Crítica de discos de Marcelo Contreras: las diversas caras de Prince, Post Malone y Stranger Things

Para esta semana, un soundtrack demuestra la diversidad estilística de los 80, así como un rescate de Prince lo confirma como una de las estrellas más dinámicas que existieron en ese mismo decenio. Post Malone, por su cuenta, marca el pulso del presente.


Stranger Things - Soundtrack from the Netflix series, season 4

La banda sonora de la nueva temporada de Stranger Things mantiene las bondades de anteriores entregas -clásicos inapelables, one hit wonders y títulos kitsch-, solo que esta vez la selección, sin perder atractivo, es menos generosa. Tras un flojo arranque con una innecesaria versión remixada de Separate ways de Journey, y un cover insípido de California dreamin’ de The Beach Boys (prefiera el original de The Mamas & The Papas), arremete una seguidilla de hits: Psycho killer de Talking Heads, Running up that hill (a deal with God) de Kate Bush -símbolo de este ciclo-, y You spin me round (like a record) de Dead or alive, ejemplos del extraordinario dinamismo estilístico del pop en aquel periodo. De mal gusto Chica mejicanita con Mae Arnette, y sus rancios clichés sobre la cultura latina, como sobrante Play with me de Extreme, disfrazando apenas la debilidad por Van Halen (el metal persiste como materia pendiente en estos soundtracks).

El nivel retorna con Pass the dutchie de Musical youth -hit mundial cannábico en 1982-, Wipe out de The Surfaris, Rock me Amadeus de Falco, Travelin’ man del subvalorado Ricky Nelson, y Tarzan boy de Baltimora, curiosamente en versión mono.

Prince and The Revolution - Live (2022 remaster)

Es el 30 de mayo de 1985 en el Carrier Dome de Siracusa, Nueva York, y Prince se presenta con The Revolution, su banda desde 1979. El año anterior ha sido sencillamente extraordinario para el astro de Minneapolis.

El álbum Purple Rain y la película homónima, le han permitido conquistar el número uno en Billboard con algunos de los singles más exitosos de los últimos meses contando When the doves cry, Let ‘s go crazy y la pieza que da nombre a todo el proyecto, desbancando a Born in the U.S.A. de Bruce Springsteen. El concierto está siendo filmado así que el líder y la banda arremeten con todo. Este registro, que circuló en formato pirata por décadas, se presenta restaurado y remasterizado, exponiendo la sonoridad única del conjunto basada en el protagonismo de las baterías electrónicas y los sintetizadores, más los incendiarios solos de guitarra de Prince.

A pesar de la modernidad del material en su instrumentación, varias composiciones recurren a formatos clásicos, como el caso de Let ‘s go crazy, en rigor, un rock & roll. Hits más antiguos como 1999 y Little red Corvette son gloria ochentera pura. Prince está en llamas, caliente, romántico, furioso y espiritual, y recurre a todo el arsenal estilístico del momento, entre synth pop, rock duro y funk, en inigualable conjunción.

Post Malone - Twelve Carat Toothache

El rey del urbano anglo zorrón atraviesa una zona de turbulencias personales. Post Malone, exitoso mercader de melodías y ritmos hilvanados en un híbrido de hip hop, R&B y gotas de pop rock, cruzó un bloqueo creativo durante la pandemia, superado en este puñado de canciones donde abunda una sensación de resaca por los excesos y efectos de la fama. Twelve Carat Toothache es un álbum dominado por la culpa. “Sé que la he cagado antes, pero no lo volveré a hacer”, asegura en Reputation. “La policía se presentó en mi puerta con una orden (a la mierda), recuerdo haber tirado algo por el inodoro”, confiesa en Cooped up. “No puedo llamarte ahora, he estado bebiendo, y sé que diré lo que estoy pensando”, revela en el funk de salón Wrapped around your finger. El conflicto con la bebida se redondea en Love/hate letter to alcohol: “Anoche tenía treinta y dos dientes en la boca, algunos se fueron”.

La música responde convincentemente a esa sensación sombría post carrete que incluye corte de transmisiones. El minimalismo urbano se retoca de pianos y guitarras acústicas que refuerzan un ánimo de soledad, a pesar del ambiente fiestero que supone la vida de una estrella pop.

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