. Y cierra precisando que “al menos eso es lo que pienso de la literatura”.

Ante la duda sobre por qué hay quienes defienden lo contrario, el autor asegura que no le quedan muy claras las razones. “Lo que sí sé es que una de las cosas fascinantes de la literatura es que encontrar comunión con gente de mi tiempo no tiene ni una gracia. O sea, todos nosotros crecimos en cierto contexto político, viendo las mismas series, consumiendo lo mismo. Para mí, encontrar afinidad con gente que tiene mi edad no me dice nada sobre el ser humano. Con esto me estoy poniendo más o menos existencial, pero siento que es mucho más valioso leer a alguien de hace mil años y sentir que hay ahí una conexión. Es como si salieras de tu tiempo-espacio y entraras al de otra persona que te está hablando de ti más que de ella”.

“Más que mágico, me hace creer en el ser humano, en la humanidad”, agrega el escritor. “Hay algo que nos vincula, porque yo puedo leer a alguien que vivió en el Egipto del 1200 y sentir que somos seres humanos que tenemos cosas en común. Eso me parece que con lo colectivo se pierde. No sé si tiene que ver con la cantidad de estímulos exagerados con los que vivimos, o quizás con que el pasado nos da un poco de miedo porque requiere más esfuerzo. Comprender el presente no tiene ninguna gracia. Está ahí, encima tuyo. No te agrega mucho. Me parece que lo obsoleto, en lo que supuestamente tendría que haber desaparecido pero no ha desaparecido y permanece ahí, latente, presente, medio oculto pero igual ahí, te dice mucho más de ti”.

La industria bajo la lupa

Francisco Díaz Klaassen se reconoce a sí mismo como paranoico, incluso tremendista cuando se trata de observar el presente de la literatura. “Como la inmediatez deja fuera tanto al pudor como al misterio, el escritor contemporáneo carece de ambos”, versa un fragmento de Mínimas que analiza la forma en que las características de nuestra sociedad actual permean al mundo literario.

Creo que no existe algo como la literatura importante. Pero sí que los buenos libros se van a seguir escribiendo siempre. A lo mejor lo trágico es que cuesta más llegar a ellos. O va a costar más porque vamos a estar saturados con cosas”, afirma el autor. “Tampoco quiero exagerar porque no estoy leyendo mucho lo que se hace. Yo soy medio obsesivo compulsivo y creo que eso se está perdiendo. No veo muchas preocupaciones por la parte técnica”.

Para poner un ejemplo, el escritor menciona El conde, el último largometraje de Pablo Larraín. “La vi y pensé: ‘esta cuestión está pésimamente escrita’. No funciona al nivel de la escritura, digamos, más allá de la cosa visual y todo eso. Y no sé si es porque la gente está escribiendo peor o es que ya no hay preocupación, porque a lo mejor el lector promedio ya no es capaz de ver los matices. No veo que mucha gente la critique por eso, sino que va más por lo moral. La moral me da lo mismo. Si está bien hecho no me importa lo que sea. Puede salir el Papa comiéndose una guagua, pero si funciona como texto, como artefacto, me parece perfecto. Pero hay poca preocupación por el aspecto artificial del artefacto”.

Francisco Díaz Klaassen, escritor. Fotografía recuperada de Valenciaplaza.com
Francisco Díaz Klaassen, escritor. Fotografía recuperada de Valenciaplaza.com

Mi sensación es que hay un apuro, y lo veo tanto en los libros como en las películas. Un apuro por generar contenido continuamente, lo más rápido posible, de una manera muy mecanizada. Casi como que una novela debe tener tres cosas y el acto final, pero eso ya pasó hace cien, doscientos años. En el fondo, uno está consumiendo lo que le llega y no está viendo a quién está realmente experimentando. Creo que la novela continúa experimentando sin parar, es parte de su esencia”, agrega.

Otro fenómeno que se revisa en Mínimas es la dependencia hacia los grupos dentro de la literatura chilena. Sobre eso, Díaz Klaassen -el escritor- asegura que no es una situación que esté particularmente bien o mal. Aunque, al igual que el narrador de su libro, sí es capaz de reconocer algunas consecuencias.

“Me parece bien pernicioso que de repente se levantan obras que no tienen valor de obras. Viví mucho tiempo afuera y a veces a uno solo le llega el ruido. Como extranjero ignorante, uno dice ‘salió un nuevo escritor o escritora chilena increíble, lo voy a leer’, porque hay épocas en que a uno le importa. Y después lees los libros y piensas ‘pero aquí no hay nada’. Te das cuenta de que hay un afán, a veces de la editorial, pero por lo general de estos grupos, que creo que tiene que ver con la mediocridad”.

“Cuando armas un grupo, generas una marca histórica”, continúa Díaz. “No quiero poner nombres, pero es como cuando alguien dice ‘mira, yo soy parte de esto’. No sé, la nueva narrativa chilena por decir un grupo que ya está atrás. Es gente que está bien identificada. Tu perteneces a ese grupo y ya cuando se hable de la literatura chilena se tiene que mencionar ese grupo. Y entonces da lo mismo lo que hayas escrito porque nadie está leyendo tu obra. Tu eres parte de eso. Hay algo muy relacionado con aquello, con estos grupos medios mafiosos, de decir ‘esto es lo que se escribe’ porque, en el fondo, cierta persona lo está escribiendo”.

“Al final dices, bueno, a mí qué me importan los ‘escritores chilenos’. O sea, háblame de alguien en función de qué ha hecho, y cuéntame de todos sus libros, no uno. Porque la idea de escritor, al menos la que tengo yo, es de alguien que está tratando de generar algo. No una novela, sino un corpus”, señala.

Y concluye: “Me imagino que es lo mismo en todos lados. Para los periodistas debe ser igual. Existen personas mediocres que tienen sus amiguismos o sus contactos y que da lo mismo lo que hacen o lo que generan, sino que más bien están puestos ahí. Con los libros es lo mismo. Creo que funciona un poco así. Te defiendo porque estás en cierto grupo, o te ataco porque estás aquí, y al final de lo que menos se habla es de los libros. Pienso en los escritores jóvenes de mi generación o de las nuevas. No tengo idea cuándo fue la última vez que se habló de los libros”.

Mínimas, libro de Francisco Díaz Klaassen (Alfaguara)
Mínimas, libro de Francisco Díaz Klaassen (Alfaguara)

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.