Bruce Lee: el pez devorado por el agua

Bruce Lee

Peleador callejero, filósofo, bailarín de cha cha chá, amante de las drogas, fumador empedernido y víctima del racismo. Hace medio siglo murió en pleno apogeo la más grande estrella de las artes marciales, uno de los mayores íconos pop del siglo XX. A punto de tocar el cielo con el film Operación Dragón, Bruce Lee no hizo caso de una alerta proveniente del agua que selló su trágico final.


Dos meses antes de morir el 20 de julio de 1973 en Hong Kong, Bruce Lee pesaba apenas 60 kilos. Con una estatura de 1.71, contenía un ínfimo 1% de grasa corporal. A los 32 años, era una especie de escultura renacentista viviente, tallada en músculos, tendones y fibra, capaz de golpear con asombrosa velocidad. La condición disminuida a pesar del riguroso entrenamiento que marcó su vida, fue chequeada por el médico Peter Wu, que lo atendió por un edema cerebral. “Bruce estaba en una condición muy crítica”, apuntó.

Embarcado en el mayor proyecto cinematográfico de su carrera, el actor estadounidense de origen chino había perdido diez kilos debido al estrés, tras un acuerdo de medio millón de dólares con Warner. La cinta Operación Dragón, filmada en Hong Kong en una inédita coproducción chino-hollywoodense, debía consagrar su nombre como la más grande estrella de artes marciales del mundo, y así lo hizo. Fue la cuarta película más taquillera en Estados Unidos en 1973. La relación entre sus costos de producción de 850 mil dólares y las ganancias por 2000 millones a la fecha, la convierte en una de las realizaciones más rentables de la historia.

Bruce Lee

El planeta se rindió a los pies de Bruce Lee como había soñado, pero sin él. La cinta de icónicas secuencias e imágenes -la expresión poseída cuando aniquila a O’Hara, el vientre y rostro sangrantes en la pelea final-, fue estrenada a un mes de su muerte. En cines de todo el orbe las filas eran interminables.

Las películas y la muerte abrupta, catapultaron su imagen y las artes marciales hasta convertirse en una moda que acaparó las siguientes décadas, generando una veta cinematográfica que derivó en clásicos pop como Karate Kid (1984) y Kill Bill (2003). Curiosamente el karate, ridiculizado por Bruce Lee en sus cintas -los karatekas caían como moscas ante su paso-, resultó beneficiado. Las escuelas de la disciplina nipona se multiplicaron.

Inmediatamente surgieron mitos intentando descifrar cómo era posible que este hombre de físico perfecto, capaz de golpear ferozmente a escasa distancia y ejecutar flexiones con un solo brazo apoyado en el índice y el pulgar, hubiera muerto.

Entre las causas de su deceso se especuló la mano de la mafia china que siempre lo tuvo en la mira, un ataque ninja debido a su rencor hacia los japoneses, un envenenamiento, o una sesión de amor demasiado intensa con la coestrella de su próximo proyecto El Juego de la muerte. A fin de cuentas, Bruce Lee no murió en su casa como señalaron su agente y la esposa, sino en la cama de la actriz Betty Tingpei.

La razón oficial del fallecimiento fue más prosaica: una reacción alérgica a un analgésico suministrado a Lee por Tingpei a las 18 horas, debido a una violenta migraña. A las 22:15 de aquel 20 de julio de 1973, Bruce Lee dejó de existir en el Queen Elizabeth Hospital de Hong Kong.

La autopsia reveló que la pastilla contenía un relajante muscular gatillando una inflamación del cerebro en un 13%. La hidrocefalia atendida por el doctor Wu un par de meses antes no fue alerta suficiente para bajar las revoluciones. El ánimo del actor había cambiado. El tipo carismático de energía desbordante experto en artes marciales, además campeón de cha cha chá en Hong Kong, dio paso a una personalidad retraída, irascible y paranoica.

El rodaje de Operación Dragón fue complicado. El personal chino no hablaba inglés. Las explicaciones del equipo estadounidense y la correspondiente traducción demoraban cada toma. En paralelo, era habitual que los extras buscaran pelea con Lee. Aunque se trataba de una figura famosa en China por cintas como Puño de furia (1972), generaba resistencia en el mundo de las artes marciales local por compartir la práctica en Occidente. También se especuló que la mafia hongkonesa presionaba al artista, reacio a pagar cualquier tipo de tarifa, a cambio de la manida protección del crimen organizado.

