Pantalla desigual: la taquilla renace en Chile pero el cine arte sufre

Flee, Doctor Strange en el multiverso de la locura y El buen patrón.

Tras la crisis por el Covid, las grandes cadenas se aferran más que nunca a los superhéroes y a sagas de probado éxito, aunque los volúmenes de entradas siguen lejos de ser los de antaño. El espectador se ha vuelto más selectivo, afirman en la industria. ¿Los grandes damnificados? Los espacios independientes y aquellos que todavía anhelan ver en multisalas las nuevas películas de pesos pesados como Cronenberg y Almodóvar, cuyo destino más probable es el streaming o, en el mejor de los casos, un número acotado de funciones en el circuito alternativo.


El periodo de vacaciones de invierno siempre fue inclemente con las películas al margen de las grandes franquicias de Hollywood. La llegada de julio suponía la desaparición de cualquier producto que no fuera una cinta de animación o con grandes efectos visuales, siempre llamadas a convocar a padres e hijos durante el receso escolar.

Pero al menos existía el consuelo de que durante los meses previos, aunque fuera pasajeramente, habían tenido su espacio filmes más pequeños, de autor, con una impronta más allá de los grandes estudios.

Pero eso ya parece una página del pasado. Quienes se han acercado a la cartelera local durante las últimas semanas han podido comprobar cómo el panorama se ha vuelto cada vez más homogéneo: a excepción de algunas valiosas películas locales pero con un fugaz paso –El pa(de)ciente, Mensajes privados, Travesía travesti–, el grueso de la oferta de las multisalas se nutre de producciones estadounidenses de perfil comercial.

Petite maman, de la francesa Céline Sciamma.

Recientemente, el único caso fuera de esa norma lo encarnó la española El buen patrón, una cinta sólida que venía precedida con el rótulo de gran ganadora de los últimos Premios Goya. Pero ni los reconocimientos ni el gancho de su principal estrella (Javier Bardem) consiguieron que durara más de un par de semanas en las grandes cadenas. Tras reunir a menos de mil espectadores en sus primeros siete días, hoy únicamente se puede ver en cines independientes.

Durante la primera parte de 2022 corrieron similar suerte filmes como Benedetta, del neerlandés Paul Verhoeven, y Petite maman, de la francesa Céline Sciamma, dos de las apuestas más atractivas que despachó Europa durante el último año y que obtuvieron una fría respuesta en multisalas nacionales.

En tanto, otras derechamente no alcanzaron a entrar en el radar de las principales compañías. Ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín 2021, la sátira rumana Sexo desafortunado o porno loco debutó en marzo únicamente en espacios alternativos, instalándose en complejos como el Cine Arte Normandie o el Cine El Biógrafo. Y peor le fue al documental animado Flee: nominado a tres Oscar, aunque tenía fecha de estreno en ambos circuitos, al final se resolvió cancelar su lanzamiento. La historia sobre un refugiado parece más urgente que nunca en el escenario actual, pero al menos en este lado del mundo no verá la luz a través del formato clásico.

¿Cuán radical ha sido el giro que vivió la industria de exhibición? ¿Dónde quedó el hito de la surcoreana Parasite, que en el verano de 2020 convocó a más de 300 mil personas y timbró uno de los mayores éxitos históricos para el cine de autor en el país? Una pandemia arrolló a la industria y en Chile eso se manifestó en que las salas estuvieran cerradas casi una eternidad. En concreto, hubo una breve reapertura a inicios de 2021, pero el regreso recién se selló durante el segundo semestre, en todo momento con aforos acotados que no han superado el 75% del total de la capacidad de los recintos.

Jurassic World: Dominio

Esas limitaciones, más el temor inherente de parte de la población a volver a lugares cerrados en tiempos de Covid, han provocado una mella. Tanto los miembros de las grandes cadenas como de los cines alternativos coinciden en que actualmente acude entre un 60% y un 50% del público que regularmente llegaba en 2019. En ese contexto, la única película que ha tenido un rendimiento descollante y aparentemente inmune a los efectos de la crisis ha sido Spider-Man: Sin camino a casa, que reunió a cerca de 2,5 millones de asistentes.

También parte de la saga de Marvel, Doctor Strange en el multiverso de la locura es lo más visto del circuito nacional en 2022, pero no llega ni a la mitad de la última entrega del Hombre Araña (1,3 millones). El siguiente puesto anual se lo pelean Jurassic World: Dominio y Sonic 2, dos cintas encumbradas en la línea de los 700 mil espectadores. Ni los gigantes han aguantado inalterables el golpe.

Circunscribiendo el análisis a los cineastas de renombre, han sobresalido Pablo Larraín (Spencer) y Robert Eggers (El hombre del norte), con cerca de 50 mil espectadores para sus últimos filmes en el país. Apelando a un evidente gancho masivo –Lady Di en el caso del director chileno y a la épica vikinga en el caso del realizador de La bruja–, ambos se situaron con holgura por sobre lo que totalizaron los nuevos largometrajes de Paul Thomas Anderson (Licorice Pizza) y Guillermo del Toro (El callejón de las almas perdidas).

Estamos en medio de un proceso de cambio y las cosas no se han asentado”, señala Carolina González, vocera de El Biógrafo, quien reconoce que al “cine pequeño se le está dificultando un poco más su comercialización”.

Licorice Pizza. Foto: Paul Thomas Anderson

La cartelera actual de la sala del barrio Lastarria ilustra aquel momento de ajuste: cuenta con sólo tres funciones (en vez de las cuatro que solían programar) que se les reparten entre la italiana Martin Eden, El buen patrón y Todo en todas partes al mismo tiempo, el mayor éxito del año de las producciones independientes de EE.UU., que llegó este jueves al plano local luego de tener funciones de preestreno.

