Congreso a 50 años del golpe: “Fue un corte feroz, nos hizo tomar decisiones de adultos”

Congreso. Foto: Pía Figueroa

El legendario grupo se apresta a conmemorar el medio siglo del golpe con un show que recorre los hitos de su historia musical que dialogaron con los del país. Antes, se extienden con Culto sobre cómo aquel hito golpeó su carrera, la decisión de quedarse en el país y cómo sobrevivieron, pese a todo.


La mañana del martes 11 de septiembre de 1973, Sergio “Tilo” González alucinó. El baterista de Congreso llevaba días en cama padeciendo una fiebre alta, consecuencia del cuadro de tifus que lo afectaba. Entre los escalofríos, la tos y el intenso dolor muscular, el músico escuchó por la radio una serie de noticias que lo dejaron helado. El alzamiento de la Marina en Valparaíso, el último discurso de Salvador Allende, el bombardeo de La Moneda. El golpe. El fin de una época.

“Estaba con una fiebre que no me abandonó por tres meses. No sabía si esto era realidad o no, yo estaba alucinando -recuerda el músico-. Cuando salía un poco de ese estado empecé a darme cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. Fue extraño, fue una pesadilla”.

Tal como “Tilo” González, buena parte de los músicos que por entonces integraban el grupo Congreso, vivieron el golpe en su natal Quilpué. Así le pasó al cantante Francisco “Pancho” Sazo. “Muy temprano ese día la Armada tomó control de Valparaíso y Viña. Recuerdo que ese día nos despertó la radio. Era un día nublado y nos tocó ir a los lugares de trabajo, algunos logramos llegar, otros no. Fue un día de un torbellino tremendo, primera vez que uno escuchaba y sentía las balas. Entonces uno escuchaba la radio, pero después esto se fue transmitiendo por televisión. Vimos La Moneda bombardeada, con toda su ferocidad y a la vez el heroísmo, esa imagen de la bandera ardiendo. Yo creo que la primera idea fue producir terror en la población”.

Congreso en 1973 Foto: Michael Jones. Cortesía: "Tilo" González

La Dictadura militar pronto instauró el toque de queda. Aunque los horarios de la restricción fueron ajustándose con el paso de los días, la población debía permanecer en sus casas durante toda la noche y prácticamente hasta entrado el amanecer. Aquel fue un golpe decisivo a la escena del espectáculo, cuyo escenarios se abrían con cada puesta del sol.

“El toque de queda partió muy temprano, después comenzaron a publicarse las listas, se hicieron allanamientos. Los compañeros nuestros que quedaron en el exilio, por suerte estaban afuera, porque si no, los habrían muerto”, dice Sazo. “Apareció un odio tremendo. Había que empezar a planear, a abrazarnos entre nosotros y elaborar un lenguaje musical y letrístrico, hasta donde fuera posible, para acompañar lo que pensábamos. Era una especie de Arcadia que siempre ha perseguido al pueblo de Chile, que era un ideal de justicia social que pretendía Allende. Y entonces de golpe se acaba todo. Se acaba el pelo largo, el hippismo era muy mal visto, a las mujeres que usaban pantalones, los militares se los cortaban”.

El grupo había publicado su primer disco, El Congreso, en 1971. El golpe los sorprendió mientras preparaban el material para su siguiente LP, que finalmente llegó a las bateas de las tiendas dos años después, con el nombre de Terra Incógnita. “Habían algunas canciones que ya estaban. Pero con este corte feroz, nos hizo tener que tomar decisiones de adultos, si éramos casi adolescentes. Y claro, canciones como el Vuelta y vuelta nacen justo por este motivo. Pero la mayoría obedece a a ese momento fuerte, duro”, recuerda “Tilo”.

La situación forzó al grupo a trabajar sus letras con sumo cuidado. “De repente había riesgo de lo que podías hablar, con quién podías hablar, qué podías decir ¡entonces imagínate cantar!”, dice Pancho Sazo. “La censura también fue harto imbécil. Después, cuando ya aparece gente como Los Prisioneros, la cosas se empezaron a abrir de alguna manera, pero al principio había toda una convivencia con el público, una complicidad para que entendieran las imágenes de las letras. Había un lenguaje metafórico para decir ciertas cosas que la gente entendía perfectamente”.

Portada de Terra Incógnita (1975), el segundo álbum de Congreso, permeado por el golpe militar

Baste mirar la letra de Los Maldadosos, canción incluida en el álbum Terra Incógnita, para entender ese lenguaje que Congreso forjó en esos primeros años de la dictadura. “De todos los oficios que tienen las cosas/hay unos que son malditos por meter gente a la fosa/el invierno zapatea en cima del techo/con su barba de lluvia el daño que ha hecho. No es la única. En Cueca del apocalipsis (del álbum Congreso de 1977), una pieza que no suele ser habitual en el repertorio de directo del grupo, se repite el interés por hacer un comentario contingente en clave poética: “Varios caballos negros pasan volando/van levantando noche/niebla y espanto”.

