Un escape de película, vanguardia y Creacionismo: Vicente Huidobro, cuando crear es todo

Es uno de los nombres capitales de la poesía chilena, y a juicio de los entendidos, su literatura –entre poesía y prosa– presenta varios rasgos que lo hicieron dialogar con la plástica y las tendencias avanzadas de su tiempo. Incluso, se dio maña para patentar un movimiento, de origen disputado, donde abogaba por la creación sin recurrir a la imitación. En Culto analizamos su escritura, estética y actividad política.


Henriette Petit llora. La pintora está desconsolada y no disimula su pena. Frente a ella, en un lecho final, se encuentra su amigo Vicente Huidobro. El poeta, el creador. El hombre que con su pluma se hizo de una fama que se mantendría en el tiempo. Al costado de la cama, un tubo de oxígeno presta el apoyo necesario. Es un derrame cerebral lo que aqueja al vate. Corren los primeros días del verano de 1948.

Henriette llora. Huidobro no quiere que venga un sacerdote para que le dé la extremaunción, dado que es ateo. Hace unos meses que venía sintiendo que lo seguía la inquietante sombra de la muerte, tanto que a su tercera esposa, Raquel Señoret, comenzó a apodarla “La viudita”, haciendo gala de su irreverencia y humor negro.

Afuera solo se escucha el relajante sonido veraniego de las olas rompiendo frente a Cartagena, ciudad a la cual Huidobro ha llegado a residir tras su última estadía en Europa, donde -como corresponsal de guerra del diario La Razón, de Montevideo- entró a la derruida Berlín junto con el contingente aliado.

Huidobro está entregado, Henriette sigue llorando. Junto a ella están su hijo Vladimir, su esposa Raquel y su media hermana Manuela. Todos observan la escena con algo de pesadumbre. Henriette sigue llorando. Está destrozada. Vincent Huidobró, Vincent Huidobró, repite como un mantra.

Con sus últimas energías, el autor de El ciudadano del olvido, se incorpora levemente. Mira a la compungida Henriette y suelta lo primero que se le pasa por la cabeza.

¡Cara de poto!

Esa anécdota, relatada en el libro La guerrilla literaria (Sudamericana, 1997), de la periodista Faride Zerán, da cuenta de la particular personalidad de Vicente García-Huidobro Fernández. Nacido en Santiago, el 10 de enero de 1893, vino al mundo en una de las familias ilustres de la aristocracia local. Desde muy joven comenzó a meterse en la actividad literaria. Lo suyo era escribir y escribir.

Como solía realizarse en la clase alta, su primera educación la recibió de mano de institutrices. Posteriormente, ingresó al Pedagógico de la Universidad de Chile a estudiar literatura, pero no terminó. Quizás para él no era necesario, dado que gran parte de su formación literaria la hizo en las tertulias que organizaba su madre, María Luisa Fernández Bascuñán.

Así, a los 18 años, en 1911, Huidobro publicó su primer libro de poesía: Ecos del alma. De ahí no paró más. De hecho, en 1913 publicó cuatro libros: Canciones en la noche, La gruta del silencio, Las pagodas ocultas y Pasando y pasando, en 1914.

Vicente Huidobro en 1912. Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile.

Desde un comienzo, hubo en sus libros un rasgo que se mantuvo en casi toda su obra: las referencias a los astros y a los cuerpos celestes. “Aunque la poesía de Huidobro recurre a dimensiones cósmicas, lo hace entregando siempre sin convertir a lo sublime en una figura de la trascendencia, sin hacerlo excitante ni grandioso ni monumental”, explica Lucía Vodanovic en el prólogo de los Poemas árticos, reeditados por Ediciones UDP en 2008.

Su espíritu inquieto lo llevó a subirse al vapor Infanta Isabel de Borbón con el fin de viajar a la vieja Europa, en 1916, en momentos en que se encontraba asolada por las batallas de la Primera Guerra Mundial. Ese viaje, resultó crucial.

