Joan Manuel Serrat y las brisas de su Mediterráneo en Chile

La publicación del mayor disco del músico catalán, hace exacto medio siglo, coincidió con la época en que comenzó su acercamiento a Latinoamérica y a Chile. Su debut en el Teatro Municipal de Santiago en 1969, dos pasos por el Festival de Viña, sus primeras versiones de Violeta Parra y encuentros con personajes tan distintos como Pablo Neruda y Willy Bascuñán confluyeron en el universo creativo del "muchacho del Poble Sec" por esos días.


La conquista de América de Serrat comenzó, curiosamente, en Río de Janeiro. Hasta allá llegó el entonces novel músico catalán en 1969 para participar en un festival con Penélope, en el que fue su primer viaje y su primera gira por la región. “Serrat descubre América y América descubre a Serrat”, fue uno de los titulares de la época, en el inicio de un “vínculo tan estrecho que hace que hoy se me reconozca como un latinoamericano de Barcelona”, ha dicho el cantautor recordando esa travesía, que continuó por Argentina, Chile, México y Venezuela.

Dos años después el artista se encerraría en un pequeño hotel de la Costa Brava para escribir y componer, en la localidad de Calella de Palafrugell, la que terminaría siendo su obra consagratoria y el título más emblemático de su discografía. Y aunque Mediterráneo (1971) cumple medio siglo transformado en un clásico de la música popular española -donde se celebra con homenajes y una reedición en vinilo-, así como un monumental fresco de su juventud y vida cotidiana en el barrio catalán de Poble Sec, tanto su gestación como su legado están íntimamente vinculados a Latinoamérica.

La canción homónima, de hecho, la creó durante una estadía en México en 1969. El mismo año en que debutó en Chile, con un recital en el Teatro Municipal de Santiago que transmitió Televisión Nacional, organizado por Raúl Matas. Serrat, de entonces 25 años, aterrizaba en el país con sus primeras canciones en castellano, sus adaptaciones de Machado y Miguel Hernández y el cartel de figura rebelde de la canción de autor, tras haberse bajado poco antes del festival de Eurovisión luego que el gobierno de Franco le prohibiera cantar La, la, la en catalán.

“Hasta que aparece Serrat no existía en el lenguaje musical chileno la palabra cantautor”, asegura Alfredo Saint-Jean, productor de algunas de las primeras visitas del solista a Chile y de todos sus regresos desde 1990 a la fecha. “En esos años vino Serrat y Paco Ibáñez, que también se presentó en el Teatro Municipal. Aparecen los cantautores españoles y (su influjo) se manifiesta en chilenos como Julio Zegers, Fernando Ubiergo. En esos primeros años había que cantar como Serrat, vestirse como él. Era el referente”, rememora.

Por esa época Serrat visitó a Pablo Neruda en Isla Negra, según cuenta Saint-Jean, invitado por el entonces ministro Máximo Pacheco. Pasó también por el Festival de Viña en 1970 y 1971 -la segunda vez vino gratis, en apoyo al gobierno de Allende- y por esos años debutó en el céntrico Teatro Rex. La gira continental continuaba y por problemas logísticos el músico debió dejar encargados algunos de sus equipos de sonido a Myriam von Schrebler, la cantante del dúo Sonia y Myriam, que por ese entonces trabajaba como ejecutiva en Phillips, representantes en el país del sello español Zafiro. Finalmente el aparataje terminó en manos de Saint-Jean, quien lo utilizó en algunas fechas de su célebre ciclo de música de vanguardia en el Teatro Marconi de Providencia (hoy Nescafé de las Artes). Pioneros del rock chileno como Los Blops, Aguaturbia y Escombros tocaron con los equipos del catalán, en un impensado cruce.

Pero quizás quien conoció más de cerca la gestación de Mediterráneo fue el músico chileno Guillermo “Willy” Bascuñán, quien llegó a España a inicios de los 70 junto a su grupo, América Joven, invitado por el mánager de Serrat, el legendario Lasso de la Vega, quien los presentó. La amistad entre ambos creció con el correr de los meses y un año después, en el verano europeo de 1971, el exintegrante de Los Cuatro Cuartos terminó acompañando al catalán durante varios días en Calella de Palafrugell mientras este daba forma a su obra cumbre.

“Vi nacer Mediterráneo, Qué va a ser de ti, Barquito de papel”, recuerda Bascuñán sobre esos demos que Serrat enviaba en cintas a su equipo de arregladores, entre ellos Juan Carlos Calderón. “Yo lo acompañaba en la guitarra, le iba haciendo figuras en la guitarra para grabar esto en una cinta. Y mucho de lo que toqué se usó en los arreglos, pero no aparezco en ninguna parte. Yo lo noto porque yo las hice”, asegura.

