Crítica de discos de Marcelo Contreras: se lucen Porcupine Tree y Drake

Aunque en polos muy opuestos, ambas expresiones artísticas demuestran riesgo, vigor y modernidad dentro de las novedades discográficas de esta semana.


Porcupine Tree - Closure / Continuation

En Porcupine Tree no hubo un quiebre formal, pero asomaron recelos en el periodo de The Incident (2009). La banda progresiva británica se había convertido en sinónimo del líder Steven Wilson, habituado a presentar los temas ya compuestos. Hace una década, el baterista Gavin Harrison y Wilson comenzaron a reunirse para ensayar sin mayores expectativas. En vez de la guitarra, Wilson tomó el bajo. Al tiempo se unió el tecladista Richard Barbieri y, por primera vez, el material se gestó como una genuina colaboración. Durante este periodo Garrison se unió a King Crimson, confirmando su estatus en la élite mundial de los bateristas, Barbieri se multiplicó en colaboraciones incluyendo a Steve Hogarth de Marillion, y Wilson se convirtió en el alumno aventajado del prog rock. Cosechó elogios como solista, productor (Opeth), y en la remezcla de obras máximas de la realeza del género, contando King Crimson, Emerson, Lake & Palmer, Jethro Tull y Yes.

Closure / Continuation, título alusivo al regreso y al futuro incierto de Porcupine Tree tras la gira mundial que los traerá a Santiago el 7 de octubre en el Movistar Arena (única escala en Sudamérica), implica todo cuando puede pedir el fan de la ambiciosa casilla proclive a la matemática y los pasajes concatenados. La decena de temas funciona como un collage de referentes con King Crimson y Rush liderando las preferencias. La instrumental Population Three se camufla perfecto con el proyecto de Robert Fripp en los 90, bajo la impronta de Adrian Belew. Chimera ‘s Wreck contiene la genética guitarrera de Alex Lifeson, al igual que los acordes iniciales de Dignity, en su travesía space rock en dirección a Pink Floyd. Las citas son inevitables, pero el flujo se define finalmente por la asociación de Wilson, Garrison y Barbieri, capaces de proyectar el progresivo con vigor y modernidad.

Drake - Honestly, nevermind

Atento a los comentarios de los fans decepcionados por la falta de rap en este séptimo álbum, la súper estrella canadiense cuyo deporte favorito consiste en batir marcas de venta y listados difíciles de recordar, ha desafiado a sus seguidores. “Todo está bien si aún no lo entiendes”, comentó en un video por Instagram, “(...) esperamos a que te pongas al día”.

La actualización de Drake (35) resulta paradojal porque consiste en un viaje en reversa, al house de hace tres décadas y la escena de Baltimore marcada por el género desde fines de los 80, entre otros guiños al pasado de la música urbana diseñada para clubes. A diferencia de la mayoría de sus trabajos plagados de invitados, Honestly, nevermind sólo tiene a 21 Savage en el corte final Jimmy Cooks, la única canción rap del disco. El resto es Drake en un ambiente minimalista.

Dedicado al fallecido diseñador y DJ Virgil Abloh -el primer afroamericano director artístico de la línea masculina de Louis Vuitton-, Honestly, nevermind sorprende como lo más honesto y logrado de Drake en largo tiempo. Lo que algunos seguidores descifran como material propio de supermercado porque no dispara rimas, son composiciones bailables labradas con elegancia y un tono de melancolía desde Falling Back, la primera canción tras una breve intro. Empalma de inmediato con Texts go green, sostenida en los mismos códigos, para dar paso a Currents, un prodigio urbano de ingeniosa trama sonora.

Calling my name ofrece un quiebre radical en una demostración de producción a primer nivel. Sticky va subiendo lentamente la apuesta, una amenaza que se contiene sin estallar. Massive bucea en ritmos y teclados programados clásicos, en una experiencia retro lograda por completo.

Hacia el final Drake deriva al R&B y el góspel en Down hill, y se desvía al jazz filtrado en máquinas y guitarra acústica en Tie that binds. Si olvidando el rap estos son los resultados, adelante.

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