25 años de Titanic: luces y sombras de un clásico

Un día como hoy, pero de febrero de 1998, se estrenó en salas chilenas la emblemática película de James Cameron. Amada por muchos, detestada por unos cuantos, semejó una cumbre para el cine espectáculo y romántico que Hollywood hasta ahora no ha vuelto a alcanzar. Este jueves 9 regresa a la cartelera local en una versión remasterizada.


Al calor del fenómeno desatado por Avatar: El camino del agua (2022), resurgió una frase que de cuando en cuando se olvida pese a que es una especie de viejo refrán inscrito en cada rincón de Hollywood: “Nunca apuestes en contra de James Cameron”. El éxito comercial más reciente del cineasta –que sigue en cartelera y postula a cuatro categorías de la próxima edición de los Premios Oscar– reavivó un dicho con más de dos décadas de historia.

En diciembre de 1997, cuando restaba poco más de una semana para su debut en salas de Estados Unidos, la revista Time publicó un amplio reportaje que indagaba en la turbulenta trastienda de Titanic (1997). “Tratando de mantenerse a flote”, era el titular. La bajada no era más amable: “Después de interminables crisis, retrasos y sobrecostos, Titanic, con un presupuesto de US$ 200 millones, finalmente se estrena este mes. ¿Valió la pena toda la miseria?”.

No es que no hubiera motivos para desconfiar. El rodaje, que comenzó en México a mediados de 1996 y terminó a inicios de 1997, se extendió por 160 días en vez de los 138 inicialmente planificados, complicando su fecha original de lanzamiento, el 4 de julio de ese mismo 1997, el Día de la Independencia de EE.UU.

A causa del enorme costo de la superproducción, el diálogo entre los estudios Fox y Paramount fue de permanente tirantez y la sociedad estuvo al borde de quebrarse. Sus protagonistas, unos Leonardo DiCaprio y Kate Winslet que acababan de entrar en sus 20, jamás habían protagonizado una película de tales dimensiones, y el resto del elenco no estaba precisamente plagado de los astros del momento.

Tampoco ayudaron las denuncias de miembros del equipo que acusaban haber trabajado hasta dos semanas seguidas sin ningún tipo de descanso (aunque posteriormente el Sindicato de Productores elaboró un informe elogioso con los realizadores).

La gran amenaza era que cuando irrumpiera en la pantalla grande se convirtiera en una nueva Waterworld (1995), la millonaria cinta con Kevin Costner que se había estrellado en taquilla un par de años antes: un desastre monumental capaz de dejar mal herido a su director y a sus protagonistas y traumar a toda la industria.

Cameron, en una jugada de alto riesgo que define su ADN como maestro del negocio, se inclinó por seguir alimentando esos rumores y sugirió que el filme postergara su estreno hasta fines de 1997. No era la fecha más frecuente para un blockbuster de esa envergadura, pero su idea fue aprobada bajo la esperanza de que, en el mejor de los casos, todos los implicados pudieran recuperar la inversión.

Pero el responsable de Aliens (1986) tenía entre manos una película especial, la clase de evento que Hollywood sólo concibe muy a lo lejos. “La magnífica Titanic de Cameron es el primer espectáculo en décadas que honestamente invita a la comparación con Lo que el viento se llevó”, postuló en su crítica The New York Times, agregando que “arrastrado por el romance de su historia, Cameron está a la altura de las circunstancias con un estilo narrativo simple y cautivador”.

La recepción de los especialistas fue en general favorable, pero su triunfo en taquilla no se concretó de inmediato. En vez de arrasar en su primer fin de semana, mantuvo un ritmo sólido y constante (demostrando “piernas largas”, como le llaman los estadounidenses) que le permitió volverse rentable en enero de 1998. Dos meses más tarde, ante lo más distinguido de la industria del cine, se adjudicó la friolera de 11 estatuillas en los Oscar (incluyendo Mejor película y Mejor director), un récord hasta hoy jamás superado. Así, el cineasta y su obra más ambiciosa iniciaron una leyenda difícil de igualar.

Titanic básicamente encarnó la idea de una ‘película de cuatro cuadrantes’: algo que atrae a todos los grupos demográficos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, por diferentes motivos, con romance y espectáculo. Eso es muy, muy difícil de lograr, particularmente en ese tipo de escala”, indica a Culto Brian Lowry, crítico de cine y series de CNN. “Si bien obviamente ha habido otros grandes éxitos en los últimos 25 años, la forma en que Titanic combinó esas cualidades todavía se siente casi única”.

La perdurabilidad de un éxito

La trágica historia de amor de Rose y Jack llegó a los cines chilenos un 5 de febrero de 1998, hace exactos 25 años. En todo su recorrido en el país el filme superó el millón de espectadores, en plena sintonía con el enorme arrastre logrado en Estados Unidos y en mercados internacionales.

