Jean Tatlock, el atormentado amor que marcó la vida de Robert Oppenheimer y que tuvo un trágico final

Estudiosa del psicoanálisis, militante del partido comunista y reportera del periódico Western Worker, Tatlock y el denominado “padre de la bomba atómica” vivieron una intensa e intermitente relación marcada por las sospechas del FBI y los episodios depresivos que afectaron a la joven durante sus últimos años de vida. La más reciente cinta de Christopher Nolan revivió parte de su historia, que terminó abruptamente con el suicidio de Tatlock a los 29 años.


Corría la primavera de 1936 cuando Jean Tatlock y Robert Oppenheimer se cruzaron por primera vez en una fiesta. Para entonces, el físico ya ejercía como académico en la Universidad de California en Berkeley, la misma institución donde el padre de la joven se desempeñaba como un destacado profesor de inglés.

La presencia de Tatlock no pasaba desapercibida. En esos años, el mundo universitario todavía era un lugar dominado por los hombres, por lo que ver a una mujer en las aulas aún era visto como algo excepcional. Más aún si esa mujer contaba con los antecedentes de Tatlock que, brillante y con ideales definidos, ya había pasado una temporada recorriendo Europa para especializarse en el psicoanálisis, dispuesta a graduarse de la Universidad de Stanford para comenzar a ejercer la psiquiatría.

Jean Tatlock
Jean Tatlock

Con 22 años, la joven de ojos verdes y cabello castaño estremeció el corazón del físico diez años mayor, que comenzó el cortejo ese mismo otoño. Se fueron acercando poco a poco hasta que, por fin, el amor floreció en ambos.

Jean fue el amor más verdadero de Robert. La amó más que a nadie, estaba entregado a ella”, señaló Robert Serber, físico nuclear y amigo de Oppenheimer, en Prometeo Americano, la extensa biografía sobre el denominado “padre de la bomba atómica” que fue merecedora del premio Pulitzer.

La conexión entre ambos fue profunda. “Todos estábamos un poco celosos”, afirmó otro cercano al físico en el mismo libro, haciendo alusión a la forma en que el resto percibía la relación. Pero no todo fue color de rosa.

Hace bastante tiempo que la joven venía atravesando una serie de episodios depresivos, en los que Oppenheimer jugó un rol de contención fundamental para ella. Sin embargo, el estado de Tatlock también terminaba por afectarlo emocionalmente. “Estaba deprimido algunos días porque tenía problemas con Jean”, recordaba Serber.

Foto: J. Robert Oppenheimer.

A esto, se sumaba otra inseguridad que atormentaba a la joven psiquiatra: una serie de cartas escritas a sus amigos deslizan que Tatlock tenía una lucha interna por comprender su propia sexualidad. En esas misivas, expresaba su temor hacia la posibilidad de sentirse atraída por las mujeres; algo que era catalogado por la línea de la psiquiatría freudiana –la que ella estudiaba– como un defecto mental.

Todo derivó a que la relación tomara ribetes conflictivos. Sus términos y posteriores reconciliaciones se volvieron cada vez más frecuentes, decantando en que la joven rechazara las propuestas maritales del físico en al menos tres ocasiones.

Atormentada por su confusión, la depresión y su genuino amor por Oppenheimer, Tatlock decidió poner fin a su relación en 1939. Un año después, el académico conoció a Kitty Harrison, una mujer casada que se transformaría en su esposa y la madre de sus hijos. Aun así, la relación entre ambos nunca se cortó del todo.

Oppenheimer, película de Cristopher Nolan
Oppenheimer, película de Cristopher Nolan

Un amor que resistió

El nuevo compromiso de Oppenheimer no fue un impedimento para que su vínculo con Tatlock se mantuviera en el tiempo. Tras su ruptura, la ex pareja seguía encontrándose en las fiestas de Berkeley. El físico incluso continuó jugando el rol de contención para la psiquiatra, que lo llamaba cada vez que su depresión entraba en un estado crítico para recibir alguna palabra de aliento.

Así fue hasta 1943, año en que el físico debió partir con su familia a Los Álamos para encabezar el Proyecto Manhattan, donde un grupo de científicos preparaban la bomba atómica. Las implicancias de este nuevo trabajo eran estrictamente confidenciales, por lo que Oppenheimer debió marcharse sin dar explicaciones.

Tampoco se despidió de Tatlock, que debió enfrentar el dolor de un abandono que, por las características de la relación entre ambos, tuvo fuertes repercusiones en su salud mental.

Pero aún quedaba espacio para un último encuentro. El 14 de junio de 1943, y bajo la excusa falsa de encontrar un nuevo asistente, Oppenheimer abandonó Los Álamos para visitarla. Lo que no sabía era que un equipo militar encargado por el FBI lo estaría siguiendo durante toda su estadía en la ciudad.

El informe entregado al servicio de seguridad e inteligencia detalla con lujo de detalles todo el recorrido hecho por la pareja: tras bajarse del avión, el físico tomó un tren de Berkeley a San Francisco, “donde fue recibido por Jean Tatlock, quien lo besó”. Luego fueron a cenar a Xochimilco, un restaurante mexicano, para después regresar al departamento de la psiquiatra, ubicado en el último piso de un bonito edificio. Según el registro, las luces se apagaron a las 11.30 de la noche.

A la mañana siguiente volvieron a comer en un local, antes de que Tatlock lo acercara al aeropuerto. Oppenheimer subió al avión de vuelta a Nuevo México y ella regresó a su casa. Pasó poco tiempo de esa última despedida hasta que J. Edgar Hoover, el entonces director del FBI, tuvo en sus manos el documento con todos los detalles de su reunión.

