Lennon de soldado y un número cabalístico: cómo se hizo la primera portada de Rolling Stone

El 9 de noviembre de 1967, los kioskos de San Francisco vieron el inicio de un clásico del periodismo musical. La idea de su fundador, Jann S. Wenner, era crear una publicación que fuese verdaderamente profesional y se distinguiera de las anodinas revistas de su época.


Si hubo un número al que John Lennon le tenía cierto afecto, era el 9. Claro, si había nacido un 9 de octubre de 1940. Como una especie de amuleto, Lennon lo sacó a relucir en canciones como Revolution 9, o #9 dream, o en la portada de álbum Walls and bridges, con un dibujo suyo de infancia donde un jugador del Newscastle (el chileno Jorge Robledo) aparece de espaldas con el número 9.

La coincidencia adquiere otros ribetes al echar una mirada a las efemérides, que marcan que un 9 de noviembre de 1967, Lennon fue la foto de portada del primer número de la revista Rolling Stone. En la imagen, el beatle aparece ataviado con la vestimenta del soldado Gripweed, su personaje en la película How I won the war, de Richard Lester, estrenada ese año.

De hecho, 48 horas antes de que el primer número fuese a imprenta, la portada no tenía fotos. Desesperado, su fundador, el legendario Jann S. Wenner, se puso a revisar la mesa de su despacho en la que tenía centenares de fotos en blanco y negro. Ninguna lo convencía, pero de repente vio la foto de Lennon y se decidió.

No solo estaba pensada como una mera publicación más dedicada a cubrir música. No. Se trata de algo mucho más global. Para Wenner, el lema era: “No es solo la música, también son las cosas y actitudes”. En ese sentido, pretendía ser un rebote de los agitados tiempos que vivían a mediados de los 60. Entre la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles.

¿De dónde vino el nombre? Cualquier lector distraído podría pensar que se trataba de una especie de homenaje a la banda de Jagger & compañía, pero no, estaba en algo mucho más atrás. “El nombre proviene de un viejo dicho. Muddy Waters usó el nombre para una canción; los Stone se pusieron el nombre por la canción de Muddy. Fue el primer disco de rock de Bob Dylan”, contó Wenner años más tarde.

Como todo emprendedor del área de la cultura, Wenner debió recurrir a su círculo cercano, dado que no era poco pagar un diseñador, diagramación, periodistas y además la impresión. Para costear la aparición, debió pedir dinero a unos amigos y la familia más cercana. De la colecta cayeron 7.500 dólares de la época. De este modo, junto al crítico de música Ralph J. Gleason, pudieron ver en los kioskos de San Francisco, California, su sueño hecho realidad.

En un primer momento, el tiraje de la revista era quincenal, y su formato era parecido al de un periódico en blanco y negro. De alguna manera, Winner sentía que no existía un verdadero periodismo musical. El periodista Joe Hagan, en su biografía Sticky Fingers. La vida y la época de Jann Wenner y la revista Rolling Stone (Neo Person, 2018) señala que la revista “legitimó la cultura clandestina y la incorporó a la corriente principal”, esto porque en rigor, las otras publicaciones de la época en la materia eran anodinas e irrelevantes.

Para Hagan, la foto de la portada era un punto importante de la nueva publicación. “El punto de partida era el rock and roll, pero la pieza fundamental era la fama”, explica. De algún modo, la imagen se convertiría en “el nuevo afrodisiaco”.

De hecho, el mismo Wenner resumiría su ideario al fotógrafo Baron Wolman, como si fuese un manifiesto: “Nosotros no pertenecemos a la contracultura. No somos hippies. Yo estoy en esto para triunfar y ganar mucho dinero. Todo lo que hagamos va a tener calidad profesional; nadie lo verá como el trabajo de unos aficionados”.

Así, la revista acostumbró al público a un nuevo tipo de periodismo musical, enfocado en entrevistas extensas, preciso y con claridad en la información.

La era de Wenner llegó a su fin en 2017, cuando Wenner Media vendió el 51% de Rolling Stone a Penske Media, por una cantidad que se estima cercana a los ochenta millones de euros. Los tiempos habían cambiado.

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