The Last Dance: los Bulls, Michael Jordan y la retromanía deportiva de Netflix

Estrenada el reciente fin de semana tanto por Netflix como por ESPN, The Last Dance, la serie documental que cubre -con especial énfasis en la figura de Michael Jordan- la última temporada triunfadora de los Chicago Bulls en persecución de su sexto anillo en 1997-1998 permite reflexionar sobre la sociedad del espectáculo y el paso del testimonio desde la televisión por cable a la televisión vía streaming en un ejercicio retromaníaco deportivo que dialoga con estos meses en que los deportes en vivo se han momentáneamente apagado.


Veinticinco de los treinta primeros Trending Topics de Twitter en los Estados Unidos del fin de semana versaban sobre Michael Jordan y los Chicago Bulls, un equipo que en los últimos veinte años ha marchado en posiciones disminuidas de la tabla del básquetbol profesional estadounidense (la NBA), pero que en estos días de confinamiento (lockdown) y ausencia de gestas deportivas en vivo ha vuelto a la vida mediante una producción conjunta de Netflix y ESPN en el documental The Last Dance que cubre pormenorizadamente la temporada 1997-1998 en que el equipo de Chicago se alzó con su sexto anillo de la liga. Del mismo modo se trata del documental más visionado de la señal de “cable sports” en su historia alcanzando una audiencia de más de seis millones de telespectadores.

No se trata de un fenómeno nuevo. Entre 1990 y 1991 un periodista estadounidense llamado Sam Smith siguió paso a paso la temporada de los Chicago Bulls, accediendo a los camerinos, documentando la prensa y construyendo una historia que desembocó en un libro clave para entender tanto el deporte como el periodismo deportivo, The Jordan Rules: The Inside Story of a Turbulent Season with Michael Jordan and the Chicago Bulls (Simon & Schuster, 1992). En este libro se muestra con precisión quirúrgica cómo la liga de la NBA empezó a circular en torno a la figura de “Air”, que dominaría los espectáculos deportivos durante aquella década y transformaría al básquetbol en el deporte más popular a nivel mundial en términos de impacto mediático.

Lo de Netflix y ESPN sigue al dedillo el modelo de Sam Smith, solo que esta vez no desde la cobertura en vivo, sino que desde el trabajo de archivo: el documental explica que para aquel último campeonato se permitió a un equipo audiovisual registrar la temporada de los muchachos de la casaquilla roja, liberándose ahora una serie de testimonios en video que habían permanecido resguardados por casi un cuarto de siglo.

Héroes y villanos

Combinando entrevistas actuales, así como documentos televisivos del pasado, a leyendas del básquet como James Worthy, Isaiah Thomas, Larry Bird o Magic Johnson, amén de los expresidentes demócratas de los Estados Unidos Barack Obama y Bill Clinton, The Last Dance construye la historia de aquel sexto anillo, al menos en sus ya estrenados primeros dos episodios, con continuos saltos en el tiempo, desde los inicios de Michael Jordan en su casa en Carolina del Norte, pasando por la secundaria, el ascenso al estrellato universitario con North Carolina, la consecución de la Medalla de Oro en las Olimpiadas de Los Ángeles de 1984, tanto como su logro del trofeo al novato del año (Rookie of the Year) en la NBA a mediados de aquella década, y reiterados vistazos de los cinco primeros anillos, en una estructura narrativa y por sobre todo dramática que recuerda en algo la de Luis Miguel: la serie.

No es eso lo único que el documental The Last Dance comparte con Luis Miguel: la serie, tanto aquí como allí se requiere de un antagonista para el héroe (Luis Miguel en un caso, Michael Jordan en el otro), y, así como la serie sobre el ídolo de la balada romántica mexicana dispone de Luisito Rey como supervillano, en El último baile, ese papel lo cubre Jerry Krause, el controvertido general manager de la franquicia de la Ciudad de los Vientos que opera como contraste para la superestrella de 1,98 metros.

Jerry Krause

Krause sostiene en un registro documental, casi al inicio del primer episodio que “las organizaciones ganan campeonatos, no los jugadores”, que, aunque luego se revela que se trata de una cita manipulada (misquote), opera como uno de los hilos argumentales de la serie.

Esto porque, como ha expresado el antropólogo del deporte Bradd Shore (Culture in Mind, Oxford University Press, 1996), los deportes colectivos estadounidenses establecen siempre una tensión entre los esfuerzos individuales y el trabajo justamente colectivo: entre el individuo y la sociedad.

El paso del testimonio

Naomi Klein se detenía en No logo (Knopf Canada, 1999) en que la construcción de la leyenda de Michael “Air” Jordan estuvo, al menos en parte, cimentada por la campaña publicitaria de Nike a inicios de aquella década de los noventa, donde en palabras citadas del mismo Mike, la marca lo hizo volar tanto deportiva como comercialmente.

Aun cuando la tesis de Klein puede hoy leerse como algo exagerada, sobre todo cuando se dimensiona la magnitud cuantitativa de los logros de Michael Jordan, otro aspecto de su lectura debe ser considerado: la importancia de la sociedad del espectáculo (el concepto de Guy Debord) en la entretención moderna.

Las extraordinarias temporadas basquetbolísticas de los Chicago Bulls en los noventa, y particularmente aquella impresionante de los 72 triunfos en la temporada regular de 1995-1996, no se pueden comprender si no se atiende al ascenso del hype televisivo facilitado por ESPN. La señal de cable experimentó sus años de gloria en aquel decenio señalando el camino de lo que sería la internacionalización de las transmisiones deportivas, ahora ya no solo deteniéndose en gestas como los Juegos Olímpicos o los Mundiales de Fútbol: ESPN y la televisión por cable recogieron la heredad de las hazañas de los muchachos de Chicago, pero también contribuyeron a formarla.

De este modo, resulta significativo que la tendencia en la sociedad del espectáculo ahora a inicios de la tercera década del siglo XXI, el streaming, sea quien lidere la audiencia, las conversaciones y el imaginario. Netflix desplaza a ESPN, máxime en un momento de lockdown deportivo que favorece la recuperación del pasado en forma de retromanía (el concepto de Simon Reynolds) en la que, quienes fueron fanáticas y fanáticos sobre todo de la NBA hace tres décadas reciben justo lo que necesitan para (re)construir la memoria y recordar “los buenos viejos tiempos”.

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