“La primera condición del poeta es crear”

A bordo del buque, Vicente Huidobro no solo se encontraba junto a su entonces esposa, Manuela Portales Bello, y sus dos hijos, también llevaba consigo una idea que le venía rondando en su cabeza. Era el amanecer del concepto del Creacionismo, que irá madurando justamente en esos años. Una teoría, un movimiento que conversaba directamente con la vanguardia.

De hecho, previo al viejo continente, el vapor hizo escala en Buenos Aires. Ahí, en el Ateneo Hispanoamericano, Huidobro pronunció una conferencia sobre poesía donde esbozó su teoría creacionista. De hecho, fue en la ciudad de la furia donde publicó El espejo de agua (1916), quizás el comienzo “oficial” de su idea.

“Fue allí donde se me bautizó como creacionista por haber dicho en mi conferencia que la primera condición del poeta es crear; la segunda, crear, y la tercera, crear”, recordó posteriormente el mismo Huidobro en un manifiesto llamado El Creacionismo.

¿Cómo podemos acercarnos a una definición del Creacionismo? El doctor en literatura y académico de la U. Alberto Hurtado, Fernando Pérez Villalón, explica: “Huidobro es el inventor y principal protagonista de ese movimiento, que a diferencia de otros (como Dadá y el surrealismo) no fue realmente colectivo sino que giró en torno a la individualidad de su autor. Él mismo definió el Creacionismo como centrado en el acto de crear una realidad autónoma por medio de combinaciones de palabras (como ‘horizonte cuadrado’, en oposición a la mera imitación de la realidad)”.

Ese impulso de crear una realidad autónoma es lo que le da ese carácter vanguardista el movimiento. Pérez agrega al respecto: “Los postulados del Creacionismo, como suele ocurrir con el género de los manifiestos de vanguardia, incluyen intuiciones brillantes, reflexiones ingenuas, polémicas contingentes y algunos aciertos teóricos notables mezclados con contradicciones argumentales lógicamente insostenibles pero muy productivas”.

Sin embargo, Vicente Huidobro no habría sido el exclusivo “padre” del Creacionismo. “Es muy conocida la disputa que tuvo con el artista francés Pierre Reverdy en torno a la ‘paternidad’ del Creacionismo –explica a Culto Paula Miranda, Doctora en Literatura, escritora y académica de la Facultad de Letras UC–. Pero con Reverdy, Huidobro fundó la revista Nord-Sud sobre las nuevas tendencias estéticas y compartieron la idea, que ya estaba en el modernismo de Darío, sobre la poesía como un acto de creación pura. Por lo tanto, el Creacionismo se inspira en todas esas tradiciones”.

El artista francés Pierre Reverdy.

Felipe Cussen, investigador del Instituto de estudios avanzados de la USACH, también se refiere a esta disputa entre Huidobro y Reverdy. “Personalmente, no me parece particularmente relevante quién de los dos lo inventó sino más bien qué realizaron a partir de esas premisas. El Creacionismo es uno dentro de varios movimientos de vanguardia, y es posible ver vínculos con el surrealismo y el ultraísmo, por ejemplo”.

“Lo que más me llama la atención, además de su voluntad de crear sin necesidad de referentes de la realidad, es la intención de concebir un movimiento de carácter internacional, algo muy poco frecuente dentro de los poetas chilenos”, agrega Cussen.

Miranda agrega que lo que buscaba el Creacionismo era establecer sus propios modelos, rechazando imitarlos desde la naturaleza. “Ese Creacionismo a veces inventaba mundos alternativos (como el imaginario, cósmico y lúdico mundo de Altazor) o a veces proponía nuevas maneras de percibir el mundo circundante, un mundo donde la máquina y la tecnología, cambiarán para siempre nuestra forma de relacionarnos y percibir nuestro entorno”.

Una influencia importante para la idea matriz del Creacionismo, asegura Miranda, fue el poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson, sobre todo su clásico libro Nature (1836). “De él tomó la idea de que el hombre debería imitar a la naturaleza en su capacidad creadora y que el poeta era el que mejor podría hacerlo”. Emerson, también influenció, entre otros, a Emily Dickinson.

