Entre hippies, noches de discoteca y rechazo a la marihuana: el alucinante viaje de Víctor Jara a California

Víctor Jara

En enero de 1968, el célebre cantautor chileno integró una delegación de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile que viajó a California para presentar una selección de obras. Fiel a su espíritu sensible, conectó con la juventud y el hippismo. Pudo conocerlos de primera mano e incluso, alucinó con el rock. Tanto así, que hubo quienes aseguran haberlo visto desatado bailando en las discotecas. Acá una historia perdida del hombre de El Cigarrito.


Fiel a su habitual inquietud artística, Víctor Jara extendió su actividad fuera de las fronteras de Chile. Sea como cantautor o director teatral tuvo la chance de conocer varios puntos del orbe. Desde las giras como integrante del conjunto Cuncumén, hasta su último viaje a Perú, en 1973, el artista pudo salir del país e impregnarse de los procesos que ocurrían en los convulsos años sesenta.

En 1968, cuando ya despuntaba como cantautor con un par de trabajos discográficos, Jara todavía alternaba la música con su labor como director teatral. Ocurrió que en enero de ese año, integró una delegación de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile que viajó a California para presentar una selección de las obras que habían montado. Entre estas, La remolienda, la memorable pieza escrita por el dramaturgo Alejandro Sieveking, llevada a las tablas bajo la dirección de Víctor.

Víctor Jara Archivo Histórico / Cedoc Copesa

En el libro 5 minutos la vida eterna de Víctor Jara, del periodista Freddy Stock, el actor y director teatral Mario Lorca recuerda ese periplo y cómo remeció al cantautor. “Fuimos a Estados Unidos con una delegación de unas 25 personas. Se llevaron 16 escenas que se consideraron como las más importantes del momento del ITUCH”.

Entre porros y camisas floreadas

Hacia 1968 todavía se masticaba la resaca del verano del amor. La juventud vivía la apertura a la cultura del hippismo, el amor libre, la experimentación con drogas y el repudio a la guerra de Vietnam. Hitos que tendrán su última gran escena en el Festival de Woodstock.

Pero ese ambiente de juventud progresista le llamó la atención a Víctor Jara. Así lo recuerda el fallecido actor Tomás Vidiella en el mismo libro. “Diría que lo alucinó como artista, pero también como hombre sensibilizado con su tiempo. Descubrió jóvenes y activistas que desde allá también luchaban por un mundo más justo, contra la guerra de Vietnam, el imperialismo...Y también se sedujo por la música, el rock, la moda. Víctor era muy sensible con las modas, le gustaba verse bien. De este viaje volvería con un buen gusto por las camisas de colores, estampadas”.

Tan entusiasmado estaba, que hasta decidió compartir con la juventud colérica. Quienes estuvieron con él aseguran que lo vieron soltar sus mejores pasos en las discotecas californianas. Los años de entrenamiento en el teatro y el folclore lo habían hecho un bailarín más que preparado. “Sí, lo vi enloquecido en San Francisco bailando la música de moda hasta que le cerraron la discoteca”, rememora Mario Lorca en 5 minutos la vida eterna de Víctor Jara.

También se sintió muy atraído por la filosofía que encerraba el hippismo, que estaba en su apogeo en la costa oeste de Estados Unidos -agrega Lorca-. De hecho, un día fuimos a unos campamentos en San Francisco a conversar con los hippies, nos dimos unas vueltas por las carpas y el lugar que se habían tomado para convivir y tocar música. Y Víctor compartió con ellos, les preguntó muchas cosas, sobre todo de su manera de pensar el mundo y el sueño que los movilizaba. Aunque no quiso aceptar marihuana porque, nos decía, consideraba que eran estímulos del imperialismo para introducirse en la juventud y disimular sus capacidades de rebeldía. No comulgaba con la droga en ese sentido, pero cuando llegó de Inglaterra nos contó que allá probó hachís en una reunión donde le fueron muy insistentes y tuvo que hacerlo”.

El autor Freddy Stock explicó a Culto esa inquietud de Jara. “Él consideraba que había todo un movimiento de jóvenes estadounidenses que estaban en contra de la Guerra de Vietnam y querían impulsar cambios, muy parecido a los que se querían hacer en Chile. Hace ese puente porque la izquierda chilena veía a EE.UU. como la cuna del imperialismo y los metía a todos en el mismo saco, pero cuando Víctor conoce esta realidad vio que había una posibilidad. Y también en el rock”.

Ahí se entienden buena parte de los acercamientos posteriores de Jara, como el montaje de la obra Vietrock, la colaboración con Los Blops y el gusto que desarrolló por la música de los Beatles, en los días en que viajó a Inglaterra en plena ebullición contracultural. “Encontró que en occidente no eran todos enemigos, y eso, en plena guerra fría, era muy extraño para una figura importante dentro de la cultura del Partido Comunista -apunta Stock-. Por eso quedó a la cabeza de Dicap, una herramienta de difusión importante ¡si obligó a los gritos a que grabaran a Los Blops!”.

La gira se extendió a Nueva York, gracias a gestiones impulsadas con el agregado cultural chileno en Estados Unidos, el célebre pintor Nemesio Antúnez. Así montaron su espectáculo en el Barbizon Hotel de Broadway. “Matamos en Nueva York y esas presentaciones son parte de una historia desconocida del teatro chileno”, señala Lorca.

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