Columna de Marisol García: Fernando Milagros: llamado desde lejos

Fernando Milagros quiere instalar sus reglas y convencernos de ellas aunque tome más tiempo (y capas y giros) que lo que exigiría un golpe efectivo de balada simplona o beat preprogramado.



Una cantautoría de verdad atenta a su entorno no es sólo aquella que va afinando su capacidad de describir lo que observa —particular talento demuestra quien canta como si relatara una crónica testimonial—, sino también la que puede incorporar a la música lo menos evidente alrededor. Entre otras cosas, la discografía de Fernando Milagros avanza como un sendero que con los años ha ido perdiendo en anchura para ganar en sutilezas y hondura. OBSYDIANA, su séptimo LP, aparece década y media después de su debut, pero hay en verdad mundos de distancia entre la antigua ingenuidad creativa de Vacaciones en el patio de mi casa (2007), aferrada al rasgueo en la guitarra como soporte suficiente para el ropaje no tan cómodo de baja fidelidad y persistente melancolía, con este nueva construcción de canciones sinuosas, que con seguridad seductora sugieren sombras y misterios, y en las que pistas reconocibles de paisaje, inquietud emocional y ancestralidad de algún modo logran instalarse sin hacerse explícitas.

Si este es el juego ya no quiero jugar / si esta la danza ya no puedo bailar / darle y darle vueltas a la misma rueda… me parece medieval”, advierte en un momento En libertad, tema que, para más evidencia, samplea en dos momentos la voz de Enrique Lihn leyendo su conocido poema La pieza oscura. Milagros quiere instalar sus reglas y convencernos de ellas aunque tome más tiempo (y capas y giros) que lo que exigiría un golpe efectivo de balada simplona o beat preprogramado (si a un sonido puede definírsele por descarte, pues aquí está el símbolo de lo antiurbano). Incluso en la convocatoria más colectiva del disco, Un nuevo ritmo, el músico no puede evitar trasparentar lo incesante de una inquietud íntima irremediablemente insatisfecha: “Si todo lo que me llama está lejos de acá / sigo esperando buenas noticias…”.

OBSYDIANA tendrá una presentación oficial esta noche (Teatro Nescafé de las Artes, Providencia), en una coyuntura dificultosamente menos favorable para fines promocionales. El mayor festival de la temporada y la despedida del cantautor español más querido en Chile le quitan justo hoy atención al lanzamiento de un disco que merecería focos exclusivos. A la vez, hay algo oblicuamente coherente en que una propuesta que transmite una voluntaria disidencia de las modas y abraza la soledad que ello conlleva ofrezca una cita de tono discreto. Al fin, también el sonido del nuevo disco de Milagros es más rústico que brillante, más regional que capitalino, más de flujo que de imposición. “Folk intuitivo” lo describe su comunicado de prensa, y es certero concederle algún crédito al inconsciente. Tuvo ya antes el músico otros turnos, con más onda, más vehemencia (Marcha de las cadenas [2017] es el mejor himno que no tuvo la revuelta en Chile) o más radar cosmopolita. Ahora, en el momento de la introspección, está bien que las cosas no sean tan fáciles. Lo que se cierra al frente es lo que sugiere se está abriendo dentro.

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