“Recuerdo que el profesor argentino José Ingenieros, que era uno de los asistentes, me dijo durante la comida a que me invitó con algunos amigos después de la conferencia: ‘Su sueño de una poesía inventada en cada una de sus partes por los poetas me parece irrealizable, aunque usted lo haya expuesto en forma muy clara e incluso muy científica’”, rememoró Huidobro en el citado manifiesto.

Caligramas y pinturas

Además de los versos, Vicente Huidobro solía utilizar caligramas en sus poemas, e incluso incursionó en la plástica con los poemas pintados. Para los especialistas, estas expresiones también son parte del Creacionismo.

“Curiosamente, aunque el Creacionismo criticaba la imitación, los caligramas muchas veces son bastante ingenuos en su composición gráfica: las palabras se disponen sobre la página como una iglesia, un paisaje, o un triángulo que representa la Torre Eiffel –señala Fernando Pérez–. Pero la interacción entre gráfica y lenguaje potencia ambos aspectos, modifica las maneras de escribir y de leer, de interactuar con el poema, y fue importantísima como precedente para el desarrollo de la poesía visual en Chile y Latinoamérica”.

Sobre los caligramas, Paula Miranda explica: “Es parte del mismo creacionismo; pues el creacionismo-cubista de Huidobro indagó mucho en las posibilidades espaciales de la página en blanco y siempre su poesía excedió los límites tradicionales de esa página. Sus libros publicados en Francia son de gran tamaño y tienen ricas explosiones de colores y texturas”.

El manuscrito original del caligrama "Capilla aldeana". Biblioteca Nacional de Chile.

Sin embargo, la académica y escritora es algo crítica con los poemas pintados del vate. “Creo que los poemas pintados expuestos en 1922 en la exposición de La Salle, donde transformó en dibujos algunos de sus experimentos poéticos-visuales (”Paisaje”, por ejemplo) no son tan interesantes como sus libros de poesía de la misma época: Horizon Carré, Hallali, El espejo de agua o Ecuatorial. En ellos hay mucha más experimentación y originalidad que en sus poemas pintados”.

Felipe Cussen piensa que, paradójicamente, tanto los caligramas y poemas pintados van en contra de lo planteado por el Creacionismo. “Representan figurativamente algunos de los objetos concretos mencionados en los poemas”. Además, en ningún caso se trataban de cosas nuevas.

“Los caligramas y la poesía visual forman parte de una tradición muy antigua (hay numerosos ejemplos en la poesía griega y latina, por ejemplo), y dentro de la poesía española e hispanoamericana hay muchos casos, especialmente en el barroco pero también en el siglo XIX. Una fuente muy completa para observar esta tradición es la antología Pattern Poetry, de Dick Higgins”.

"Moulin", uno de los poemas pintados de Vicente Huidobro. Colección Biblioteca Nacional de Chile.

En Europa, donde residió en las ciudades de Madrid y París, Vicente Huidobro publicó otros libros, como Horizon carré, Ecuatorial, Poemas árticos, Hallali, Tour Eiffel y Saisons choisies (1921), el cual incluye el retrato dibujado que le hizo el artista español Pablo Picasso.

Pero su naturaleza inquieta haría que Vicente Huidobro decidiera volver a Chile, y sería una estadía que removería los cimientos.

El retrato de Vicente Huidobro por Pablo Picasso.

El gran escape

El disfraz que llevaba puesto no le impidió notar una belleza que le pareció deslumbrante. Es 1926, y en medio de una fiesta de disfraces en un encopetado salón de la alta sociedad de Santiago, Vicente Huidobro, entonces de 31 años, quedó prendado de Ximena Amunátegui, su concuñada, y quien entonces solo contaba 14 años.

