El nuevo disco de Gepe: la travesía de Daniel

Gepe. Foto por Rocío Mascayano

El crítico de música Marcelo Contreras analiza aquí el último álbum del cantautor chileno, ya disponible en plataformas digitales.


Gepe tiene algo de cliente con el máximo de prendas en el probador, que se toma su tiempo hasta encontrar la combinación a gusto y potencialmente atractiva para el resto.

Como buen artista chileno le gustan los tonos grises, pero se ha empeñado en tantear más colores. En “Estilo libre” (2015) sacó la mejor facha con ritmos de inspiración latinoamericana. Sin embargo, el relativo apuro de “Ciencia exacta” (2017), pulido con la espontaneidad del tema central de una teleserie de Sabatini, y el exceso de lavado al cancionero de Margot Loyola en “Folclor imaginario” (2018), revivieron la vibra de indecisión de su trayectoria entre el arrullo indie y las ganas de masividad mediante un pop sujeto a contenido. En el intertanto, la música se entibió más de lo habitual.

El dilema de Gepe parece resuelto con este octavo álbum, “Ulyse”, el primer trabajo para el sello Sony. Desde las fotos promocionales con aire de galán retro latino hasta los ribetes de la producción, todo sugiere un salto.

Siete de los once temas se registraron en Buenos Aires con Cachorro López, uno de los capos indiscutidos del pop en español (Julieta Venegas y Cristian Castro, entre decenas de estrellas), y los restantes con Cristián Heyne.

Gepe tiene recorrido destilando sonidos nortinos hasta encontrar en “Prisionero”, la canción inicial, una manera de convertir esa raíz en acceso para otros pulsos regionales, manufacturando una pieza de pop en fino acabado andino.

“Confía”, con Vicentico en gran colaboración, combina primorosos arreglos en guitarras criollas, apoyados en un bajo cadencioso y percusión afrocaribeña, timbrados en la calidez característica de Cachorro López, mientras “Calle Cima” es una excepción al mapa de la América morena, una coqueta canción romántica con cicatrices (“nos comimos una explosión de jugadas y mala fe”), como “Carola y Luna” integra la tradición de Gepe por los relatos cotidianos - “otra forma tiene que haber, para llegar a fin de mes”-.

Natalia Lafourcade es invitada en la romántica “Timidez”, uno de los mejores momentos del disco, cruce entre bolero y bachata, territorios que el músico explora desde Estilo libre.

“Kamikazi” sube las pulsaciones en el momento justo con toques caribeños, seguida de “tupenaesmipena”, en lograda compañía de Princesa Alba. Por favor avisa repasa las demandas locales citando desigualdades y discriminación: “Que desde un principio no te trataron igual, que el lugar donde naciste, si eres mujer, ¡todo te marca!”.

“Un segundo” es la mejor canción de “Ulyse”, síntesis de este pop alternativo oferta de Gepe en su internacionalización. Un paisaje cósmico en grácil base electrónica, ecos de delicadas guitarras acústicas y detallitos programados, coronan un relato amoroso teñido de amargura. “Vamos a encontrarnos en un futuro que se aleja más y más”.

Gepe cruzó la vereda rumbo al pop. Un cambio así implica transar, aligerar la carga. A veces los viejos fans se resienten, pero acá no hay motivo ante un proceso natural que remata en un merecido trampolín.

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