El camino: la segunda oportunidad de Jesse Pinkman

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Jesse Pinkman.

Cuando la serie Breaking bad comenzó en 2009, Jesse Pinkman era solo un drogadicto y dealer de poca monta que por casualidad se reencontró con su exprofesor de química. Él le ofreció combinar sus habilidades como comerciante del bajo mundo y juntos acabaron convertidos en los dueños del negocio en Nuevo México. Tras cinco temporadas, mientras uno acabó como un monstruo, el otro tuvo la oportunidad de redimirse. En ese punto comienza El camino.


Jesse iba a ser un personaje desechable. Walter tenía los conocimientos químicos para elaborar metanfetamina, pero no tenía idea de cómo venderla. Al principio, iba a necesitar a alguien que le enseñara a moverse por las calles. Jesse, que sabía un poco de ambas cosas, iba a aparecer justo en el momento preciso. Aunque, después de eso, cualquier cosa podría pasar.

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Los creadores de Breaking bad pensaban que Walter podría haber aprendido el negocio más o menos al final de la primera temporada, y que, en los últimos capítulos, Jesse moriría en las manos de algún rival.

"Deseché la idea porque Aaron (Paul, que interpreta a Pinkman) era una estrella", reconoce el creador de la serie Vince Gilligan en el libro The revolution was televised (Touchstone, 2015).

Cuando escribieron los primeros guiones de Breaking bad, Gilligan y su equipo no tenían la intención de que el personaje de Pinkman resultara atractivo. Fue al ver el carisma que Aaron Paul dio a Jesse y la química que desplegaban con Bryan Cranston —quien dio vida a Walter White—, que prefirieron dejarlo vivir.

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Fue así que, mientras Walter comenzaba una transición que hizo honor al nombre de la serie, Jesse Pinkman fue el soporte moral de la historia.

"Los diálogos y las emociones desnudas de Aaron Paul hicieron que se invirtieran los roles: Jesse Pinkman, el cocinero de metanfetamina que estaba diseñado para ser desechable, se convirtió en la consciencia de la serie, y cada giro en la relación entre ambos hace que empaticemos más con Jesse y menos con Walter", dice el crítico de TV, Alan Sepinwall, en The revolution was televised.

Justos por pecadores

El nombre de la serie no trataba de engañar a nadie: Breaking Bad siempre se trató de Walt, el profesor de química desahuciado a causa de un cáncer al pulmón. Mientras el sacrificado padre de familia se fuera transformando en Heisenberg, iba a destruir todo a su paso como un huracán, y todos los que sufrieran iban a ser víctimas circunstanciales.

Muchos murieron, y muchos sufrieron, pero Jesse fue el que resultó más dañado. Era el que estaba más cerca y el único que tuvo que pagar hasta el final por cada uno de sus pecados.

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En "Cucú" (S2E6), Jesse está esperando encontrarse con Skinny Pete y mira al suelo cuando ve un escarabajo. El insecto no tiene nada en particular, pero a Jesse le llama la atención. Se arrodilla y lo empieza a guiar con su mano, sorprendido de ver que, cuando le pone obstáculos a su camino, el insecto no se detiene y sigue avanzando.

Cuando Skinny Pete llega al lugar de encuentro y ve al escarabajo, lo aplasta inmediatamente con su pie. Jesse no dice nada, pero mira al piso decepcionado.

En el tráiler de El camino, la película de Breaking bad, años después de esa escena y con el cuerpo marcado por las heridas, ambos personajes vuelven a encontrarse. Skinny Pete es el primer amigo al que recurre Jesse en su escape. A lo largo de la serie lo ayudó un par de veces, pero lo traicionó otras tantas. Que un escarabajo similar aparezca pocos segundos después en el adelanto podría ser una señal.

Antes de reencontrarse con Walter fuera de la sala de clases —ya dijimos que fue su profesor de química—, Jesse actuaba como un joven problemático aspirante a traficante de drogas. Usaba ropa varias tallas más grande y no se tomaba sus responsabilidades demasiado en serio. Era como un adolescente a la deriva en busca de un guía o alguien que le diga qué hacer y muchas veces encontró esa figura en Walt.

La dinámica entre ambos es muy parecida a la de un padre y su hijo, pero al mismo tiempo es una relación disfuncional y utilitaria. Cuando Walt le da uno de sus discursos motivacionales lo llama "hijo", e incluso una vez llegó a confundirse y llamó Jesse a Walter junior.

Tienen que acompañarse en la clandestinidad y por eso desarrollan una relación profunda. A veces hay atisbos de un cariño auténtico, pero cualquier sensación que se pueda producir es opacada completamente cuando Walt se sirve de su aprendiz para cumplir sus propósitos más oscuros.

Jesse necesita a Walt porque todos lo han abandonado, pero Walt también lo necesita porque es el único que alimenta su ego. Cuando se alían, Walt tiene la excusa del cáncer, pero en realidad es un hombre agotado por la irrelevancia de su vida. Es un profesor que trabaja horas extra en un car wash porque apenas puede pagar las cuentas. Además, carga con las preocupaciones de una esposa embarazada y un hijo con parálisis cerebral. Jesse es la primera persona en mucho tiempo que elogia sus talentos y lo admira por eso.

Por su lado, Jesse necesita aprobación y Walt nunca se la da, incluso cuando lleva tiempo sobrio y puede cocinar metanfetamina tan buena como la de su maestro. Ya no es un mero asistente de laboratorio ni un drogadicto a la deriva cuya única utilidad son sus conexiones en las calles: es parte fundamental del equipo, y a pesar de las circunstancias, se ha podido dar cuenta de su potencial.

Al contrario del epílogo de Walt, en Breaking bad el final de Jesse queda abierto. Cuando ya ha pasado la tormenta ambos vuelven a enfrentarse y Walt le entrega una pistola, como pidiéndole que lo mate. Sabe que se lo merece. Jesse toma el arma decidido, pero al tiempo que apunta, empieza a dudar.

"Hazlo. Tú quieres esto", le incita.

Pero una vez más Walt lo está manipulando.

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"Di que esto es lo que quieres. Nada pasará hasta que digas las palabras", le responde.

Walt responde y eso es todo lo que Jesse necesitaba saber. Ya había visto que alguien más le disparó antes, y si él volvía dispararle, estaría apurando su muerte y aliviándole el dolor.

Jesse sabe que están jugando con su mente, y responde: "Entonces hazlo tú mismo".

Aunque libre, en su última escena Pinkman está escapando, con los ojos llenos de lágrimas y sin un destino seguro.

Fue una larga travesía. Y el cambio en ambos acabó como un espejo invertido: si bien era cosa de tiempo para que el mal que Walt guardaba en su interior saliera a flote, el mismo lapso demoró Jesse para caer en cuenta de que no necesitaba la aprobación de los demás para estar en paz.

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