El género Scorsese

Martin Scorsese, Robert De Niro y Joe Pecci en el set de El Irlandés.

En estos tiempos actuales, la obsesión scorsiana acerca de aquellos que se dedican a violentar cobra más espesor.


Esperaba menos (mucho menos) de El Irlandés y resultó ser inmensa, superior, sublime incluso, y dudo que pueda hacerle justicia. Es, mal que mal, una cinta de Scorsese que, a estas alturas, es un maestro, y esta nueva de gánsteres tiene algo de celebración de su cine y de esas películas suyas que queremos tanto. No sé si es mi cineasta favorito, pero quizás es el mejor que anda circulando y uno de los grandes de todos los tiempos. Es nuestro gran ídolo, el abuelo que no se vino abajo con el tiempo o las rupturas y que no se quedó atrás, sino que todo lo contrario: bombea sangre y hasta se enfrenta al 3D, y ahora, en la gloriosa El Irlandés, a unos efectos especiales que ni Lucas ni Spielberg se hubieran atrevido a tocar.

Scorsese es uno de los formadores de nuestro inconsciente, un artista clave que no solo ha captado el siglo XX y ahora el XXI, sino que lo forjó y hasta alteró. Echémosle la culpa a Marty. La cultura pop o incluso la civilización occidental no sería la misma sin sus obras canónicas (vivas, copiadas, imitadas, recomendadas, revistas, recordadas) como Taxi Driver (el solitario freak), Toro salvaje (la violencia autodestructiva y la misoginia incuestionada), El rey de la comedia (la cultura de la fama y los selfies; la real base de Guasón) y así… Incluso cuando cae bajo (¿ha caído bajo?; no creo) o cuando se equivoca (¿se ha equivocado?; no creo) logra obras poderosas. Ni El aviador ni Pandillas de Nueva York ni Shutter Island ni Cabo de miedo están en mis top 10 de su obra, pero no se necesita ser muy sagaz para entender que cada una de ellas son puro cine y todas tienen que ver con los demonios y pulsaciones personales de su creador.

Scorsese es un artista clave y su gracia es que todo lo que ha hecho (hace, sigue haciendo) ha sido dentro de una industria con la que no siempre se ha llevado bien. Scorsese ahora está en Netflix y eso es puro Marty. No se hace el indie ni el marginado, aunque a veces ha tenido que ser independiente y sin duda que fue empujado al margen. Tuvo que reinventarse o aceptar tratos curiosos como este y en vez de quejarse ha volado más alto. Lo suyo es clásico y, a la vez, popular: un cine que se entienda, ojalá masivo y para todos, desde los académicos a aquellos que veían sus películas de acción en esos antiguos rotativos del centro o ahora en buses rumbo a Calama. Scorsese, que ha rodado videoclips y comerciales, que ha creado documentales inmensos acerca de músicos pop y sobre el cine americano y el cine italiano, que se ha acercado a la televisión con fuerza y furias (Vinilo; Boardwalk Empire), es tan parte del paisaje pop que a veces se lo subvalora porque es parte del paisaje y los medios (su reciente controversia con el universo Marvel).

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Robert De Niro en Calles Peligrosas (1973), el debut del actor bajo la dirección de Scorsese.[/caption]

El Irlandés fue el plato fuerte que Netflix lanzó a su plataforma en una apuesta que, al parecer, está resultando por el lado que se mire: premios, odas de los críticos, futuras nominaciones al Oscar, debates, memes, conversaciones acaloradas, hasta decepciones. El Irlandés da para conversar y crece a medida que pasan los días o uno ve fotos de políticos en la cocina o empresarios de cumpleaños. ¿Qué es la mafia y qué implica acceder al poder y cómo se mantiene y para qué sirve? Pero es mucho más que eso. Es un portaaviones del género (el de los gánsteres, claro, pero acaso de uno superior incluso y más querido: el género de las cintas masculinas y violentas de Scorsese), donde el maestro se da el gusto de bombardear su propio género del mafioso ítalo-americano. Invita de paso a todos sus amigos y colaboradores (qué grande es Joe Pesci, que increíble que Al Pacino no haya estado en algunas de sus otras cintas cuando parece que ha sido parte del clan toda la vida) para armar una suerte de fiesta solemne de despedida que saluda y conecta con Taxi Driver y Toro Salvaje, pero por sobre todo Calles peligrosas, Buenos muchachos y la cada vez mejor Casino. Pero esta nueva cinta no es una fiesta (aunque la secuencia de la fiesta en honor a De Niro es sublime). Hay mucho humor gracias a los diálogos donde tanto subtexto y cosas-que-no-se-dicen-pero-se-insinuan terminan provocando verdaderas carcajadas.

El Irlandés es una cinta caminera hacia el final para ingresar a un asilo de ancianos donde la quietud de las horas que no pasan dictarán una puesta en escena contemplativa impensada en este tipo de cine de mafiosos. Scorsese usa a El Irlandés como engaño, es uno de sus tantos caballos de Troya: ven a ver una cosa y te aseguro que vas a gozar, pero también te voy a traicionar por la espalda dándote algo más: te gustan las cintas donde todos se balean, pues ahora vamos a indagar en aquellos que no mueren o quieren morir y no les llega la hora, ahora vamos a ingresar a mirar la vejez y el fracaso y las oportunidades perdidas de frente. Esta cinta de Hollywood toca temas que otros autores fuera del sistema hollywoodense no sabrían cómo abordar sin caer en lo obvio o el mal gusto: lo finito o lo infinito ("muy definitivo", para citar a De Niro) de la muerte. Scorsese, ya en el lado incorrecto de los 70, nunca había encarado de manera tan salvaje lo que implica morir, cómo eso puede afectar a los que se dedican a despachar a otros. En estos tiempos violentos actuales, la obsesión scorsesiana acerca de aquellos que se dedican a violentar cobra más espesor. Aquí explora lo atroz que puede ser la vejez, no tanto por los desastres físicos ligados a lo geriátrico, sino por todo lo ligado a la soledad, al arrepentimiento y, sobre todo, el sentir que tu tiempo ha pasado y que esos cuarteles de invierno que son fríos pero, por sobre todo, no tienen la adrenalina del pasado. Como si fuera poco, Scorsese sigue siendo fiel a mirar a gente repelente con cariño y complicidad. Logra que uno empatice y hasta sea cómplice de tipos dañados y presos de sus prejuicios, donde la violencia es la moneda de cambio y donde ninguna mujer tiene acceso a entrar. Scorsese, como siempre, se fascina y a la vez es capaz de tomar distancia con estos seres entre desequilibrados y tarados que buscan afecto y respeto y capaz que amor y hasta algo más entre ellos.

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