Anton Reisenegger: Morir de pie o vivir de rodillas

Criminal publicó uno de sus mejores álbumes con estreno en vivo para el 2 de diciembre en el Teatro Caupolicán. El 18-O como motivo, política y trolleo, el parto del thrash metal chileno bajo escupitajos, el futuro del heavy, y en qué diablos se convirtió Metallica. Respuestas carnazas garantizadas. ¿Ejemplos? "Me tildaron de fascista y de comunista (...) Me considero más bien moderado" o "no tengo opinión sobre Mon Laferte en un cover de Metallica, me da igual".


Georg Anton Reisenegger von Oepen resuena a nombre de un as de la aviación alemana al servicio del kaiser en la I Guerra Mundial, pero no. Con 52 años, el cantante y guitarrista Anton Reisenegger es un pionero del heavy metal chileno en la categoría thrash, de renombre internacional. Lleva 20 años en Europa al mando de Criminal, asociado a músicos de primera línea en Inglaterra y un sello histórico como Metal Blade. A la par, su nombre figura en Pentagram, banda chilena de culto en el ADN del death metal planetario.

Criminal acaba de publicar un noveno álbum, el contundente Sacrificio. Será estrenado el próximo 2 de diciembre en el teatro Caupolicán (18:00 horas, entradas en PuntoTicket) con el teloneo de los ariqueños Nuclear, que también presentan su último trabajo Murder of crows (2020). Las bandas están asociadas no sólo en género musical, sino por amistad. El guitarrista de Nuclear, Sebastián Puente, produce Sacrificio.

Sin perder categoría, Criminal se había convertido en un grupo europeo más de metal extremo, antes que una alineación de guitarras duras con sabor latino en el viejo continente. Los últimos discos eran casi trabajos solistas de Anton armados en el computador, en una nómina que completan Danilo Estrella en batería, Sergio Klein en guitarra, y el bajista Danny Biggin.

A veces, la solución es regresar. “Fuimos con el Danilo a una sala de ensayo”, relata Reisenegger, “y nos encerramos con el amplificador a todo chancho y la batería sonando toda penca y haciendo los temas a la antigua, probando cosas, desechando, explorando, estrellándonos contra un muro cuando ya no había ideas, frustración y euforia cuando salían las cosas. Todo hecho ahí en una dinámica humana, más que una sola persona creyéndose genio de la música”.

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Reisenegger estaba en España cuando supo del estallido. No le sorprendió. “Chile había tomado un rumbo muy de callejón sin salida”, resume. No le gustó la violencia, los saqueos y la represión “alevosa en cierto sentido”, apunta, aunque no se atreve a proclamar la existencia de una política sistemática de violación a los Derechos Humanos durante la crisis. A cambio, considera manifiestas “las ganas de hacer daño para demostrar quiénes son los que aquí mandan”.

Era imposible abstraerse -”no íbamos a hacer un disco sobre la pandemia”-, así que Sacrificio aborda parcialmente la contingencia y la revuelta. “Salieron temas como Zona de sacrificio. Soy cercano al asunto porque siempre veraneaba en Puchuncaví. Sistema criminal habla del Sename y la estigmatización que sufre la gente que pasa por ahí. Live on your knees es más universal, un grito de liberación, morir de pie o vivir de rodillas”.

After me the flood tiene remitente: el presidente Piñera, protagonista de un episodio con ecos en la historia universal, según Reisenegger. “Me recordó a los últimos reyes de la monarquía francesa que decían ‘después de mí el diluvio’, o Nerón tocando lira mientras incendiaba Roma. Él se fue a comer una pizza. No fue muy distinto”.

En tiempos de trincheras ideológicas y populismo transversal, el líder de Criminal observó que sus declaraciones eran interpretadas desde los extremos, como sucedió tras una aparición en Radio Futuro. “Me tildaron de fascista y de comunista”.

Si se trata de motes políticos, Anton suena amarillo para los parámetros vigentes. “Me considero más bien moderado y un demócrata fanático. Hay que defender la democracia para todos lados. No me gustan los extremismos ni tampoco los totalitarismos de ningún signo”.

“Cuándo se produjo el estallido”, continúa, “se habló mucho de qué era una cosa transversal sin color político, más bien la gente versus la política, y veo que al final los partidos más hacia la izquierda se han querido apropiar del estallido. No comulgo con eso. No creo que sea correcto”.

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Historias de heavy metal.

“Te voy a contar algo muy asqueroso. No sé si quieras ponerlo”. Reisenegger responde por un asunto repugnante del que fue víctima, una vergonzosa tradición arraigada por décadas en el público chileno: escupir a los músicos en vivo.

En Pentagram (2013), la biografía de la seminal banda chilena escrita por Patricio Jara, se relata que los gargajos imparables terminaron por desanimar al grupo, hasta empujar su disolución. “Estábamos haciendo algo nuevo, algo interesante”, cuenta el baterista Eduardo Topelberg en el libro, “pero no me gustaba que nos escupieran y se lo dije a los chicos: Yo no puedo permitir que si estamos tocando (...) un concha de su madre nos tire pollos (...)”.