La relación entre ambos estaba en el radar de Hoover mucho antes de que la pareja concretara aquella visita. Por el carácter sensible que tenía la información sobre el desarrollo de armas nucleares que se manejaban en Los Álamos, el FBI se preocupó bastante de rastrear cualquier nexo posible entre el científico y sectores enemigos para Estados Unidos.

Jean Tatlock
Jean Tatlock

La militancia de Jean Tatlock en el partido comunista no era un secreto. El mismo Oppenheimer reconoció que gracias a ella conoció a una serie de amigos con ideales de izquierda que lo acercaron a problemáticas que hasta entonces desconocía, como la causa republicana en España y la organización de los trabajadores migrantes (en su audiencia de seguridad celebrada en 1954, el físico confesó que “me gustó el nuevo sentido de compañerismo, y en ese momento sentí que estaba llegando a ser parte de la vida de mi tiempo y país”). Con todo, la idea de que Tatlock fuera una especie de espía soviética no era descabellada para los agentes de seguridad.

Nunca se encontró evidencia que la vinculara con el gobierno de la URSS. Lo que sí sucedió fue que, tras la visita de Oppenheimer, su depresión comenzó a agudizarse, hasta que a principios de 1944 dejó de contestar el teléfono. El 4 de enero, el padre de Tatlock la encontró muerta en el baño de su casa, con sólo 29 años.

Las sospechas en torno al suicidio

La noticia le cayó como un balde de agua fría. Habían pasado apenas unos meses desde su último encuentro. En Prometeo Americano, Serber cuenta que se apresuró en contactarse con él para comunicarle lo sucedido. Lo notó “profundamente afligido”. Otra versión señala que Peer De Silva, un agente del FBI, fue el primero en conversar con Oppenheimer sobre la muerte de Tatlock. Luego de escucharlo, le habría dicho que “ya no tenía a nadie más con quien poder hablar”.

El libro de Kai Bird y Martin J. Sherwin, que desmenuza el fallecimiento de Tatlock en uno de sus capítulos, relata que su padre la encontró “acostada sobre una pila de almohadas al final de la bañera, con la cabeza sumergida en la bañera parcialmente llena”. Al lado del cuerpo había una nota que versaba: “Estoy asqueada de todo… A los que me amaron y me ayudaron, todo amor y coraje. Quería vivir y dar y me quedé paralizada de alguna manera. Traté como el demonio de entender y no pude... Creo que habría sido un lastre toda mi vida, al menos podría quitarme la carga de un alma paralizada, de un mundo en lucha”.

Jean Tatlock
Jean Tatlock

Aquello, sumado a sus antecedentes depresivos, derivaron en que la causa de muerte se cerrara en un suicidio. Antes de llamar a la ambulancia, el padre se encargó de quemar toda la correspondencia de su hija en un acto para salvaguardar su intimidad. Algunos dicen que para evitar que se le vinculara con el partido comunista; otros, para que no se supiera de su presunta bisexualidad.

Sin embargo, con el paso del tiempo comenzaron a surgir algunas dudas en torno a su muerte, y que sugieren que se trató de un asesinato planificado por el FBI.

Aquí es donde los espionajes de los agentes que seguían a Oppenheimer volvieron a tomar protagonismo en la historia. Entre las figuras puestas en la mira estaban Hoover y el coronel Boris Pash, jefe de la Rama de Contrainteligencia del Comando de Defensa Occidental que ordenó la instalación de micrófonos ocultos en el departamento de Tatlock, y que intentó que Oppenheimer fuese desvinculado del Proyecto Manhattan por ser un posible espía durante la guerra.

Cabe destacar que el físico fue uno de los personajes públicos perseguidos por el macartismo, acusado de ser un riesgo para la seguridad nacional por sus vínculos con el comunismo.

Robert Oppenheimer en 1946.

De todas formas, las conclusiones políticas no serían la única evidencia para pensar en un asesinato. El informe forense señala que Tatlock había consumido una comida completa poco antes de su muerte. “Si su intención era drogarse y luego ahogarse, como médico, tenía que haber sabido que la comida no digerida ralentiza el metabolismo de las drogas en el sistema. El informe de la autopsia no contiene evidencia de que los barbitúricos hayan llegado a su hígado u otros órganos vitales. El informe tampoco indica si había tomado una dosis suficientemente grande de barbitúricos para causarle la muerte. Por el contrario, como se señaló anteriormente, la autopsia determinó que la causa de la muerte fue asfixia por ahogamiento”, explican Bird y Sherwin.

Lo más curioso es que se encontró “un leve rastro de hidrato de cloral” en su sistema, un químico que funciona como sedante, que entonces se conocía comúnmente como “Mickey Finn”; en resumen, “gotas para noquear”.

Oppenheimer, película de Cristopher Nolan.
Oppenheimer, película de Cristopher Nolan.

Aun así, los autores son claros a la hora de señalar que se trata de una mera teoría, y que dicha situación no necesariamente es conducente a un asesinato. “En este escenario, Tatlock podría haber comido una última comida con algunos barbitúricos para adormecerse y luego autoadministrarse hidrato de cloral para noquearse mientras se arrodillaba sobre la bañera. Si la dosis de hidrato de cloral fuera lo suficientemente grande, Tatlock podría haber sumergido su cabeza en el agua de la bañera y nunca revivir. Ella entonces habría muerto por asfixia”, concluyen.

De todas formas, la estela de mítica en torno a la figura de Jean Tatlock se instaló con fuerza en la cultura popular. Una teoría que alimentó las especulaciones en torno a la figura de Oppenheimer, y que puso en la palestra a una mujer excepcional y fundamental en la vida del físico, recientemente encarnada por Florence Pugh en el largometraje dirigido por Christopher Nolan.

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