Bascuñán en realidad había llegado a la Costa Brava para trabajar en una idea que nunca vio la luz: un álbum del español con versiones de himnos del folclore sudamericano, entre ellos Mazúrquica modérnica de Violeta Parra y piezas del chileno Luis Bahamonde y el argentino Atahualpa Yupanqui, entre otros. Grabaron algunas canciones en el estudio y a fines de 1971 el cantautor empezó la gira de Mediterráneo en Barcelona, con varias fechas en el teatro de Las Ramblas a las que decidió sumar un intermedio para presentar algunos temas de su proyecto latino. “Nosotros lo acompañábamos y fueron aplaudidísimas”, cuenta Bascuñán.

Según el ídolo del Neofolklore criollo, “muchos temas de Mediterráneo tienen influencia sudamericana, Joan Manuel estaba muy motivado por esa música”. Y aunque nunca terminaron el proyecto en conjunto (“la última vez que hablamos me dijo que había encontrado las cintas”, detalla), Bascuñán cree que algo de la idea quedó plasmada en Cansiones (2000), el disco en el que el “muchacho del Poble Sec” interpreta temas de Violeta Parra, Víctor Jara y otros clásicos latinoamericanos.

Serrat junto a "Willy" Bascuñán en el estudio de grabación, a inicios de los años 70.

La patria líquida

“Es un referente tremendo. De hecho, Eduardo Peralta y yo tenemos un disco y un concierto de dúo, con la canción Mediterráneo como parte de nuestro repertorio”, cuenta la cantante Cecilia Echenique, parte de una generación de músicos nacionales que se empapó de Serrat “en ausencia”; tras sus últimas visitas al país a inicios de los 70, el catalán debió sacar a Chile de sus giras y el régimen militar de Pinochet impidió su regreso hasta 1990, pero su culto creció de manera subterránea, sobre todo entre una nueva camada de autores e intérpretes locales. Los de la trova de los 80 en dictadura, el Canto Nuevo y el Café del Cerro.

En ese sentido, el efecto de Mediterráneo no pudo prolongarse en los escenarios nacionales pero su brisa se esparció por al aire durante años. “(El disco) llegó muy encima del golpe de estado y después en dictadura estaba prohibido”, explica Saint-Jean. “Algo similar a lo que ocurrió con Silvio Rodríguez, los dos cuando vinieron en los años 70 tuvieron éxito pero no eran superestrellas, no hacían un Estadio Nacional. Y cuando vuelven los dos lo primero que hacen es un Estadio Nacional”. Según el propio cantautor, en esa fecha doble en Ñuñoa “un público más fiel que nunca cantó conmigo todas las canciones a lo largo de dos de los conciertos más emocionantes de mi vida”, rememora en su sitio oficial.

“Su canto unido a la poesía nos marcó. Un canto con sentido, con compromiso también. Él sigue siendo un cantautor que dice lo que piensa, que se compromete con causas, un cantautor pensante. Un ejemplo que seguimos hasta hoy”, agrega Echenique.

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Mediterráneo se me viene a la mente como un disco clásico, de cabecera, porque reúne un grupo de canciones inmortales”, decía el propio Ubiergo a este medio recientemente, consultado por el impacto del disco de 1971 en su propia carrera, que despegaría algunos años después. “El tema Mediterráneo es un estandarte de la canción de autor, de la capacidad de un artista de expresar con melodía y palabra su propia historia y la de un ’yo’ ancestral, de toda la humanidad”, aseguraba el autor de El tiempo en las bastillas sobre un clásico que, pese a su raigambre catalana, se transformó en un himno universal.

“Es un símbolo del mar, de esa patria líquida que une, más que separa, continentes, tradiciones, creencias, colores de piel e incluso hombres y mujeres que nadan en sus playas, navegan en sus yates y naufragan en sus pateras”, comentó Serrat hace un par de años sobre la pieza que abre el disco homónimo, cuando inició la gira conmemorativa Mediterráneo da Capo.

En la única entrevista que ha dado con motivo del aniversario de su icónico LP, el músico de 78 años confesó días atrás al diario El País que tiene “conciencia absoluta de lo frágil y efímero” que es hoy y que le gustaría realizar una gira “para despedirse” de los lugares que ha amado. Según Saint-Jean, Chile es destino inamovible en ese tour del adiós que todavía no tiene fecha ni anuncio. “Obviamente estamos en conversaciones y en algún momento, cuando se pueda, él va a venir y va a ser su última gira. Y si Serrat dice que es su última gira, es su última gira”, asegura.

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