“Aún recuerdo cuando la vi por primera vez en una sala llena en el sur, con gente de pie porque ya se habían acabado las butacas. Atentos a la película, enamorados de los personajes, y después la iban a ver de nuevo. Me pareció un acto litúrgico”, señala el guionista y escritor Vladimir Rivera.

Luego, para conmemorar el primer centenario de la tragedia real del Titanic, la cinta volvió a la pantalla grande en abril de 2012. Esta vez arribó al circuito local en 3D (el formato en alza gracias el fenómeno que protagonizó Avatar en 2009) y congregó a más de 91 mil personas. Nada mal para un reestreno que estaba acotado a un tipo de salas todavía en expansión. Por ello, no debiera extrañar que la euforia reviva a partir de este jueves 9 de febrero, día en que aterrizará en una versión remasterizada en 3D HDR y alta velocidad de cuadro.

Con ese retorno el largometraje seguirá abultando su recaudación histórica (hoy está a punto de ser desbancado del tercer puesto por Avatar: El camino del agua) e inevitablemente será una vez más objeto de escrutinio. Aunque de antemano parezca obvio que por enésima vez saldrá airosa de nuevos desprecios o del recuerdo de comentarios como el del crítico Kenneth Turan, quien en 1997 en el periódico Los Angeles Times la llamó “una copia trillada y completamente derivada de los viejos romances de Hollywood”.

“Sin pudor, tengo el mayor respeto por Titanic y en general por James Cameron como director”, plantea la guionista Paula del Fierro, deteniéndose en que “es una historia de amor imposible hecha y derecha, que no se esconde tras el cinismo ni el sarcasmo”.

Además, valora el recorrido por la fauna de ricos y pobres que rodea y condiciona a los protagonistas en su efímero romance. “El ritmo con el que lleva la historia y sus distintos personajes, tramas y subtramas, funciona como reloj, barajando muchos retratos de personajes a la vez que lleva la tensión dramática a su máximo potencial. En ese sentido, Cameron sabe conducir a la audiencia por una historia épica sin interrupciones, un talento que creo que pocos tienen”, agrega Del Fierro.

“Las grandes películas sobreviven por las múltiples lecturas que se le pueden ir haciendo en el tiempo”, sostiene Vladimir Rivera, quien aprecia el análisis que hace un par de años realizó la directora francesa Céline Sciamma. En 2020, en medio de la promoción de su elogiado drama lésbico Portrait of a lady on fire, definió a Titanic como “totalmente queer”.

¿Por qué? Según su perspectiva, en esos años DiCaprio tenía una apariencia andrógina, entre los actores principales no había una dinámica de poder –debido a que ninguno era más célebre que el otro–, y en la ficción Jack lucía “totalmente frágil e inseguro” en comparación a su pareja. Por último, argumentó que “una historia de amor exitosa no debe tratarse de una eterna posesión. No, debería tratarse de la emancipación”. Un atributo que hermanaría a Titanic con su filme de 2019 sobre el fugaz e intenso romance entre una aristócrata y la mujer que le realiza un retrato.

El escritor nacional vuelve a la cinta de Cameron: “Estamos hablando de una película mayor, una historia que la puede entender cualquiera, pero que al mismo tiempo nos daría horas y horas de análisis. Si eso es un mal guión, entonces me costaría entender qué es uno bueno”.

El apartado de los efectos visuales es quizás uno de los más complejos de mantener intacto con el paso de los años. Pero el propio cineasta de Terminator 2: El juicio final (1991), un adelantado en el uso de lo digital, se ha esmerado en actualizar ese aspecto, en particular con la versión que llega esta semana a salas.

Por cierto, también está el cacareado final y la eterna pregunta de si Jack podría haberse salvado junto a su amada. En un especial de la estación National Geographic que se emitirá hoy en Estados Unidos (Titanic: 25 Years later with James Cameron) el propio realizador probará un sofisticado experimento con el fin de intentar aclarar la interrogante. En un adelanto lanzó una declaración que no dejó a nadie indiferente: “Jack podría haber vivido, pero hay muchas variables”.

¿Servirá ese ejercicio y el inminente reestreno para seguir conservando la vigencia del filme? Paula del Fierro cuenta una anécdota que puede dar luces de la buena salud del clásico de Cameron. “Cuando mis hijos tenían unos 10 y 12 años la vimos todos y no se despegaron de la pantalla. Definitivamente Titanic perdura. Uno se puede reír de algunos detalles, de ciertos diálogos, pero a la larga la ves de corrido sin pestañear”, concluye.

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