Cristina Gallardo-Domâs: “Hoy cualquiera para el dedo y monta una ópera”

La más internacional de las sopranos chilenas regresa a presentar su fundación artística, orientada principalmente a mujeres. Figura de La Scala y el Metropolitan, Gallardo estima que se retiró a tiempo del canto lírico y, además, afirma que ya no quedan grandes maestros. Aquí, la conversación con Culto.


Es difícil adivinar que la soprano Cristina Gallardo-Domâs posee nacionalidad chilena. Su acento español, casi andaluz, borra cualquier huella de aquella santiaguina educada en el Liceo Carmela Carvajal en los años 80. La personalidad abierta, los ojos expresivos y una boca muy característica terminan de construir la fisonomía de una cantante que parece nacida y criada en Madrid, la ciudad donde reside junto a su esposo hispano, Justo Garzón. Son ya más de 20 años en el país europeo, entre Madrid y Las Palmas de Gran Canaria, aunque siempre hay una ventana que la conecta con Chile.

En junio del año 1990 debutó en el Teatro Municipal de Santiago con la ópera Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, y para el aniversario de los 22 años, dentro de dos meses más, pretende conmemorar la fecha con el lanzamiento de su fundación cultural. Antes, sin embargo, estará algunos días en nuestro país para presentar la retransmisión de la producción de La bohème, del mismo Puccini, que realizó en el 2004 en La Scala de Milán.

Intérprete excepcional de Puccini y Verdi, Gallardo-Domâs ha sido la más internacional de las sopranos chilenas, quizás sólo igualada por la ya fallecida Claudia Parada (1927-2016), que es de varias generaciones previas. Su currículum y fama la preceden, con actuaciones en los teatros líricos más exigentes del orbe: la Scala de Milán, el Metropolitan de Nueva York, el Covent Garden de Londres, la Ópera Estatal de Viena o la Ópera de París, entre muchos.

Pasando la Semana Santa en Sevilla y mientras observa por la ventana de su habitación las cofradías religiosas de negro que desfilan a través de las callejuelas medievales de la ciudad andaluza, la cantante conversa vía Skype con Culto.

-Giacomo Puccini es su compositor preferido, ¿cómo recuerda La bohème que hizo en La Scala de Milán en el año 2004 y que ahora presentará en el Teatro Oriente?

La famosa producción de Franco Zeffirelli para La bohème de Puccini cumplía 40 años en el 2004 y la canté en La Scala junto al tenor argentino Marcelo Álvarez. Luego la presentamos en la Ópera de Viena y en el Metropolitan de Nueva York, pero en Milán fue grabada para una edición en DVD: esa es la que mostraremos este martes. Ahora ya está cerca de cumplir 60 años. Es el tipo de régies que los grandes teatros del mundo suelen repetir una y otra vez, a pesar de que siempre se prueben nuevas puestas en escena, más experimentales quizás. Pero lo que hizo Zeffirelli en su momento es de alguna manera icónico, irrepetible.

-¿Ha cambiado mucho la ópera en los últimos años?

Bueno, ahora se hacen puestas en escena de La bohème ambientadas hasta en la Luna y con astronautas. Muy por fuera de los cánones tradicionales. Además, teatros como el Metropolitan de Nueva York apuestan mucho más a estrenar óperas de nuevos compositores. No es sólo que haya producciones diferentes de Verdi, Puccini y Wagner, sino que hay bastante lugar para lo contemporáneo.

-¿Qué opinión le merecen las acusaciones por abuso sexual a menores contra el conductor James Levine, quien falleció el año pasado y la dirigió a usted en Madama Butterfly en el Metropolitan de Nueva York en el 2006?

Primero, me gustaría decir que esa versión de Madama Butterfly fue, además, dirigida escénicamente por el cineasta Anthony Minghella, ganador de un Oscar por El paciente inglés, entre otras películas. Era una producción bellísima, muy oriental, aunque esto parezca una redundancia. Y James Levine, bueno, trabajar con él fue un privilegio, una experiencia única. Un gran, gran director de orquesta, a pesar de que ya en esos años tenía algunas enfermedades bastante invalidantes. Ahora, sobre el escándalo que lo rodeó en sus últimos años, sólo puedo decir que este tipo de cosas siempre han pasado en el mundo de la música clásica y en todas partes. Sólo basta observar el caso de Plácido Domingo. La diferencia es que ahora todo sale a flote más rápidamente, todo se conoce.

-Pero es positivo que salga a flote, ¿no?

Sí, pero no nos vamos a engañar: estando dentro del mundo artístico, todos más o menos sabemos dónde se cuecen las habas.

-Plácido Domingo ya no puede cantar en Estados Unidos, aunque sí en algunos teatros de Europa...

Sí, aunque, a mi juicio, también ha tenido bastantes dificultades en Europa y aquí en España. No en todas partes, claro, pero se le han presentado problemas. El mundo está moviéndose de una manera muy compleja y todo está más expuesto al escrutinio público. Hay menos filtros que antes. Son los tiempos que nos toca vivir. Ahora mismo, y debido a la guerra de Ucrania, muchos artistas rusos han sido vetados de teatros importantes por ser cercanos a Vladimir Putin.

-¿Como pasa con la soprano Anna Netrebko, quien no ha condenado públicamente el ataque ruso, o el director Valery Gergiev, que es amigo personal de Vladimir Putin?