A Huidobro poco pareció importarle que llevaba once años casado y que tenía dos hijos, estaba decidido a estar con la joven como a de lugar. Pese al escándalo que causó su interés, se las arregló para mantener el contacto con ella vía correo, ya que viajó a Nueva York, donde recibió el premio de la The League for Better Pictures al mejor guión por Cagliostro, y luego siguió viaje a París.

Huidobro había vuelto en abril de 1925 a Chile, en medio de un ambiente convulsionado por la partida al exilio del Presidente Arturo Alessandri tras un golpe de Estado. Poco después, el “León” volvió a La Moneda. El poeta se contagió del espíritu de la época e Incursionó en política con la fundación de un periódico que no podía tener otro nombre de acuerdo a su estrambótica personalidad: Acción. Diario de Purificación Nacional, pero poco tiempo después fue golpeado frente a su casa al denunciar actividades fraudulentas de altas personalidades políticas. Por lo mismo, el 21 de noviembre fue clausurado su periódico.

Inquieto, fundó otro La Reforma, el cual tuvo un solo número, porque luego retomó el diario Acción. Las voces de la juventud lo proclamaron candidato simbólico a la Presidencia, pero no pasó de ser una anécdota.

Vicente Huidobro y Ximena Amunátegui, hacia 1930. Archivo del escritor, Biblioteca Nacional de Chile.

Pero volvamos al culebrón con su amada Ximena. Cuenta Faride Zerán en su libro que hacia 1928, la familia Amunátegui creía que Vicente Huidobro estaba muy tranquilo en la ciudad luz. Pero inesperadamente, el vate regresó de forma clandestina al país. Tenía un plan en mente, y Ximena –entonces de 16 años– estaba coludida con él para llevarlo a cabo. Un día, antes de acudir al colegio, la joven anunció que pasaría al dentista después de clases. Pero en rigor, lo que vivió después fue mucho más que colocarse unas tapaduras.

A la salida de clases, un automóvil la esperaba. En su interior, disfrazado con un sombrero, bigote y barba postizas aguardaba Vicente Huidobro. Tan pronto como ella subió, el chofer arrancó y enfilaron hacia la cordillera. Ahí, al otro lado los esperaba su destino.

En el camino, notaron que un auto los seguía, era la familia Amunátegui que fue alertada de lo que pasaba. Lo que ocurrió después es casi sacado de una añosa película de Hollywood, o de las de Steven Seagal. Vicente Huidobro extrajo un revolver de entre sus pilchas y luego probó a disparar a los neumáticos de sus perseguidores. La fortuna es de los audaces, reza el aforismo romano, y esa vez estuvo con el poeta. Así, la fuga se pudo concretar sin problemas.

Una vez de vuelta en el viejo continente, se casó con Ximena, en 1929. En esta nueva etapa, publicó alguno de sus libros más clásicos: la novela Mío Cid Campeador, Hazaña (1929); Temblor de cielo (1931); Cagliostro, en formato novela (1934) y quizás su obra cumbre, Altazor (1931).

Ante una obra tan diversa, que incluye sobre todo poesía, pero también novelas e incluso artefactos visuales, consultamos a los especialistas ¿cómo caracterizamos su obra? Fernando Pérez señala: “Es una poesía que aportó mucho para conectar el campo latinoamericano con la experimentación de las vanguardias europeas. Huidobro descubrió nuevas maneras de ‘tocar’ y ‘hacer sonar’ el instrumento de nuestra lengua, muy empapadas del espíritu de su época pero que todavía nos deslumbran y sorprenden”.

Pérez también destaca el lado más sonoro de la poesía huidobriana. “Tiene gran capacidad para la generación de imágenes inesperadas, pero también una notable intuición para el juego sonoro, para el lado musical de las palabras”.

Por su lado, Paula Miranda, hace hincapié que se pueden distinguir varias etapas en la trayectoria creativa de Vicente Huidobro. Sin embargo, es posible extraer ciertos elementos comunes en todas ellas: “La forma única en que combina su tono humanista y de inquietud metafísica con imágenes plásticas, cinematográficas, espaciales (la astrología llamó mucho su atención), cosmológicas y de espacio-tiempo alteradas por la experiencia de la guerra. Una poesía que no puede ser entendida solamente desde su Creacionismo, sino también desde el cubismo (francés) y el trascendentalismo (de Emerson)”.

