Streaming: superhéroes

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Si algo capto de los superhéroes, es que no tienen miedo (vaya poder) y que son capaces de unirse contra los que consideran el mal y saben defenderse con sus máscaras, trajes, indumentarias. Esa estética está en las calles con capas, torsos desnudos, banderas (nunca una de un partido), máscaras antigases y escudos con poemas.


No hay estrenos, no hay casi funciones de cine por la crisis (¿no es mejor decir la primavera?), lo que, en otros tiempos, sería causa de lamento e ira, pero ahora quizás da lo mismo. Nada de quizás: da lo mismo. El cine está en la calle, al igual que las historias. Ir a un cabildo es ir a escuchar ideas, cuentos de hadas, realismo, terror y hasta realismo mágico. La gente cuenta sus historias, desean ser escuchados, narrar, conectar, compartir y, a diferencia de las élites que siempre han despreciado las artes y no saben leer, escuchan o al menos intentan escuchar. La gente que mira ha sido cautelosa, y quizás no es momento para la cautela. Hace mucho que no había tanto arte vivo: teatro, performance (uno de los tantos legados de Lemebel, sin duda), danza, fotografía (vaya que se han tomado buenas fotografías), poesía en las pancartas y en los grafitis (Chile es país de poetas, sigue siendo cierto; Nicanor Parra sigue palpitando de manera impresionante, la gente crea artefactos, rayados, eslóganes, y como buenos publicistas criados en un modelo Chicago Boy, pero hastiados del retail, ahora inventan nuevas consignas y celebran el pop a su manera). Dicen que hay que condenar la violencia y no ser parte y ser muy severo. Puede ser, pero también es necesario celebrar el arte y las ganas y las pulsaciones que están surgiendo. Esta primavera no huele a Fondart, sino a adrenalina. Y a rabia, temor, confusión y, por qué no admitirlo, a sexo, a sudor y a alegría (quizás por fin la alegría llegó, o la alegría que produce sentirse libre y sin miedo por un rato). Nirvana estaría feliz, Faith No More está cosechando lo sembrado, Rage Against the Machine está siendo literal. Si hay un rol que puede hacer un crítico o alguien que está atento al pop (ojo, viene de pueblo) es leer atento lo que está sucediendo y no solo decir que hay que mantener el orden (¿se puede lograr el orden sin paz?).

El arte (o el intento de crear o expresarse) puede ser de todo tipo, y hasta torpe, básico, naíf, no procesado, urgente, precoz, pero, ¿no es mejor eso que esas películas u obras fondartizadas? La creación cultural no solo depende de fondos, no basta con muñecas gigantes por la Alameda. Ahora hay otro gigante y no está auspiciado por compañías extranjeras extractoras de cobre que deben por ley apoyar la cultura, y claramente TVN no transmite en directo. Quizás por eso es tan repulsivo ver teleseries (Dios, cómo todos creyeron que eran agentes de cambio social) o la Doctora Polo o La divina comida (tan 2017) cuando los helicópteros suenan y el aire se vuelve picante y la ciudad huele a gas lacrimógeno, tal como dice el gran, urgente y nuevo tema de Alex Andwanter, Paco vampiro. ¿Es un buen tema? Creo que sí. Es la banda sonora del momento. ¿Es cauto? No. Incita, quizás. ¿Importa? ¿No es eso la labor del arte (hasta del arte que no lo logra)? ¿Acaso no es oportunista?