Ellos han tenido algún tipo de relación con Putin y basta sólo eso para que los fichen o encasillen. Da lo mismo si el vínculo fue casual o estrecho, pero desde el momento en que entablaron algún tipo de contacto con él, deben cargar con una cruz. En otros ámbitos, como en el deporte, por ejemplo, es bastante triste que alguien que represente a Rusia no pueda utilizar su propia bandera. Obviamente, si hablamos del conflicto mismo, yo apoyo a Ucrania, pues me parece impresentable que una potencia militar como Rusia ataque a una nación indefensa sin mediar provocación. Y en España, la inmigración desde Ucrania ha sido impresionante. Lo que quiero decir es que este conflicto es más bien Ucrania contra Putin y no Ucrania contra Rusia. Hay muchos rusos que no están de acuerdo con lo que hace su presidente.

-¿Nunca deseó cantar en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo o el Bolshoi de Moscú, ambos bastante prestigiosos?

Alguna vez me ofrecieron estar allá, pero por temas de agenda y por no coincidir en las fechas no pude presentarme.

-¿Por qué decidió alejarse de la ópera en el momento más importante de su carrera, después de haber estado, justamente, en el Metropolitan dirigida por Anthony Minghella?

Si hay algo que tuve claro desde el principio de mi carrera musical es que nunca iba a dedicar toda mi vida a la ópera. Quería quedar en lo alto en términos profesionales, pero tenía claro que debía ser mujer y madre también. Tampoco esperaba llegar a ese momento triste en que algunos comienzan a decir: “La escuché cantar esta ópera, ¡pobrecita!”. Antes muerta que pasar por eso. Por el contrario, quería dejar una buena imagen antes de retirarme de los escenarios. Por otro lado, hay algunas prácticas que no me gustaban y que tenían que ver con que a veces dejabas la vida en los escenarios y los teatros no te pagaban: en ese tiempo hubo también una crisis económica. Ahí fue cuando me dije que eso ya no era para mí. Por lo demás, siempre he dicho que tuve la suerte de subirme al último vagón de la gran escuela lírica. Ya no están los grandes maestros de antes, se han ido muriendo de a poco. Cualquiera para el dedo y monta la ópera que quiere. ¿Dónde están los grandes directores de escena de la época dorada? ¿Dónde está el profesionalismo? En los últimos años, sobre todo en el ámbito del canto lírico, hay varios que se mueven como si estuvieran arriba de una pasarela y después desaparecen tan rápido como llegaron. No hay escuela y no encuentro la chispa de antes.

-En el 2010 usted cantó Il Postino junto a Plácido Domingo, donde interpretó a Matilde Urrutia. ¿Eso fue algo nuevo y quizás gratificante?

Sí, pero lo que pasa con muchas óperas contemporáneas es que los teatros invierten en esas producciones, se hacen sólo una vez y luego quedan ahí, en el archivo. Desaparecen.

-Todo lo contrario de cantar La bohème o Madama Butterfly, de Puccini

Es que yo no me quería clavar con Puccini, pero su música me liquidó, me ató para siempre. Es una inspiración que sirve tanto en la vida, no sólo en el canto lírico. Todos deberíamos poseerla.

-¿Qué características tendrá la fundación que desarrollará en Chile?

Será una organización sin fines de lucro orientada fundamentalmente a la mujer artista. Nos interesa potenciar el eje mujer-cultura-arte, sobre todo considerando que nuestro país ha tenido grandes representantes mujeres en el arte. Esto no significa que nos olvidemos de los hombres, pero me parece que en estos tiempos, además, es relevante orientarnos a lo femenino.

-¿Qué pasará con la enseñanza en regiones, fuera de Santiago?

Ese también es otro de los pilares de nuestra fundación. En regiones siempre hay un artista escondido y aquello se puede corroborar observando la gran cantidad de luminarias que han venido lejos de la capital de Chile. Por otro lado, la pandemia nos ha enseñado que la enseñanza a distancia, de forma telemática, es perfectamente posible y en música clásica rinde muchos frutos. Bajo esta lógica, alguien que vive en una región apartada en Chile va a ser capaz de tener una instrucción de nivel internacional. Yo misma, que me dedico mucho a la pedagogía musical, tengo alumnos repartidos en todas partes del mundo. Todo es a tiempo real, inmediato y con costos bastante aterrizados. También habrá clases presenciales, pero lo virtual jugaría un rol muy importante.

-¿Qué tipo de clases habrá?

No solamente nos dedicaremos al canto lírico. En general nos interesa enfocarnos en todas las disciplinas que confluyen en las artes escénicas: poesía, literatura, pintura, fotografía, sonido, etcétera. Se trata de una propuesta que sea lo más plástica y dúctil posible, pero a valores razonables.

-¿Ustedes serían algo así como puentes con organizaciones o teatros internacionales para los artistas chilenos interesados?

Es una de las funciones, claro. La idea es otorgarles las herramientas, condiciones y equipamiento a los cantantes y músicos que a veces deben realizar grabaciones de estándar internacional para postular a becas o a teatros en el extranjero. Hay mucho artista con talento que se pierde en Chile por no contar con un buen material audiovisual para enviar a los concursos. Esto último cae en nuestra oferta presencial. Es decir, que los músicos tengan acceso a un buen estudio de grabación, por ejemplo. En el extranjero esta es la forma en que te van a conocer si vives en un país tan lejos y no puedes viajar a una audición. Por eso no basta con hacerse un video con el celular.

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