Miranda señala que la etapa vanguardista, la cual ubica entre 1917 y 1925 aproximadamente, es la más conocida de su obra. “A partir del libro Horizon Carré de 1917 (escrito en francés) inicia una poesía vanguardista (la que conocemos más) muy singular y experimental, creacionista y que dialoga mucho con el cubismo pictórico y el futurismo (Alomar, Marinetti)”.

Además, señala que hacia las millas finales de su carrera, Huidobro comenzó a revisar el Creacionismo y decantó en algo mucho más calmo. “El Huidobro de Altazor o el viaje en paracaídas (1931) o de El ciudadano del olvido (1941), comienza a revisar desde allí y hasta su muerte, sus postulados creacionistas, reemplazando la experimentación radical por una poesía más reflexiva y existencialista. Coincide esta última etapa con su incursión en una política más coyuntural (desde en 1925 con su Diario Acción) y con una prolífica producción de novelas de tinte social”.

“Creo que lo más valioso de la poesía de Huidobro es su continuo afán de experimentación, que se expresa en la creación de imágenes inéditas y muy sugerentes, así como en la dimensión visual y también sonora de sus poemas (con ejemplos muy interesantes, por ejemplo, de repetición excesiva y fragmentación en Altazor) –señala Felipe Cussen–. Otro elemento interesante es el modo en que incorpora muchas influencias del modernismo y la poesía vanguardista, pero se las arregla para darle un carácter muy propio”.

¿Qué leer de Vicente Huidobro?

Pensando en nuestros lectores y en aquellos amantes de la poesía que quieran comenzar a aproximarse a su obra, consultamos a los especialistas cuál sería un buen punto de entrada a la obra del poeta, cuya tumba se encuentra en Cartagena.

Fernando Pérez empieza: “De la obra temprana, recomendaría El espejo de agua, un texto breve que resume bien su entrada a la vanguardia. Altazor es un poema con grandes altibajos, pero siempre vale la pena sumergirse en él, está lleno de hallazgos y sorpresas. Y en los Últimos poemas aparece un tono más sobrio, de una madurez notable, menos lúdico que su poesía previa, como si el impulso vanguardista hubiera decantado a lo esencial”.

Por su lado, Felipe Cussen propone una mirada sonora para conocer su obra. “Aunque lamentablemente no contamos con grabaciones de la voz de Huidobro, creo que de todas maneras vale la pena entrar por el oído a su poesía. Recomiendo, en particular, algunas muy buenas musicalizaciones que se han hecho de su obra, como “Molino de viento” (Canto V de Altazor) de Andreas Bodenhofer con Javiera Parra y “Dialecto de pájaros” (Canto VII de Altazor) de Quilapayún.

“Sin duda el poemario Altazor o el viaje en paracaídas. Poema en siete cantos de 1931 y que cuenta también con un potente prólogo –señala Paula Miranda–. Es un libro repleto de dudas metafísicas, humor, desenfado y búsqueda de respuestas; todo encarnado en un Altazor, mezcla de paracaidista, viajero y profeta irreverente y juguetón; todo en un escenario cósmico y espacial. Por primera vez aparece la expresión ‘antipoeta’ allí y la invitación a matar ‘al poeta de poético poetizar’”.

Miranda también recomienda Ecuatorial y Poemas árticos, por ser libros que presentan cierta actualidad. Y también hay algo para quienes la poesía no es su fuerte: “Para las personas que les cueste leer poesía, puede comenzar leyendo algunas de sus novelas como Cagliostro o La próxima (Historia que pasó en poco tiempo más) o bien sus manifiestos sobre arte y poesía, donde él mismo explica el sentido de sus búsquedas estéticas y éticas”.

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