Parasite estuvo cerca de diez semanas en cartelera. Pero eso ya no pasa, las películas no se mantienen tanto tiempo. A las tres semanas estás viendo con qué la vas a reemplazar, y te cuesta un poco más encontrar los reemplazos. Al programar hoy existe menos oferta, y uno tiene que apurarse porque además las ventanas, entre el paso del cine al streaming, son muchísimo más cortas”, agrega González. Bajo su óptica, “la mayor parte del público del cine independiente es público adulto, y esa gente se alejó durante mucho rato de las salas y le ha costado mucho volver”.

El streaming y la sobrevivencia

En noviembre pasado, en semanas en que los complejos locales aún estaban acomodándose a la reapertura, se liberó una noticia que nadie vio venir: Madres paralelas, de Pedro Almodóvar, se estrenaría en Latinoamérica únicamente a través de Netflix. Un giro en la tirante relación del cineasta español con la plataforma, pero sobre todo la confirmación de que lo nuevo de uno de los directores más reputados del orbe no llegaría a la pantalla grande local.

“Esperamos con este nuevo contrato mejorar las condiciones de acceso al fan base ya existente y además poder añadir nuevo público que haga crecer la población del planeta almodovariano”, dijeron en un comunicado Esther García y Agustín Almodóvar, de la productora El Deseo, explicando un movimiento que sólo se puede comprender en tiempos pandémicos. Por ahora, imposible constatar en cuánto se amplió la llegada del autor de Volver tras el lanzamiento digital de su última obra, en febrero.

Drive my car, de Ryūsuke Hamaguchi.

Pero la relación salas y streaming no siempre es dicotómica. La plataforma Mubi, que ha adquirido los derechos de exhibición de algunos de los títulos más importantes de la esfera de los festivales durante el último par de años, ha consolidado su estrategia de estrenar algunas películas primero en espacios físicos, para unos días después lanzarlas en su catálogo. Una alianza que en general concreta con instituciones alternativas, no con grandes cadenas.

Inaugurando su vínculo con la compañía, este año el Centro Arte Alameda (actualmente ubicado en sala CEINA) tuvo un número acotado de funciones antes y después de la llegada de la japonesa Drive my car al servicio digital.

La misma modalidad que selló con Memoria, del tailandés Apichatpong Weerasethakul (hoy función a las 18 h), y con la nueva cinta de David Cronenberg, Crimes of the future, que se exhibió el mes pasado en el Festival de Cannes y arribará a su pantalla el 14 de julio (también a Cine Insomnia, de Valparaíso).

Roser Fort, directora del histórico complejo capitalino, sólo ve ganancia en esa relación con la plataforma. “Nosotros no estamos compitiendo con Mubi. Salimos favorecidos los dos y sobre todo el público; todas las funciones han estado muy bien en cifras”, indica sobre una colaboración que también ha incluido proyecciones puntuales de otros filmes del servicio de streaming, incluida la francesa Titane, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2021. El lazo entre ambas partes debiera continuar, así como también la ausencia en la cartelera de las multisalas de varios de los pesos pesados del panorama mundial.

Crimes of the future

No es el único cambio. Aunque Fort opina que en el mercado hay un buen catálogo de cintas afines a la curatoría habitual del espacio, en los últimos meses su cine ha realizado guiños a largometrajes de corte más comercial, programando títulos como The Batman, la cuarta película más vista del año en multisalas, y Lightyear, lo nuevo de Pixar. “Vienen avaladas por nuestra selección, que tiene que ver con la crítica internacional, con galardones o con el director”, apunta.

Teresita Ugarte, presidenta de la Red de Salas de Cine –que agrupa al Centro Arte Alameda junto a una veintena de complejos independientes–, concuerda en que los alternativos hoy apelan cada vez más a títulos hollywoodenses.

“Eso se debe a la necesidad de reactivarse económicamente. Como la gente no está yendo mucho al cine, toca apostar por lo más seguro, que vienen siendo los blockbusters y películas que nos garanticen cierta cantidad de audiencia que permita que las salas no quiebren”, sostiene la vocera. “Tratamos de equilibrar y darle cabida al cine independiente y chileno, pero realmente se está haciendo cuesta arriba si es que no existe un plan de reactivación claro respecto a los espacios culturales”, añade.

Pero el asunto también se mueve en otras direcciones. Instituciones como la Sala K le han dado una vuelta a lo que generalmente se entiende por ir al cine. Tras convertirse en un proyecto itinerante (cerraron su espacio en barrio Italia tras la crisis del Covid), se han dedicado a organizar proyecciones al aire libre y desde mayo realizan “Cine, música y baile”, un evento en que cruzan la muestra de filmes con conciertos con visuales y DJ set. Allí exhibieron Jane by Charlotte (2021), de Charlotte Gainsbourg, y Nosferatu (1922), en conmemoración por su centenario. La idea nació a modo de respuesta a “cómo ofrecer más que la película”.

“Lo que hay que trabajar a nivel nacional son dos ejes: que existan más salas de cine independientes, bien equipadas técnicamente y con profesionales capacitados, y una política audiovisual que tenga que ver con la formación de audiencia de todas las edades. Porque si tenemos más espacios, la gente no va a ir de manera espontánea”, expresa Ugarte desde la Red.

Durante el primer año de pandemia la adversidad impulsó a que tanto esa organización como el Centro Arte Alameda crearan sus propias plataformas digitales, una iniciativa nacida de una emergencia que ha trascendido en el tiempo y donde acogen cintas acordes con los visitantes frecuentes a esas salas. Pero el primer foco sigue estando en la pantalla grande, ese querido lugar que se niega a desaparecer después de la tempestad.

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