Taxi Teherán: la gran metáfora sobre la vida en Irán

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Taxi Teherán.

Nacido en 1960, el director Jafar Panahi tenía 19 años cuando la Revolución Islámica tomó el poder y convirtió una república laica en un estado teocrático de preceptos de hierro. Taxi Teherán es la película de un hombre que no puede salir, Teherán es su "isla desierta"; él, un náufrago que quedó encallado ahí, quizás para siempre.


En Teherán, la capital de la República Islámica de Irán, esa misma ciudad y ese mismo país que hoy ocupan el centro caliente del interés mediático del mundo, durante unas semanas de 2015 el cineasta Jafar Panahi se subió a un taxi y recorrió de punta a punta las arterias de esa urbe en la que nació y creció para filmar algo que, como él diría, "no es una película", aunque por supuesto que lo es. Taxi Teherán se estrenó en la Berlinale y ganó el Oso de Globo, un premio de un prestigio superior, pero Panahi no estuvo ahí para recibirlo: desde 2010 que tiene prohibido salir de su país y no tiene permitido hacer cine, aunque lo siga haciendo para el público extranjero.

Jafar Panahi

Taxi Teherán es la película de un hombre que no puede salir, el relato de alguien que está encerrado en una ciudad enorme. Teherán es su “isla desierta”; él, un náufrago que quedó encallado ahí, quizás para siempre. Nacido en 1960, Panahi tenía 19 años cuando la Revolución Islámica tomó el poder y convirtió una república laica en un estado teocrático de preceptos de hierro. ¿Qué tipo de traumas aparecen con un cambio tan brusco, qué tipo de daño se produce? La película Persépolis abordaba de manera más directa esa transformación. Con ese cambio social y político extremo, Teherán también cambió su cara, y sin embargo pervivió en ella un aura palpable de ciudad grande, con pequeños nudos cosmopolitas; una ciudad respirable en un país asfixiante.

Esa es la Teherán que podemos ver nosotros, pasajeros en el taxi de Pahani, desde las ventanas de ese auto que se mueve y atraviesa calles y avenidas. ¿Qué vemos? Una ciudad extrañamente parecida a nuestras ciudades latinoamericanas: edificios altos e informes de los años ochenta, avenidas con pequeños negocios, locales de comida rápida, autos de hace diez años, un arbolado similar, un mobiliario urbano que se asemeja demasiado al nuestro. ¿Qué vemos, sin embargo, de distinto, de radicalmente distinto, de insoportablemente distinto? Las mujeres con el velo que les cubre sus cabezas, vestidas de negro, como si deambularan por una ciudad en luto; son el punto que captura la mirada, un imán. Lo que hiere.

En El hombre en el castillo, Philip K. Dick imaginó un mundo en el que las fuerzas del eje (Alemania, Italia y Japón) ganaron la Segunda Guerra Mundial y se dividieron el territorio norteamericano en tres porciones de una torta híper calórica. La ciudad de Teherán que vemos desde la ventanilla del taxi de Panahi admite también una doble ucronía, una imaginación hacia atrás y hacia adelante. Hacia atrás: ¿cómo sería esa ciudad si el islamismo ortodoxo no se hubiera hecho con el poder? ¿Sería como Buenos Aires, como Santiago de Chile, como Lima? Y hacia adelante: ¿cómo será esa capital si Trump se despierta de mal humor y toca el botón que no hay que tocar y los explosivos se disparan? Entre esos dos fantasmas está la ciudad del presente.

Taxi Teherán

Godard dijo alguna vez que el cine son dos personas conversando en un vehículo. Panahi, que no puede hacer cine, llevó entonces esa máxima de uno de los maestros del género a su punto de máxima pureza y filmó toda una cinta sentado al volante del conductor. Los pasajeros suben y bajan, pero él permanece ahí. El gesto contiene, al mismo tiempo, varias ironías, y una es la de jugar con la idea de la prisión. El taxi como una gran cárcel que se mueve, un espacio cerrado y pequeño del que él no puede salir. Pero también la ciudad es una cárcel: encierros sobre encierros sobre encierros. Quizás esa sea la gran metáfora sobre la vida iraní que el director ha querido transmitir.

En Youtube hay un subgénero curioso y vagamente adictivo, que se trata de gente que graba con una cámara un recorrido completo por algún lugar y luego lo sube así, limpio, sin comentarios (ocasionalmente, con alguna música oprobiosa, pero esa es otra cuestión). Alguien, por ejemplo, ubicó una camarita en la parte delantera de su auto y viajó desde California a Nueva York, grabándolo todo. Son 7 horas de video en cámara rápida. De Teherán hay una video de casi una hora, grabado en 2018. Al fondo siempre se ven las montañas. Una dulce decadencia rubrica las calles y la gente parece, como en cualquier otro lugar, apurada por llegar a donde sea que van. Mientras tanto, para los que vivimos en Occidente, la vida cotidiana en esos países va a ser siempre un acertijo un poco difícil de elucidar.

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