Qué significa eso: me enseñaron que el arte se alimenta de la oportunidad que enciende la mecha interna. Y ahora hay arte por todas partes y las stories tienen más espectadores que todo ese cine subvencionado por el Estado. Duda: ¿Si el gobierno puede intentar apagar el incendio con bencina, para citar a Bowie, acaso no se puede responder con un arte que a lo mejor se sobrepasa? Como dicen en las calles: no soy robot. Ver tanto pop (Watchman ahora, Mr. Robot, toda la saga de Avengers, que nunca he visto) alerta, protege, da ideas. De eso se trata: dar ideas, ofrecer posibles sueños, realidades. Es cierto: una cosa son los saqueos, dale, pero también se lucha con poesía, palabras, imágenes y símbolos. Una constitución, al final, es una narrativa y acá, más que nada, está en juego la autoría. Dicen que es hora de registrar, más que de crear, pero tengo mis dudas. Quizás una creación colectiva, en el caso de una asamblea constituyente, es más adecuado que las paranoias del reprimido autor de la Constitución del 80. Cierto, chicos desnudos metiéndose dildos, fotografías desde drones, la pasteurización de Víctor Jara (¿por qué no Javiera Mena?) y así, a lo más pueden alterar a nivel estético, pero no por eso dejan de ser éticos. No confundamos. Estos excesos son procesables. ¿Tanto baleo a los ojos no es acaso la gran metáfora del gobierno y su sector más profundo que nunca ha sido muy articulado a la hora de crear? Corre, Evelyn, Corre es al final lo único fascinante a nivel de arte performático que ha creado la derecha en años. Curiosa la estética oficialista: no solo no hay narrativa ni épica, ni siquiera sonetos sobre el miedo si no soy robot, incluso los chalecos amarillos (flúor, en rigor) tienen algo pop en su lamentable apropiación de algo ajeno y en ese amarillo con algo de verde (peor Pantone histórico) que refleja el pavor de los que solo tienen miedo y culpa, y necesitan visibilizarse con reflectantes que enceguecen los ojos baleados. Así es: balear ojos (OK, dispersar con balines que puede dañar córneas) es, al final, querer cegar, dejar que miren, miremos, lean, vean. Ojos que no ven, pero en esta ráfaga de imágenes son justamente la imagen más fuerte que ha provocado esta primavera.

Basta de arte calmado, concertado, que suaviza, conforta, contiene. Un amigo me dice: si nada cambia, al menos el arte quizás cambie, ciertas ideas, autores, estéticas, prácticas y formas de usar las plazas y de relacionarse. Gran momento también para los arquitectos, los artistas plásticos, los diseñadores urbanos. Da la idea de que la meta es destrozar la ciudad, ¿pero no será que el verdadero acto de subversión es refundarla o alterarla? Porque los malls no son plazas y la gente necesitaba plazas, calle, encuentro. Los cines ahora están cerrados, porque casi todos están en los malls o parecen malls y hay algo raro, curioso: que el mall, un espacio que no voy a demonizar, sea el centro de todo. Cayeron los malls y nos quedamos por un rato sin cine. Como me escribió Diego Treretola, un amigo crítico de cine argentino al que siempre le parecía sospechoso el oasis criollo, "los cines están cerrados, pero la sociedad está produciendo imágenes imborrables para el resto del mundo. Como tú dices: si Santiago está ardiendo y más vivo que nunca, es porque está en estado de cine, de biógrafo, escribiendo una vida que durará para siempre, como las buenas películas, y abandonando la vida que no vale la pena, esa que queda en las elipsis, que no merece destino de pantalla grande".

No soy fan de Marvel ni entiendo del todo ese universo, pero algo he captado mirando de cerca y viendo la imaginería en las redes. Si algo capto de los superhéroes, es que no tienen miedo (vaya poder) y que son capaces de unirse contra los que consideran el mal y saben defenderse con sus máscaras, trajes, indumentarias. Esa estética está en las calles con capas, torsos desnudos, banderas (nunca una de un partido), máscaras antigases y escudos con poemas. Hay mucho que hacer y revisar y cuestionarse y, por sobre todo, dudar, enmendar. Yo empezaré a ver o, al menos, tratar de entender los mensajes encriptados en esas superproducciones. Desde el perro Matapacos hasta la idea de alzarse en la Plaza Baquedano y tratar de tocar el cielo, la imaginería está clara. No es el momento de hablar de revisitar el Guasón (aun no me gusta, pero capaz que la respete un poco más), porque no creo que, como dicen todos, agitó lo que ahora ocurre. Quizás los últimos 15 minutos, pero mirando de cerca, en marchas o hasta en las batallas, algo me queda más que claro: los que protestan no se sienten extras ni perdedores ni chicos emo dañados, ni sobre todo villanos, sino al revés. Y esto es lo poético, lo curioso, lo que impacta y potencia: es que se sienten héroes y algo me dicen que lo son.

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