Reisenegger rememora las palabras del batero, pero con un detalle menos épico en la génesis de su decisión. “Un día llega a mi casa, y me dice que una persona que trabajaba con su papá había ido a un concierto y le había contado lo que pasaba. Y el papá le había dicho ‘¿soy huevón o qué?’”. Risas.

Hasta bien entrados los 90, Criminal enfrentó la misma maldita costumbre. Intentaron pasar a la ofensiva con guardias expulsando a los agresores. Aquí viene lo repugnante. “Sacaron a un compadre que estaba escupiendo y derivó en mocha. El loco se las arregló para escapar, volvió, y me llegó un gargajo lleno de sangre”.

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Cuando era apenas un adolescente, antes de ser músico, Anton Reisenegger fue un precoz redactor de fanzines dedicados al metal. Le llegaban revistas desde Alemania, donde tenía familia, fotocopiaba imágenes y traducía entrevistas junto a un amigo del colegio. En 1983 viajó con sus padres a Alemania trayendo al regreso un montón de discos y también revistas que solían tener una sección de correo, con fanáticos y bandas ofreciendo intercambio de material.

“Una red social análoga antes de internet”, define Anton.

Empezó a armar cintas con bandas chilenas y sudamericanas que se intercambiaban por correo. “Hacíamos muchas entrevistas por carta, donde mandabas un cuestionario y te lo devolvían. Las críticas las hacíamos nosotros. Se llegó a un nivel no diría profesional pero serio, con cierta periodicidad y una calidad de fotos decentes”.

Muchos de los conocidos a distancia de Anton en aquella proto aldea global metalera, se convirtieron en contactos laborales en su posterior carrera en Europa. “En algún momento sentí que era una contradicción tocar en una banda y a la vez escribir sobre música”, evoca sobre ese periodo. “Me dediqué a Pentagram. El 86 hice la última edición”.

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Preguntas random sobre el género con olor a azufre, como las que se hacían en los fanzines thrash de los 80, ejemplares ajados que se leían en los recreos, junto a una manoseada revista pornográfica camuflada.

-¿Cómo está el metal a nivel mundial?

“Vive un momento súper interesante porque existen búsquedas. Unas son más progresivas, otras combinan electrónica, otras onda retro rescatando lo que se hizo en los 70 y los 80″.

Cuesta visibilizar, según Reisenegger, el relevo de los headliners en festivales en un mundo donde ya no existe Slayer, y con Judas Priest y Iron Maiden jugando los descuentos. “Veo que la industria se esfuerza por un recambio, pero no sé. Lo que pasa con Ghost, que lo agarró la misma empresa de management de Metallica, y los meten en todas partes a tocar con ellos para que sigan escalando y tomen ese lugar en algún momento. Slayer lo hizo con Lamb of God porque son los mismos managers. Pero no veo bandas transversales en el espectro metalero, como pasa con Maiden, Metallica, Slayer y Judas, que nos representan a todos en el fondo”.

Las últimas alineaciones con esa potencialidad, apunta Anton, fueron Sepultura y Pantera. “Y las dos implosionan en su mejor momento”

-Parece que Ghost no te gusta.

“Encuentro interesante lo que hacen, como algunas cosas es bastante evidente que están copiadas de bandas como Blue Öyster Cult, que me encantan. No es que no me guste, pero encuentro que están inflados”.

-¿Y el disco tributo a Metallica?

" Vi y escuché un par de cositas, tampoco me interesa demasiado. Desde principios de los 90 han tenido esa necesidad de ser reconocidos por el mainstream, y a eso le atribuyo discos como Load y Reload, donde pasaron de ser una banda de thrash a convertirse en una banda de rock. Me huele un poco a validación, a querer trascender a otros públicos. No sé si realmente Metallica lo necesita. Podrían haber hecho un tributo de bandas no necesariamente todas metaleras, pero mucho más interesantes, variadas. No tengo opinión sobre Mon Laferte en un cover de Metallica, me da igual. No soy de esos metaleros que rasgan vestiduras diciendo ‘eso no es rock’. Es música, punto. Pero lo encontré innecesario”.

-La pregunta Miss 17. Tu banda soñada del thrash.

“El baterista tiene que ser Dave Lombardo o Gene Hoglan. En guitarra podría ser Bill Steer de Carcass, que me gusta mucho, o Marty Friedman. Cliff Burton es el bajista de la vida, se fue demasiado pronto. Tenía mucho que decir respecto de la dirección que tomó Metallica después. Él escuchaba a Thin Lizzy, Blue Öyster Cult, Misfits, cosas distintas. Pero creo que su visión habría sido diferente y habría dicho ‘cabros, yo maquillaje no me pongo ni cagando’”.

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