Como eran tiempos delicados, las discográficas también tomaron sus precauciones. “Cuando salió el Terra Incógnita ya estaba instalada la censura -dice “Tilo” González-. Entonces Jorge Oñate, director artístico del sello Odeón nos dice ’¿saben qué? vamos a sacarlo pero por el sello London, que es internacional, nosotros vamos a ser solo distribución’. Era por si pasaba cualquier cosa, hacer como que esto venía de Inglaterra. Fue genial porque pudimos salir con el disco y podía decir que grabamos para un sello inglés ajajaja (rie)”.

Con el paso de los meses, Congreso debió tomar una decisión ¿qué hacer?¿salir del país y continuar tocando en un ambiente más propicio?, como lo buscaron Los Jaivas, sus compañeros de generación, viajando hacia Argentina. O bien, quedarse y asumir la incierta noche de la censura y la falta de espacios que se venía por delante. Después del todo, por entonces eran una banda de provincia, que no tenía una militancia explícita, como otros artistas, y que buscaban abrirse un espacio con su fusión de rock y música latinoamericana. Finalmente, optaron por quedarse.

Según Pancho Sazo lo de ellos fue más bien un proceso. Algo que fueron masticando en el día a día, mientras trataban de acomodarse. “Hubo de repente oportunidades de haber partido, pero yo creo que la opción de quedarse fue en la medida seguir haciendo música, principalmente. Una especie de trinchera, una parada importante. Y por otro lado a la gente que le tocó salir, era porque que si no salía la mataban o padecía destierro. Es una concreción que se fue armando a medida que iba pasando la historia con nosotros. Hubo días que uno decía oye, ojalá estuviera en otro lado, pero en otros días, valía la pena estar aquí, que es lo que pensaban, además, nuestros hermanos músicos que estaban en el exilio: lo que fuera por tocar, una vez, en Santiago. Uno lo escucha en la letras del Pato Manns, del Inti Illimani, de los Quilapayún, en el Vuelvo de los Illapu. Son himnos del ansia que tenían los de allá con los de acá”.

Poco a poco el grupo comenzó a reactivarse. Lo primero fue hacerse de un espacio para ensayar. Nada menor en un país con toque de queda. “La mayoría éramos de Quilpué, entonces primero tocábamos en casa en la casa misma, en el living, luego hubo un amigo nos prestaba un local, incluso estuvimos ensayando en un silo, un lugar muy extraño, hay unas fotos por ahí”, recuerda “Tilo” González.

“Lo loco es que veíamos eso como normal -recuerda Pancho Sazo-. Nos invitaban a tocar a colegios, colegios religiosos, sobre todo, los Salesianos, parroquias. De repente entrábamos colados en algún festival o en alguna universidad, después. Pero al principio, como dicen los franceses, eran las cosas que uno tiene a mano. Y gozamos del grácil apoyo familiar, nos ayudaban de repente en ese momento duro. No se ganó plata, ganaron plata los que eran de otros géneros”.

Congreso en Quilpué, 1975. Foto: Michael Jones. Cortesía: "Tilo" González

Aun así, tocar en vivo era complejo. “Habían muchos conciertos suspendidos en el mismo día. O bien avanzado, uno ya tenía todo montado, llegaba una patrulla con un bando de mierda y te decían ‘Muchas gracias, pero no se pueden juntar más de 10 personas’ y nosotros éramos 11. Hoy uno lo ve como algo anecdótico, pero realmente era muy fregado”, recuerda “Tilo” González.

Sazo recuerda que a poco a poco se comenzó a tejer una contracultura. “Cae la noche en lo que se llama la cultura que antes aparecía en la televisión, pero comienzan a abrir espacios que son subterráneos a tocar lugares que había que tener cuidado, pero ya en los 80′ ya se aguanta. Aparecen las peñas, hay movimientos como el de Matucana, las Yeguas del Apocalipsis, la danza, hay gente que dice que no había nada, pero no, subterráneamente pasaban muchas cosas. Y había gente muy arriesgada y muy talentosa”.

El martes 12 de septiembre, Congreso ofrecerá el concierto Música de Memoria en el Teatro Nescafé de las Artes. Se trata de un show en que el grupo recorrerá parte de su material que lo ha vinculado con los momentos de la historia del país, acompañados por las actrices Gloria Münchmeyer y María Gracia Omegna, quienes leerán textos redactados por Sazo, que en tono poético, van marcando aquellos hitos relevantes. Además, se contará con la participación de la cantante Magdalena Matthey en dos canciones. “Es explicar porqué tal canción funciona en el momento que se hizo, se va haciendo como un barrido musical, canciones como Los maldadosos, Vuelta y vuelta, y con nuestras queridas amigas actrices introduciendo al público para que vaya entendiendo un poco de qué se trata”, explica “Tilo” González.

Eso incluye una revisión a ciertas historias olvidadas. “Hay una canción que se llama El charco de los sapos, que está en un disco con otro nombre y con otra letra: Impresiones de agosto (de Estoy que me muero, 1986) -detalla el baterista-. Era imposible grabarla en su momento, en vivo la tocábamos con otro texto que habla sobre los sapos que te abrían las cartas, la censura. La vamos a tocar con el texto original. Es una arqueología del pasado”.

Las entradas para ver el show Música de Memoria de Congreso, están a la venta por el sistema Ticketek y en boleterías del Teatro Nescafé de las Artes.

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