Bruce Lee resolvía las provocaciones de la misma manera que lo había hecho siempre. Con una paliza.

Ni de aquí ni de allá

Las peleas, reales o coreografiadas en el set, fueron un loop en la vida de Bruce Lee. Nacido el 27 de noviembre de 1940 en San Francisco mientras sus padres artistas participaban de una gira de ópera china, a los cuatro meses la familia regresó estableciéndose en Hong Kong, coincidiendo con la brutal invasión japonesa extendida por cuatro años.

Criado en un ambiente artístico, fue actor infantil en decenas de películas. En la etapa escolar sobresalía por sus grescas, hasta ser expulsado. Instruido en boxeo y artes marciales para defenderse de habituales ataques callejeros porque no era un chino 100% autóctono, sus padres lo enviaron de regresó a Estados Unidos a los 18 años, para vivir con una hermana en San Francisco. Luego se trasladó a Seattle, para estudiar arte, filosofía y psicología en la universidad de Washington.

Abandonó los estudios después de tres años, desarrollándose como artista marcial y participando en torneos de exhibición. En paralelo, retomó la actuación que dominaba desde niño.

Se convirtió en Kato, el fiel acompañante de El Avispón Verde, que solía allanar el camino al empaquetado héroe a punta de patadas y puñetazos, serie de acción celebrada en Hong Kong donde se le conocía como El show de Kato.

Cuando llegó la oferta para protagonizar la serie Kung Fu, Bruce Lee creyó que su momento había llegado. Rechazado por ser “demasiado chino” para el rol, en favor de David Carradine, llegó a un punto de inflexión. Desilusionado por los prejuicios raciales y alentado a la vez por grandes estrellas de Hollywood como Steve McQueen y James Coburn, alumnos y amigos, Bruce Lee regresó a Hong Kong para protagonizar y dirigir sus propias películas, conquistar el éxito, y regresar a EE.UU. por una segunda oportunidad con aroma a revancha.

Lejos del ring

“En esencia, siempre he sido artista marcial por afición y actor de profesión”, escribió Bruce Lee, acostumbrado a los largos ensayos donde expresaba su filosofía de vida, y la manera de comprender las artes marciales como una disciplina elástica, resumida en su afamada sentencia “se agua, mi amigo”.

El siete veces campeón de artes marciales y estrella de cine Chuck Norris, que entrenó durante tres años con Bruce Lee, declaró que era “un adelantado a su tiempo” y un extraordinario artista marcial, pero ajeno al rigor de un combate en regla.

“Yo era un luchador profesional, peleaba profesionalmente”, contó en el late show de Conan O’Brien, “y Bruce era muy, muy bueno, pero él nunca peleó en el ring”. “Pegarle a la bolsa es una cosa”, continuó, “pero subirte al ring con alguien que te patea de vuelta, es otra historia”.

Juntos protagonizaron una de las peleas de artes marciales más icónicas de la cinematografía, el combate en el coliseo de Roma de The Way of the dragon (1972). Dirigida y coproducida por Lee, es la única cinta donde el actor permitió que su contrincante lo castigara duramente en favor de la verosimilitud.

La conquista mundial mediante la pantalla grande cobró un altísimo precio en Bruce Lee. Mientras se codeaba con el glamour de Hollywood en una época donde el indisimulado consumo de drogas era inherente, sucumbió a la cocaína que le ayudaba a enfrentar la escritura de guiones, más el consumo de ácidos, hongos, marihuana, hachís y cigarrillos. La correspondencia sostenida con el artista marcial, actor ocasional y dealer Robert Baker, subastada hace unos años, no deja dudas sobre su apetito narcótico sin remordimientos en juergas con “escasos recuerdos de lo sucedido”.

Un estudio publicado en marzo del año pasado por Clinical kidney journal sostiene que Bruce Lee sucumbió ante una falla renal por excesivo consumo de agua, atendible al riguroso entrenamiento que implicaba además de las técnicas marciales, acondicionamiento en running, ciclismo y pesas diarios, con tres ciclos por la mañana, y otros tres por la tarde hasta el anochecer.

La necesidad de líquido que provoca tamaño desgaste más la sed que desata la marihuana, habrían pasado la cuenta a este hombre que sugería ser como el agua. Víctima de desgaste físico y mental sazonado con drogas, no pudo adaptarse a la presión por convertirse en la estrella que introdujo las artes marciales a Occidente, aquel héroe chino que ponía en su lugar a todos con una paliza espectacular.

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